Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

La pared que dejaron los romanos

Movimientos cristianos ligan el Muro de las Lamentaciones con el fin del mundo, explica el antropólogo Elio Masferrer

Los judíos están listos para reconstruir la tercera edición del templo de Jerusalén, destruido hace casi dos mil años

Por Olga Miranda Mendiola 

(segunda parte)

De acuerdo con las crónicas de la época, cuando las legiones del general Tito destruyeron el templo de Jerusalén, en el año 71 de nuestra era, dejaron en pie una parte del muro exterior. Tito, quien a la postre sería César, conservó este muro para que los judíos recordaran que el imperio romano había vencido y humillado a Judea. De ahí se cree que nació el nombre de Muro de las Lamentaciones.

Los judíos, sin embargo, atribuyeron la conservación de esa pared a una promesa hecha por el Dios de Israel, según la cual siempre quedaría en pie al menos una parte del sagrado templo, como símbolo de su alianza perpetua con el pueblo elegido. 

Los romanos no destruyeron el primer templo o templo de Salomón, el cual se construyó en el siglo X a. C., pues ese fue arrasado por los babilonios en el 586 antes de nuestra era. Tito y sus huestes atacaron el segundo templo, reconstruido por Esdras y Nehemías a la vuelta del exilio de Babilonia, y remozado por Herodes el Grande. Cada templo judío se mantuvo en pie por unos 400 años.  

Los judíos han rezado frente a este muro durante los últimos dos mil años, creyendo que este es el lugar más sagrado de la Tierra al que tienen acceso, pues no pueden entrar a la Explanada de las Mezquitas, lugar exclusivo de los musulmanes. 

Hoy existe la posibilidad de construir un tercer templo, afirma Elio Masferrer Kan, investigador emérito de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), quien considera que, de alguna manera, esa reconstrucción está vinculada con cierta corriente apocalíptica que el judaísmo comparte con el cristianismo. El antropólogo explica que ciertas corrientes del mundo cristiano vinculan la reconstrucción del templo de Jerusalén con el fin del mundo, «visión que es parte de la teología del judaísmo y del cristianismo”. 

“Cuando el presidente (Donald) Trump planteó que iba a trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, y además presionó a otros países para trasladar sus embajadas a Jerusalén, generó un conflicto no sólo con los musulmanes, sino con otros grupos. Es un asunto de los cristianos no tanto de los judíos”, detalla el también investigador del INAH. 

Al preguntarle la influencia de la cultura judía en México, desde el punto de vista antropológico, de los judíos mesiánicos y su influencia en el cristianismo, el antropólogo explicó que se trata de dos cosas distintas. «En México, como muchos países del mundo occidental, tienen una gran influencia de un complejo cultural que los antropólogos llamamos la tradición judeo-cristiana. 

«Entiendo que el cristianismo toma muchos elementos del judaísmo. Cuando Pablo plantea eliminar la circuncisión, y de alguna manera argumenta la gran comisión: Id y predicar el Evangelio a todas las naciones, entonces ahí de alguna forma crea otra religión: ya no es el judaísmo.» 

El cristianismo, además, «incorpora elementos de imágenes, figuras, representaciones de seres humanos, y todo ese tipo de cosas que definitivamente no están en la tradición del judaísmo.  Entonces lo que hay que entender es que de alguna manera también el Islam está dentro de las tradiciones abrahámicas: o sea, reconocen a Abraham como profeta; y en el caso de Jesús de Nazaret, ahí viene otra polémica, porque evidentemente los judíos étnicos tradicionales, por decirlo de alguna manera, lo reconocen». 

Expone que los judíos deben asumir que Jesús de Nazaret era un pensador de la época, pero evidentemente no aceptan que sea el Mesías, el Hijo de Dios. «Lo que debemos entender es que una cosa es la influencia del judaísmo como sistema cultural y otra cosa es el aspecto organizativo del judaísmo y del cristianismo”. 

