Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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Preocupa suicidio de pastores

Acontecer Cristiano

 Tres pastores conocidos se han suicidado conmocionando a la iglesia en Estados Unidos en los últimos 30 días. El 10 de noviembre, Teddy Parker Jr., de 42 años, pastor de la Iglesia Bautista Bibb Mount Zion, en el estado de Georgia, se suicidó disparándose con un arma en la cabeza, según publica Gospel Prime citando a Charisma News.

Su esposa lo encontró en la entrada del garaje de su casa el domingo. Él ya había predicado en esa mañana y tenía que predicar nuevamente aquel día. No dejó ninguna nota explicando su lamentable decisión.

La semana pasada, el pastor Ed Montgomery, que estaba de luto por la pérdida de su esposa, se suicidó delante de su madre y su hijo. Él y su difunta esposa, la profeta Jackie Montgomery, dirigían la iglesia Asamblea Internacional del Evangelio Completo, en el estado de Illinois.

El día 10 de diciembre se suicidó Isaac Hunter, expastor de la Iglesia Summit en Orlando, Florida. Hasta el momento, no ha sido divulgado cómo se suicidó. El caso llamó la atención de los medios seculares, porque el padre de Isaac, el pastor Joel Hunter, ha sido llamado «guía espiritual» del presidente Barack Obama con quien se ha reunido con frecuencia para orar en la Casa Blanca.

Existen muchas estadísticas sobre cómo los pastores enfrentan problemas como la depresión, el agotamiento físico y mental. Ninguno de ellos son alentadores. Según el Instituto Schaeffer, 70% de los pastores luchan constantemente con la depresión, y 71% están «agotados». Además, 72% de los pastores dicen que sólo estudian la Biblia cuando necesitan preparar sermones, 80% cree que el ministerio pastoral afecta negativamente a sus familias, y 70% dice no tener un «amigo de confianza».

El Instituto Schaeffer también estima que 80% de los estudiantes de seminarios (incluidos a graduados) dejarán el Ministerio dentro de cinco años. No hay datos consistentes sobre el número de cuántos cometerán suicidio, pero está claro que los pastores no son inmunes a esto.

Los psicólogos señalaron varias razones de por qué la gente se suicida, psicosis, depresión a menudo por las situaciones estresantes de la vida. La columnista de la revista Charisma, Jennifer LeClaire, que ha escrito varios libros sobre la guerra espiritual, comentó sobre el caso de los tres pastores.

Ella hace un llamado a las iglesias para que oren por sus líderes, al mismo tiempo estar alerta acerca de los síntomas de depresión en los pastores, «los miembros deben ser conscientes de que el diablo ha preparado muchos ataques contra las iglesias en este tiempo en el cual las señales de la venida de Jesús parecen intensificarse».

http://www.acontecercristiano.net

¿Debo sujetarme?, ¿a quién?

Marcelo Montenegro

Sujetarse a tu superior te da autoridad espiritual. En la calle uno se sujeta/respeta al que tiene «charola», es decir, a un policía, a un agente de tránsito o a un docente. Secularmente, cada vez más todo va reglamentándose e imponiendo la necesidad de matricularse. Tener matrícula es tener “charola”, sea en el área que sea. Tener matrícula es tener responsabilidad legal en esa área.

Sin embargo, en la Iglesia, es decir, lo que sucede en el mundo espiritual, es diferente. La matrícula (ser miembro activo) no cuenta mucho. La “charola” no es lo mas importante.

Puede ser que no, pero se puede tener “charola” y no autoridad de Dios. Se puede tener poder humano e influencias y ser inofensivo en la realidad espiritual. Se puede contar con un espacio privilegiado eclesial (reconocimiento, ordenamiento, diplomas teológicos, etcétera), con un mensaje bíblico célebre, con buenas consignas, bien ordenadito, que no le entre un alfiler, y no tener “ministerio” o “llamamiento”.

Entonces ¿a quien me sujeto?. ¿Cómo darme cuenta sobre en quién confiar?

