Pasión por el futbol… ¿y por la Iglesia?
Benjamín Gutierrez Acevedo
La euforia que la humanidad tiene ante un partido de futbol es totalmente inigualable, es más, es “incomparable”. La emoción que el hombre siente, y ésta no es provocada sino natural, gracias a los sentimientos que Dios puso en nosotros, su máxima creación.
No se puede igualar la emoción que se vive por el evento deportivo, sin embargo cada uno de los espectadores con desenfreno total expresa su emoción; ya sea al anotar su equipo un gol, como al ganar dicho partido.
Emoción se define como la alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.
Es el interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo.
En concreto: El hombre siente una conmoción somática e intensa al participar animadamente en dicho evento, en este caso, el futbol; la emoción por la victoria del equipo es altamente descriptible mostrando brincos, manos arriba y/o pegados a los costados, gritos de jubilo y alegría, abrazos, lagrimas y, por que no, al ponerse de rodillas ante tal manifestación.
Desafortunadamente los integrantes de los equipos que participan en este evento de futbol no conocen a los millones y millones de seguidores que son fanáticos de su equipo. Tampoco los podrán identificar en la calle y, mucho menos, entablar una amistosa platica.
Es decir, para el equipo no existen los fanáticos, sino el poder adquisitivo que éstos representan, dando lugar a que les da lo mismo ganar que perder.
Para Dios seria muy alentador esta clase de euforia natural por parte de su Iglesia, momentánea y voluntaria.
Por el contrario, Dios recibe silencios e incredulidades por parte de los que deben ser sus seguidores, sus “fanáticos” y sus adoradores, y lo manifiestan abiertamente sin temor del Todopoderoso.
Imaginemos el gran derramamiento del Espíritu Santo sobre la Iglesia a nivel mundial, si ésta expresara todos sus emotivos testimonios, al ofrecer sus alabanzas o al recibir un consejo doctrinal o en el mensaje del sermón; al momento de que el testificador comentare una proeza y el cantor al exclamar de Dios la gracia o se escuche pronunciar el Nombre de Dios como prueba de su existencia; La Iglesia se pusiera de pie alabando a Dios por Jesucristo a grito abierto desde su corazón y con todas sus fuerzas. Sería impresionante la cantidad de seguidores que llegarían solos al culto por la simple cosa de que dentro de la Iglesia ocurre algo sorprendente, algo sobrenatural, y este podría ser un claro ejemplo…
A manera de jugada (Testificador).
A manera de gol (Iglesia).
Testificador: Gracia y paz de Jesucristo sea en nuestros corazones.
Iglesia: Gloooooooooooorrrrrriiiiiaaaaaaa aaaaaa Cristo!!!!!.
Testificador: Estoy contento porque mi Dios aun se acuerda de mí.
Iglesia: Aaaaaaaaaalllleeeeeeelluuuuuuuuyyyyyyaaaaaaaaa!, Aaaaaaaaaammeeeeeeennnnnnnn!!!!.
Testificador: No tengo con que pagar a mi Cristo, que ha sido bueno para conmigo.
Iglesia: Aaaaallllaaaaaabbbaaaaadddddoooooo seeeeeaaaaaa Jesucristo!!!!!!.
Testificador: es por eso que le doy la gloria a mi Padre celestial, Jesucristo.
Iglesia: Hosaaaaaaaaaaaaanaaaaaa Cristo el reeeedddddeeeeennntoooooorrrrrr!!!!!!!!!!!
Aaaaaaaaameeeeeeennn!.
Sencillamente sería espectacular una conmoción de este tipo, mediante una preparación espiritual aceptable delante de Dios, llena de santidad y pureza; seguida por una sana doctrina y verdadera adoración a Dios sin miramientos.
Lamentablemente, la Iglesia no tiene esos sentimientos hacia Dios como para derramar su alma a los pies de Cristo, y mucho menos tiene la libertad, el coraje y el valor de hacerlo, sencillamente porque no están sumergidos en el evento en el cual están participando.
Aunado a esto, los fanáticos del futbol se aprenden de sus equipos los nombres, posiciones, cantidad de goles, cantidad de tiros a gol, sus equipos pasados, sus transferencias y algunos casi podrían adivinar sus gustos. Es tal el interés sobre los equipos, que la mayoría sólo espera el día en que jueguen para dejar todo y estar presentes en el estadio o frente al televisor, gastando mucho dinero en taquillas, en camisetas, balones e infinidad de accesorios, con tal de estar dentro del circulo social futbolero.
En la mayoría de los casos no se conforman con eso, sino que repasan el juego con los comentaristas televisivos y hasta compran tanto el periódico como libros y revistas donde se hablan de sus equipos o jugadores preferidos.
Totalmente contrario a la iglesia, que la mayoría de los miembros, calculo 95% a nivel global, no siguen la vida de los profetas y apóstoles, tampoco dan tanto crédito a sus obras, riesgos y sufrimientos por causa del Evangelio de Cristo, y mucho menos un evento de suma importancia como lo es para Dios el arrepentimiento de un pecador.
Allí sí debería haber tanta euforia como se pueda, porque se le ha arrebatado al diablo un alma, se ha ganado una lucha, se ha salido victorioso en una batalla; y conviene que eso sea publicado y comentado a nivel Iglesia en general, como dice la Biblia, “Provocaos todos ustedes al amor y a las buenas obras”.
Por lo consiguiente, los fanáticos del futbol viven una emoción y victoria o derrota en la cual no obtienen ganancia de ningún tipo; la Iglesia debería meditar en la victoria y coronación de todos los santos que lleguen a la presencia del Dios todopoderoso (A El sea honra y gloria e imperio por siempre jamás), esto sin poner en duda también el grande sacrificio que se debe hacer en este “partido” que tenemos contra el mundo.
No obstante, la victoria y el premio serán en gran manera grandes para nosotros, y no está por demás que estemos día a día acariciando la idea de salir victoriosos en este encuentro espiritual.
El futbol es, sin lugar a dudas, un deporte que une a millones de almas en un solo sentir para admirar y aplaudir a su equipo favorito. El Mundial de Futbol es la competencia máxima que incluso atrae la mirada hasta de los poco aficionados.
La adoración a Dios, en este caso, debería ser un acto en que millones y millones de almas se deben unir en un solo cuerpo para admirar, reconocer, honrar, alabar, bendecir y adorar a Jesucristo, pues es el juego mas importante de toda nuestra vida aquí en la tierra.
San Pablo dice así de los deportistas de alto rendimiento de su época (1 Cor. 9:24) “No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio?” Y los compara a los competidores espirituales de todos los tiempos: “Corred de tal modo que obtengáis el premio”.
Lástima que el hombre, por su naturaleza voluble, pone más interés en los placeres temporales y sin fruto que en la emoción que lleva a la vida eterna.
¿Te emociona ver un juego de futbol? Quizá te haga feliz por un tiempo, pero a la larga perderás mucho. ¿Te emociona la adoración a Dios en tu Iglesia y te gozas grandemente? Ganas lo indescriptible, aparte Dios te conoce y sobre todo vas siguiendo los pasos hasta que llegues delante de Él.
Que Dios te bendiga, te cuide y te haga prosperar en todas las cosas que verdaderamente valen la pena para tu alma.
Y que la gracia y la paz de Dios nuestro Jesucristo llene vuestros corazones de su santo y bendito amor. Amén.
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