El experto en antropología también detalla que existe otra polémica en el mundo evangélico, los pentecostales y los adventistas del séptimo día, que utilizan más el Antiguo Testamento que el Nuevo Testamento. Incluso hay varias tendencias y corrientes en el cristianismo, por ejemplo, los campesinos alemanes del siglo XVI, que protagonizaron una reforma radical con reparto de tierras, división de los siervos con base en el Antiguo Testamento. De ahí surgen menonitas y anabaptistas, que están en México, que exponen que la tierra se distribuye cada 52 años. 

Masferrer recuerda que, en el caso de México, uno de los secretarios de Emiliano Zapata era Otilio Montaño, un pastor metodista, que redacta Los manifiestos zapatistas junto con un sacerdote católico. Entonces también hay una influencia de esta referencia bíblica en el movimiento zapatista. 

También están los adventistas, que retoman muchos elementos del Antiguo Testamento, incluso las normas Kosher o Kasher que caracterizan a los anaptistas (etiqueta de ciertos productos alimenticios que respetan preceptos de la religión judía, que son considerados puros).  

De los judíos mesiánicos, Masferrer Kan explicó que mantienen ciertos elementos del judaísmo y considerar que Jesús de Nazaret como Mesías. Y hay otro movimiento en el mundo pentecostal que se asumen como neojudíos, por decirlo de alguna manera. Aunque la colectividad judía no los reconoce. «Hay ahí un punto de intención, porque el judaísmo plantea la situación matrilineal: usted tiene que tener una madre judía para ser considerado judío. Entonces los grupos se judaízan, pero sólo los reformados, que aceptan la conversión al judaísmo, pero es un punto en polémica. Es un punto de tensión, y siempre ha pasado ese tipo de cosas, siempre va haber distintas interpretaciones y polémicas en toda la propuesta religiosa”. 

Al preguntarle su opinión sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento desde el punto de vista histórico, el investigador Masferrer Kan, respondió:  “En definitiva debemos entender que estos textos tienen historia. Originalmente era una tradición oral que la gente se lo aprendía de memoria y lo repetía, etcétera. Y la comunidad judía de Alejandría decide poner por escrito su tradición oral. Entonces llevó a rabinos a Alejandría, dictaron y ahí está el texto. 

«He leído sobre esto, pero no es mi especialidad entonces en definitiva la Torá, nombre que le dan los judíos al texto sagrado, es resultado de sucesivos momentos históricos, incluso hay una etapa en la que podíamos ver a los primeros judíos del Dios castigador. Luego la visión del Dios castigador se va transformando, va cambiando. 

«Después viene el Nuevo Testamento entonces empieza una etapa de la enseñanza de Jesús de Nazaret. Y también hay otro punto complejo, porque en definitiva en el Concilio de Nicea, a principios del siglo IV, comienza esta era y se decide cuáles son los textos apócrifos y cuáles son los textos canónicos. 

«Podemos decir desde el punto de vista histórico que hay sucesivas recomposiciones, por ejemplo, estos textos. Ahora evidentemente hay incluso otro judaísmo y toda la serie de pensadores clásicos que están en el Talmud. Son lecturas clásicas e interpretaciones, entonces hay constantemente diversas interpretaciones, nuevas lecturas, etcétera.

«Y dentro del cristianismo también hay otra reflexión tienen la patrística. Y esto puede llegar hasta la actualidad, o sea, de alguna manera es vital. El asunto es que el texto es constantemente revisado, consultado, criticado, analizado y surgen nuevas elaboraciones. 

«La otra cosa que identifico como antropólogo es que muchas veces los distintos segmentos de los creyentes eligen una parte de la Biblia y omiten la otra, que no le gusta. Entonces es un trabajo, un tratamiento podríamos decir caprichoso del texto, lo acomodo a mis intereses y experiencias. 

«Entonces como antropólogo e historiador, nosotros somos muy prudentes, porque evidentemente es un texto muy importante para todos los creyentes, pero tampoco podemos soslayar el manejo del texto que suelen hacer los intérpretes de todas las tendencias, de todas las religiones. Por lo tanto, los antropólogos, los historiadores somos respetuosos. Tenemos claro cuál es el proceso histórico de construcción de este texto», concluyó Elio Masferrer. 

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