Sujétate, en lo posible, a un anciano. No prestes atención a su sabiduría (puede tener menos sabiduría que tú, la autoridad no pasa por ahí). No le prestes atención a la visión ni a dialéctica. Fíjate si es maduro. Si te mira como un líder o como un mentor. Si te comprende y escucha o está apurado a darte explicaciones. Observa sus ojos, sus actitudes, si mira el reloj, si mueve las llaves o golpetea la mesa con los dedos, no te aconsejo que le sigas. No te sujetes si te cuenta macanas (chismes) de otros, pero prefiérelo si te cuenta sus propios errores. Hazlo si ves en él a un padre espiritual. Alguien que tiene cicatrices. Alguien que vivió la traición religiosa, el dolor, la caída, el desánimo, se levantó y es humilde.

Huye de los que demandan tu sumisión. Huye de los que únicamente quieren enseñarte. Huye de los que te analizan y te miran por encima. Busca un amigo. Al que puedas llamarlo e ir a tocar el timbre de la casa. No busques a un gurú de multitudes. Dejémonos guiar en lo posible siempre por el mismo. Alguien que verdaderamente nos conozca. La autoridad espiritual no llega directamente de Dios en todos los casos. La autoridad de Dios dice: “Si no te sujetas a alguien que ves, como te vas a sujetar a mí que no me ves”.

Dios perdona todos y cada uno de los pecados, pero la autoridad sigue proveyéndose con la misma ley. La autoridad se delega verticalmente, se vierte desde lo alto, pero se activa por medio de mi actitud en lo horizontal. Esto no se puede cambiar al menos en la mayoría de los casos. No podemos aparentar estar bien en lo vertical si funcionamos mal en lo horizontal. Lo que pase en mi vida en lo horizontal será consecuencia de mi intimidad con lo vertical.

La palabra del Señor dice: Ámense los unos a los otros. Confiesen sus pecados los unos a los otros. Obedezcan a sus pastores.

Volviendo al tema: ¿Porque es mas fácil hablar de mis errores con Dios que con un hombre, un pastor un sacerdote, de mi misma especie? ¿No será porque a Dios no lo vemos físicamente, no vemos ni cara ni su gesto?

En conclusión, si lo que deseamos es autoridad del Señor, libertad emocional y la conciencia limpia, vayamos corriendo al Señor antes que nada porque Él nos perdona y sana, y después con la misma diligencia vayamos a hablar de nuestras miserias a un hermano amado, confiable, para no engañarle al cuerpo de Cristo, la Iglesia, ni engañarme a mí mismo.

Tomado del FB

¿Es lícito poner en tela de juicio el comportamiento de un pastor?

 Juan Elías Vázquez

Hoy recurro una vez más a mi casa, La Voz del Amado, para expresarme.

Pertenezco a una denominación que posee en su haber más de 300 congregaciones repartidas en México y algunas en el extranjero. No sé exactamente cuántos miembros somos, pero debemos ser varios miles. Asimismo, contamos con una Constitución que regula la forma de culto, la Doctrina y la disciplina propias. Iglesia y ministros de culto, todos, conocemos entonces cuáles son nuestros derechos y obligaciones, prerrogativas, privilegios y limitaciones.

La mies es mucha (relativamente, pues no somos ni por asomo los 600 mil israelitas de a pie que salieron de Egipto), por lo mismo, también, los ministros de culto forman varios cientos. El trabajo de ellos está a la vista de todos, y su buen o mal desempeño suele cundir más allá del ámbito puramente local. El temperamento, el estado de salud, la eficiencia o ineptitud de los ministros de culto (pastores, diáconos, obispos) es noticia a nivel regional, pero incluso, en casos extraordinarios, esas buenas o malas nuevas pueden llegar a ser difundidas a nivel nacional o internacional. Porque lo que se llega a comentar en internet, y en las llamadas redes sociales, no se queda en el conocimiento de quienes formamos esta Iglesia, se expande como reguero de pólvora hasta ojos y oídos extraños o contrarios a la forma de doctrina y disciplina que profesa nuestra denominación.

No hablemos de la buena o mala fama que podría derivarse de estos comentarios, y sus consecuencias para nuestra denominación. Hablemos de lo que tales opiniones podrían producir ya no en quienes las leen, sino en quienes las escriben. Me explico: hace algunos días en facebook se descalificaba de una manera muy insensata el trabajo de un ministro de culto de nuestro movimiento (con rango de pastor regional). Suponemos que quienes denostaban el trabajo ministerial del hermano aludido pertenecen a nuestra confesión, y probablemente hayan sufrido en carne propia las presuntas equivocaciones o errores del pastor regional. Lo que se dice del hermano no lo vamos a repetir aquí ni vamos tampoco a defender su ministerio pastoral.

