Está de moda ser cristiano
El caso de Kalimba y de Yuri debe traernos a reflexión de qué tan importante es vivir de acuerdo con lo que decimos que somos
Juan Elías Vázquez
¿Sería posible que un profesional jugara simultáneamente, en una misma temporada, para dos equipos que son grandes rivales entre sí? Si le alcanzaran las fuerzas y hubiera una buena paga, tal vez sí. Pero, ¿cuál sería la reacción de los seguidores de ambos equipos? ¿Para quién jugaría cuando tuvieran que enfrentarse ambas escuadras? ¿Cómo hacer coincidir los horarios?
Aunque jugara muy bien y anotara frecuentemente en los dos conjuntos, nunca se ganaría el respeto de ninguna de las aficiones. A la larga, quedaría bien con unos y mal con otros, y al revés. La respuesta a este absurdo es NO. Jugar en dos equipos que son enemigos entre sí es algo que no podemos ni debemos hacer.
¿Por qué la pregunta?
Porque algunos personajes reconocidos públicamente se dicen ser cristianos, pero no actúan como tales. Parece que juegan simultáneamente en dos equipos y, por lo tanto, no pueden ser alabados por el pueblo de Cristo; ellos han perdido el respeto de los seguidores del Señor Jesús.
Pero entonces, ¿dónde queda ese amor entre hermanos del que tanto hablamos los cristianos?
Reflexionemos un poco antes de responder a esta inquietud. En la actualidad, en algunas iglesias cristianas, ha cobrado fuerza la creencia de que todo con moderación es bueno; que no importa a lo que te dediques ni es importante cómo te vistas, pues lo que a Dios le importa es el corazón. Pongamos por ejemplo la conversión de una figura del mundo del espectáculo. Esta persona vino a Cristo trayendo su vida destrozada: enfermedad, un matrimonio hecho pedazos, drogadicción, alcoholismo, intentos de suicidio, miedo, un corazón roto, una autoestima por los suelos, etcétera.
Como aquella mujer que padecía flujo de sangre (Lucas 8:43), había gastado su dinero en médicos y en consejeros y no había hallado ningún remedio efectivo. Cuando llegó a Cristo una nueva luz brilló en su alma y un gran peso fue quitado de sus hombros. Digamos que no le quedaba ninguna solución y vino a encontrar no solamente la única, sino la mejor. Quiere decir que a Cristo, efectivamente, le interesa que todo aquel que lo busca le entregue su corazón (Proverbios 23:26), pues aquí se guardan los acontecimientos de nuestra vida y los propósitos del hombre, sean buenos o malos.
También debemos reconocer que toda aquella Iglesia que confiesa que Jesucristo es Dios y tiene la Biblia como única regla de fe es un lugar donde anida el Espíritu Santo.
Es tan notorio y positivo el cambio operado en esas personas que la opinión del mundo se ha vuelto favorable hacia los cristianos. Incluso una obra de teatro en cartelera, no hace mucho, se llamaba “Está de moda ser cristiano”. Para la opinión de la sociedad no tiene nada de raro que después de un tiempo, cuando ese artista se ha recuperado totalmente, aquel hombre o aquella mujer vuelvan con renovados bríos a su carrera de éxitos.
Nosotros no vemos tampoco ninguna objeción. Es más, esas personas famosas pueden hacer valer su ascendiente entre el público para difundir el Evangelio de Jesucristo, obra que es llamada la Gran Comisión, para la cual estamos llamados todos los cristianos.
En un principio (le llaman el primer amor) estas figuras públicas declaran entusiasmadas la obra que Dios ha hecho en sus corazones. Hasta llegan a explicar que ya no pueden, si son cantantes, cantarle a la infidelidad, a la violencia o al desamor, y hasta llegan a entonar himnos en televisión. ¿Dónde está el problema, entonces? En que no se mantienen fieles a un solo equipo.
La Biblia menciona en repetidos lugares que para el cristiano todas las “cosas viejas” pasaron y todas han sido hechas nuevas (por ejemplo: Lucas 5:36; Juan 3:3; 2ª Corintios 5:17; Apocalipsis 21:5). Eso quiere decir que una persona nueva, así sea un cantante de moda, no puede seguir cantándole a lo que le cantaba antes, ni siquiera con un mensaje positivo; el objeto de adoración debe ser Dios para el cristiano. “Pero, ¡eso no deja dinero!”, podría objetar alguien. ¿Será cierto? Cómo saberlo, si no se hace la prueba.
Pongamos como ejemplo a la cantante Yuri, quien comenzó cantándole a Dios incluso en programas televisivos y al que quería oírla le predicaba de Cristo. Pero a últimas fechas la vemos otra vez probando las mieles del triunfo en el mundo y su boca se ha vuelto muda para Cristo.
Gran parte de la culpa la tienen los pastores y líderes cristianos liberales que solapan a sus ovejas animándolas a que continúen con su antigua manera de vivir, “al fin que ya se tiene la salvación”… mientras todo se haga moderadamente.
Los cristianos, los evangélicos para ser más precisos, nos sentimos defraudados con la forma de vida mostrada por algunas figuras públicas que se dicen ser cristianas.
Pongamos otro ejemplo: el caso de Kalimba (quien se confiesa como cristiano). Aceptemos que sea inocente de los cargos de violación que se le imputaron. Pero, acá entre nos, sinceramente, ¿qué tiene que hacer un cristiano trabajando de “Dj” en un antro de perdición? (perdón, si se oye muy mojigato, pero ¿usted cómo lo llamaría?). Es en los pequeños grandes detalles donde se advierte la rectitud de una vida que va de acuerdo con la voluntad divina.
Muchos de sus seguidores pedían oraciones por Kalimba y le deseaban bendiciones. ¡Por favor! Hasta dónde vamos a llegar por mantener una opinión políticamente correcta, cuando el testimonio de Cristo sigue enlodándose. Porque el meollo del problema no reside solamente en lo que Jesús dijo, que “nadie puede servir a dos señores…” (Lucas 16:13), el punto que se discute es el “qué dirán” los incrédulos, ya ni siquiera del cristiano desordenado, sino del Evangelio.
No se trata de dilucidar si Dios es misericordioso o no; tampoco si uno como cristiano debe pasar por alto, por puro amor, una conducta deliberadamente contraria a las enseñanzas del Cristo de la Biblia; se trata, en cambio, de dar buen testimonio de lo que Jesús hizo en nuestra vida. Es Él, Dios en Cristo, quien queda por los suelos ante la opinión del mundo. Porque si digo que Cristo hizo de mí una nueva criatura y un ser fuerte y útil para traer buenas noticias y soluciones a los problemas que enfrenta el mundo, y con mis malas obras testifico lo contrario, a Jesucristo niego, y vendré a ser peor que los incrédulos. ¡Qué difícil es ser cristiano, amigos!
¿…y los lideres alcahuetes?
El meollo del asunto no solamente está en lo que dijo el Señor tocante a que quien a dos amos sirve, con uno de los dos queda mal. El centro del asunto es que nosotros debemos dar buen testimonio de Cristo porque somos cartas leídas por todos los hombres. Deberían ser nuestros embajadores más visibles y, por lo tanto, más influyentes en la predicación del Evangelio, la Gran Comisión.
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