En este caso, ¡lo que está en juego es la salud del Cuerpo de Cristo! Porque quienes señalan con dedo de fuego la dignidad de un ministro avalado por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo están en riesgo de muerte. No es al ministro ungido solamente al que se mancilla o ultraja; ¡es a Jesucristo mismo a quien se menosprecia!

Para que esta última declaración tenga un sustento sólido es menester respaldarlo con lo que enseñan las Sagradas Escrituras, nuestra única regla de fe. El amable lector debe conocer acerca de la “Contradicción de Coré”, aquel incidente ocurrido al pueblo de Israel mientras peregrinaba del Sinaí a Cades (Núm. 16; Judas 11). Hagamos un breve resumen del pasaje:

Tres hombres, llamados Coré, Datán y Abiram, tomaron gente y se levantaron contra Moisés. Junto con ellos también se levantaron 250 varones de la congregación de Israel. Tanto el líder Coré como los demás eran varones de renombre. Eran personajes muy ilustres, principales en la congregación; Coré, incluso, pertenecía a la tribu de los levitas que, como sabemos, ostentaba el privilegio de servir en el tabernáculo. Orgullosos de su posición se allegaron a Moisés y le demandaron que realizara importantes cambios en el orden ministerial. No se anduvieron por las ramas, con toda claridad le dijeron a Moisés y a Aarón: “¡Estamos hartos de ustedes! Porque toda la congregación, todos sin excepción, son santos y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, entonces, se ponen ustedes al frente de la congregación?”.

Cuando Moisés escuchó estas palabras no pudo hacer nada más que postrarse sobre su rostro. El caudillo de Israel entendía perfectamente la gravedad de aquella rebelión, las consecuencias que podría traer para todo el pueblo. Pero Moisés se puso del lado de Dios, sabía que solamente Él podría legitimar su ministerio. Así que desafió a los quejosos pidiéndoles que trajeran incensario y lo pusieran delante de Jehová, “aquel a quien Jehová escogiere, aquel será el santo; esto os baste, hijos de Leví” (v. 7). Al parecer, el deseo oculto de Coré y los suyos era procurar para ellos mismos el sacerdocio; no les bastaba, como les aclaró Moisés, el hecho de que Dios los hubiese acercado también para ministrar en el servicio del tabernáculo de Jehová. Datán y Abiram, por su parte, reprocharon a su pastor Moisés que se quisiera enseñorear del pueblo cuando ni siquiera los había metido en esa tierra de promisión de la que tanto les había hablado, y rehusaron presentarse delante de Jehová (vv.13-14).

Una vez que el grupo de Coré y Moisés y Aarón estuvieron delante de la puerta del tabernáculo, Dios presente en su gloria ni siquiera esperó que se cumpliera el desafío: “Apartaos de esta congregación —tronó Jehová—, y los consumiré en un momento”. Moisés entonces volvió a interceder por aquel pueblo tan duro de cerviz: “¿No es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?”. Dios escuchó los ruegos de su siervo y no quiso destruir a todo el pueblo; sin embargo dijo: “Apartaos de en derredor de la tienda de Coré, Datán y Abiram”. Luego Moisés, acompañado de los ancianos de Israel, fue a las tiendas de Abiram y Datán y ordenó al pueblo que se apartara de aquellos hombres impíos y que no se tocara ni aun sus pertenencias.

Entonces Moisés siervo del Señor puso en claro aquel negocio: “si como mueren todos los hombres muriesen éstos o si siguen la misma suerte que siguen todos los difuntos, entonces Jehová no me envió. Pero si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriese su boca y los tragare con todas sus pertenencias, y descendieren vivos al sepulcro, entonces conoceréis que estos hombres han enojado a Jehová en demasía…” Y apenas había terminado de hablar Moisés, cuando se abrió la tierra y tragó a Coré, Datán y Abiram, y con ellos también sus familias y todos sus bienes. Enseguida, Jehová hizo descender fuego sobre los 250 hombres que se habían levantado contra Moisés y Aarón.

El apóstol san Judas se refiere a este acontecimiento para ilustrar la necedad de aquellas personas que rechazan la autoridad e incluso se atreven a blasfemar de las potestades superiores: “¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balam, y perecieron en la contradicción de Coré” (v.11). Judas califica a los tales como “animales irracionales” (versión 1960) o de plano como “bestias brutas” (versión 1909).

Pero tal vez nosotros, la congregación del Israel espiritual, tenemos derecho a cuestionar a los siervos de Dios cuando cometen graves pecados o errores garrafales. Entonces sí estamos en nuestro derecho de murmurar, criticar abiertamente o incluso acusar a aquel ministro que con sus actos equivocados está llevando al pueblo a la ruina. ¡Claro que sí! Estamos en todo nuestro derecho, la ley humana incluso está de nuestro lado.

Bueno, pues, ¡tampoco podemos hacerlo! Veamos si no fue muy censurable lo que hizo Moisés en otra ocasión, un poco antes de lo que pasó con Coré (Núm. 12:1-15). El caudillo de Israel había tomado como esposa a una mujer extranjera y eso era abominable a los ojos de sus mismos hermanos. Más que nada, Aarón y María codiciaban tener el mismo poder en la toma de decisiones que tenía Moisés: “Y dijeron: ¿solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?”. Era como decir: “Por causa de este pecado Moisés debe ser removido de su puesto; pero no hay problema, porque si Moisés ya no puede cumplir con su ministerio, pues aquí estamos nosotros, que también estamos muy bien capacitados”.

Otra vez Dios sale en defensa de su siervo: “Si Yo hablo cara a cara con Moisés como no lo hago con nadie más, ¿por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?”. Dicho esto, la ira de Jehová se encendió contra los dos hermanos y se apartó de ellos. La nube se apartó también del tabernáculo dejando sin ministerio a Aarón, y sobre María vino la lepra.

La lección que debemos aprender en este último caso es que Dios es quien, en todo caso, juzga a sus ministros. No hay razón alguna para que el pueblo le pida cuentas a quienes están por encima de él. Dios tenía una estrecha relación con Moisés, ellos tenían un convenio establecido que solamente podía ser confirmado o derogado por Dios mismo. Aunque un siervo como Moisés no se ha vuelto a repetir en la historia, los términos del contrato entre Dios y sus ministros no han cambiado sustancialmente: Dios, en su soberana voluntad, es el único que confirma o reprueba el ministerio de sus siervos. Jehová no alabó a Moisés por haber tomado una esposa extranjera, pero tampoco iba a alcahuetear la insubordinación ni siquiera de los más cercanos a su siervo.

Asumamos que somos santos (santo quiere decir “apartado para Dios”), más santos incluso que el pastor que está al frente de nosotros. Creemos que tenemos más cultura, conocimientos bíblicos, fama, mansedumbre y sensatez que el pastor. Con esas credenciales en la mano nos atrevemos a murmurar en contra de quienes nos pastorean o abiertamente nos lanzamos a calificar a los siervos de Dios de “lobos rapaces”, “sanguijuelas que sangran a la Iglesia”, “amargados que usan el púlpito para lanzar indirectas” y un largo etcétera. Y si esta congregación es santa, ¿para qué necesitamos a los pastores? “¡Basta ya de vosotros!”, estaríamos tentados a decir. Nosotros también podemos predicar, ofrecer el presente, ungir a los enfermos, aconsejar a los necesitados, organizar a los obreros, amonestar a los desordenados, celebrar juntas y predicar el evangelio. Y lo mejor de todo: sin cobrar un solo centavo.

Pero, ¿a quién le va a pedir cuentas el Príncipe de los Pastores en su venida? A todos y a nadie. ¿A quiénes les va a preguntar diariamente por el buen estado de las ovejas? A todos o mejor a nadie. ¿Acaso Dios estableció un convenio con la congregación? ¿Acaso cada uno recibió la imposición de manos del presbiterio? ¿Acaso no valoramos que Dios nos haya acercado al privilegio de servir en el ministerio del templo, que ahora codiciamos también el sacerdocio? Moisés no era el pueblo ni el pueblo era Aarón. El pastor no es el pueblo ni la congregación es el ministro ungido para presidirla. Ni usted ni yo podemos pedir o rendir cuentas de algo que no hemos recibido bajo nuestro cargo, es decir las ovejas. Si la Iglesia está descuidada, si las más débiles están en las barrancas sin que haya un cayado que las rescate, si las ovejas vagan al alcance de los lobos, si reciben palos en lugar de consolación; ¡hermano en Cristo! ¡No será usted quien pague por ello!

No se ponga en peligro de muerte blasfemando en contra de quienes han sido puestos por Dios como sus superiores. Saúl era un rey impío en los tiempos en que David ya había sido ungido como el nuevo soberano de Israel. La persona de Saúl, sus actos, su degradada condición espiritual, todo cuanto él representaba constituía una vergüenza para el pueblo de Dios. Empero, Saúl seguía siendo el rey, era el ungido de Jehová y por tanto no se podía ver en él a un hombre común. Quien veía al rey Saúl veía también por encima de él la dignidad de Jehová el Señor. Eso vio David en Saúl en el collado de Haquila; por esa misma razón, cuando Abisai dijo “Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano”, el futuro rey contestó: “¿Quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?” (1º Sam 26:9).

La insubordinación y el amotinamiento se pagan con la vida. Si usted cree que porque ahora ya no desciende fuego consumidor Dios ha dejado de respaldar a sus ministros, usted está equivocado. La vida y la muerte de sus siervos es cosa de alta estima delante de los ojos de Dios. En ellos Dios ve su propia dignidad y su Palabra dada. ¡No se pone en entredicho la Palabra de Dios! ¡No sea ingenuo!

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplo de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los Pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. (1ª Pe 5:1-4.)

Los pastores también lloran

Publicaciones de Sana Doctrina

¿Sabías qué los pastores también lloran?
FALSAS EXPECTATIVAS
Su función no es la de ser padres sustitutos. No son psicoterapeutas. No son conserjes, fontaneros o empleados de la construcción. No son profesionales expertos en la gestión de crisis. No son expertos en la resolución de conflictos. No son gerentes de una empresa. No tienen una conexión inalámbrica especial con el Espíritu Santo para resolver tus problemas personales. No son responsables por tu pecado. No han sido especialmente fabricados para recibir golpes [sin resentirse por ello] durante mucho tiempo. No es un requisito pastoral recibir crítica injusta y de forma repetida. No son gente famosa o héroes mediáticos. También tienen familias con problemas reales. No se puede esperar de ellos que siempre estén dispuestos e incansables. No son Dios en forma humana. También acaban agotados, estresados o incluso quemados.
EXPECTATIVAS REALISTAS
Es de esperar que los pastores sirvan. Es de esperar que los pastores enseñen. Es de esperar que los pastores lideren. Es de esperar de los pastores inspiren. Es de esperar que los pastores oren.
Los pastores [también] lloran. Los pastores [también] se cansan. [Por supuesto], los pastores son humanos. Los pastores [también] necesitan tiempo con sus familias. Los pastores [también] necesitan renovarse.
Los pastores también necesitan de tu oración.

OREMOS POR ELLOS

Tomado del FB

Argentina inicia 40 días de ayuno y oración

Notiprensa

El domingo 2 de septiembre comenzó la campaña 40 días de Ayuno y Oración en la república de Argentina, con la visión de buscar juntos, como pueblo de Dios, Su voluntad. Pastores animan a líderes y congregaciones a sumarse a este importante desafío.

“Animo a todos los pastores y hermanos del país a ser parte activa de estos 40 días de oración, ayuno y renovación personal; una actividad nacida en el corazón de Dios y patrimonio de cada uno de nosotros”, declaró Jorge Sennewald, de Buenos Aires.

“Síganla en libros, devocionales en video, por la radio y por todos los medios que puedan. Nuestra nación precisa de una intervención de Dios, en clamor y unidad, y vamos a buscar que eso ocurra. Confiamos y declaramos que así será.

Osvaldo Carnival, de la Capital Federal, aseveró que “los 40 días de 2011 fueron un renuevo para nuestra congregación. Estar abocados durante 40 días a buscar a Dios con un mismo material, orando por los mismos motivos, en un mismo sentir y en sintonía con hermanos de todo el país fue una experiencia maravillosa.

“Esperamos con ansias el comienzo en 2012 creyendo que algo grande ocurrirá entre nosotros y en toda la nación.”

Carlos Mraida, también de Capital Federal, indicó que “siempre estamos orando por nuestra amada Argentina para que experimente un avivamiento con transformación, y clamando por la única Iglesia de Jesucristo que Él tiene en cada ciudad, para que sea el instrumento para ese avivamiento.

Néstor Golluscio, de Bahía Blanca, consideró que “los 40 días de oración, ayuno y renovación personal serán una herramienta extraordinaria para que la iglesia de Cristo en Argentina se extienda hacia la irrenunciable misión de que el Reino de Dios avance de manera poderosa, siendo participe de cosas que ojo no vio ni oído escuchó”.

Carlos Annacondia, de Gran Buenos Aires, aseguró que «éste es el tiempo de que nos levantemos como el ejército de Dios para generar bendición a una nación que la necesita. Dios nos ha dejado herramientas para la conquista, herramientas como el ayuno y la oración para generar que lo sobrenatural de Dios afecte y cambie lo natural de nuestro mundo.

“Les animo a sumarse con compromiso a esta oportunidad que Dios nos da para generar cambios en nuestra Nación por medio del ayuno y la oración.

Busquemos que en este tiempo nuestro clamor por Argentina sea como el de Cristo en Hebreos 5:7: «Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lagrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente».

“La historia puede cambiar por el poder de la fe puesta en Dios y Su palabra”, finalizó Juan José Churruarin, de Goya. Corrientes.

Para más información puede consultar http://www.oramos.com.ar

¿Y en dónde está la Iglesia?

Contentos en nuestra Jerusalén

Roberto Pérez Ortíz*

Desde hace aproximadamente 15 años, la inseguridad se ha convertido en un tema primordial para la ciudadanía. La violencia se ha transformado en un asunto prioritario, principalmente por el incremento en la criminalidad en la década pasada: desde secuestros, asaltos bancarios, narcotráfico, fraudes, robo de autos y de casas, hasta los “nuevos” delitos, como el secuestro exprés.

En México, las tasas globales de homicidios han disminuido en los años recientes, según los datos oficiales; aunque esto depende de la zona geográfica, pues el fenómeno es al contrario en donde opera el narcotráfico. Otro factor preocupante es el incremento del robo con violencia.

¿Y a todo esto qué hace la Iglesia?, ¿los pastores?, ¿los líderes de jóvenes?

Las cifras que vemos en el mapa corresponden a Nezahualcóyotl, pero son representativas de lo que sucede en el DF, el Edomex y el resto del país. Los números muestran una realidad contundente. Mientras que en el municipio hay, en promedio, 500 robos a casas-habitación, dos mil asaltos en la calle y 200 violaciones o intentos de violación (sólo delitos denunciados), en ese mismo territorio sólo hay, según cálculos conservadores, 300 templos (en realidad sólo hay 76 asociaciones religiosas registradas ante Gobernación).

El pueblo de Dios, y sobre todo los jefes de los escuadrones de Israel, deberían volver a reflexionar acerca de su misión. Aquí la pregunta es: ¿No nos estamos encerrando entre las cuatro paredes de la casa de oración?, ¿tan contentos estamos en nuestro Jerusalén, que Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra se nos hacen muy distantes?, ¿habremos olvidado ya la Gran Comisión?

* Ministerio de jóvenes

* De acuerdo con el índice delictivo, éstas son las colonias más conflictivas del municipio:

Valle de Aragón 1a. Sección; Reforma; Metropolitana 2ª Sección; Benito Juárez 3a Sección; El Sol; Juárez Pantitlán; Ampliación Las Águilas.

Publicado en La Voz del Amado, Año I Número 3 Agosto 2007

Simonía

¿Cómo pasamos de aquel siervo de Dios que estaba dispuesto a caminar siete horas para ir a visitar a las almas a los siervos de Dios en camionetas último modelo?

Abner Chávez Ocampo

Aún recuerdo nítidamente, como si fuera ayer, esa imagen del siervo de Dios. Tenía yo ocho, quizá nueve años, y era el lazarillo de mi padre, Antonio, un hombre ciego que, sin embargo, fue maestro de varias generaciones de niños en la iglesia. Varios de ellos son ahora pastores, evangelistas y hasta obispos en diferentes congregaciones cristianas.

El hermano José María González regresaba de un largo viaje y la plática derivó en la salud del siervo del Señor, quien 35 años antes había fundado ese movimiento evangélico junto con otros seis guerreros de Dios. El Obispo, entonces, acercó las manos de mi padre, ciego como dije, a sus pantorrillas con venas exaltadas, a punto de reventarse. A pesar de su avanzada enfermedad y de su edad, él seguía haciendo recorridos a pie para visitar el rebaño del Señor.

Vengo de visitar las iglesias de la sierra de Oaxaca, justificó el varón. Y narró cómo para llegar a esas congregaciones tenía que caminar hasta siete horas o más. Comunidades aisladas y pobres, donde en lugar de recoger ofrenda, él les llevaba ayuda. Pero caminar a mí no me importa, si es por la obra del Señor, dijo, palabras más palabras menos.

El Señor lo llamó a Su presencia dos años o dos años y medio después, y otras generaciones de siervos de Dios tomaron la dirección. Por razones que hoy no tiene caso contar, hoy yo sirvo a mi Señor en otra Iglesia, aunque sigo teniendo muy buenos amigos en la congregación donde yo nací y crecí espiritualmente hablando.

Hace unos años tuve la necesidad de pasar cerca de la sede del Seminario de Pastores del movimiento que narro. Me sorprendió ver en el estacionamiento algunas camionetas y autos recientes. Por un momento pensé que estaba equivocado, pero luego corroboré que los dueños de esos automotores, algunos de ellos de lujo, eran maestros o alumnos del seminario.

En esos momentos vino a mi memoria lo que presencié siendo niño y me invadió la tristeza. ¿Qué fue lo que pasó para que ese movimiento cambiara aquella visión del siervo de Dios que estaba dispuesto a caminar siete horas para ir a visitar a las almas a esta nueva visión de que se necesitan camionetas de lujo para hacer visitas pastorales?

Confío en el Señor que esa manera de ver la vida no es lo que predomina en ése o en ningún otro movimiento evangélico en México. Sino que pervive entre los pastores el deseo por ganar más almas para Cristo y deciden optar por esa profesión porque aman a Dios con todo su corazón y quieren servirle. Creo que al menos 11 de cada 12 pastores (si hasta al Señor Jesús se le coló Judas Iscariote) están dispuestos a lo que sea, con tal de predicar la sana doctrina.

Pero no podemos cerrar los ojos. La Palabra de Dios previene al respecto. El mismo apóstol Pablo advertía: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29) y en sus epístolas se quejaba de que había quienes predicaban a Cristo teniendo como motivación “torpes ganancias”.

Hechos de los Apóstoles capítulo 8 narra la historia de Simón, el mago, que al ver las señales y prodigios realizados por Felipe y los discípulos, les ofreció dinero para que le compartieran esa virtud, pues quería seguir haciendo negocio con la gente, ya no con la magia, sino con el Espíritu Santo. De hecho, la palabra simonía, que es la compra o venta deliberada de las cosas espirituales, proviene de este pasaje de las Escrituras, haciendo referencia a Simón, el mago.

Pongo un ejemplo de simonía. Actualmente, algunos de los llamados “salmistas” están dispuestos a llenar estadios, pero son incapaces de llevar una sola alma a su congregación. Y mucho menos van a ministrar si los invitan a congregaciones pequeñas. ¿Cuánto nos van a dar de «ofrenda»?, es lo primero que preguntan.

Por desgracia, en algunos de los movimientos evangélicos en México hay también este tipo de “pastores” que hacen del cristianismo un negocio. Que dejan de ser dispensadores de los misterios del Reino y comienzan a administrar la Iglesia como si fuera su negocio, una gasolinería o una refaccionaria.

Tú, hermano, que sirves a Dios cantando, tocando, escribiendo, predicando o pastoreando, ¿qué es lo que realmente te motiva a estar en el ministerio? ¿La fama, la dama o la lana? ¿o realmente hay en tu corazón un fuego vivo que te impulsa a servir a Dios sin esperar nada a cambio en esta vida, porque tu mirada está puesta en la ciudad celestial que Cristo tiene preparada?

No estoy en contra de las camionetas de lujo, porque Dios bendice y prospera al que quiere de sus hijos, pero sí estoy en contra de que esa sea la medida para medir el éxito de un pastor o de un obispo. Cuánta falta hace en algunas congregaciones el espíritu de mansedumbre y poder que Dios depositó en hombres de fe como Moisés, Pablo o  David. Que el Eterno nos ayude a librar de una manera irreprensible la buena batalla de la fe. Dios te bendiga abundantemente.

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