Asael Velázquez
El informe anual sobre las Perspectivas Agrícolas Mundiales, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), dibuja un futuro preocupante y peligroso para el planeta. Los precios de los alimentos se mantendrán muy altos en la próxima década y los más afectados por la crisis mundial de alimentos serán los habitantes de los países pobres.
Los precios agrícolas ya se han duplicado en los dos años más recientes, pero se prevé que en la próxima década aún estén entre 20% y 80% más caros que la década anterior, de 1998 a 2007. Los incrementos reales oscilarán entre 10% y 50%. El arroz y el azúcar subirán más de 30% (10%, si se tiene en cuenta la inflación), mientras que el trigo se encarecerá 40%.
Los organismos mundiales explican que todo se origina por la excesiva demanda mundial de energía. Por un lado, el alza imparable del precio del petróleo; por otro, la emergente industria de los alimentos transgénicos y las medidas proteccionistas de los países ricos, según explicó Loek Boonekamp, economista de la OCDE.
«Cualquier golpe sobre la oferta, por ejemplo una sequía, incidirá directamente en la inflación, por no hablar de los efectos del cambio climático», explicó el director general de la FAO, Jacques Diouf. Además de las sequías, se señalan cambios estructurales en la demanda: modificación de la dieta de la población en los países emergentes, como China e India, y los movimientos especulativos de los inversores en los mercados donde cotizan las materias primas, en los llamados mercados de futuros. Otra explicación atribuye la crisis a la presión de los inversionistas a que el mundo acepte los llamados alimentos genéticamente modificados o transgénicos.
“Hay que tomar medidas”, afirmó el director de la FAO. De no hacerlo, el número de personas que sufren hambre en el mundo, calculado ahora en 862 millones, podría duplicarse.
Principio de dolores
“Y habrá grandes terremotos, y en varios lugares hambres y pestilencias”, afirmó hace casi dos mil años nuestro Señor Jesucristo. Pero tuvo cuidado de aclararle a sus discípulos: “No os espantéis, porque es necesario que estas cosas acontezcan primero: mas no luego será el fin” (Luc. 21:9-11). Y la versión contada por el evangelista Mateo añade: “Y todas estas cosas, principio de dolores”.
Cada dato externado por los organismos mundiales viene a reforzar lo anunciado por las Sagradas Escrituras. Cada que prendo la televisión o la radio para ver las noticias, los reporteros o los locutores no hacen sino confirman con datos, imágenes o sonidos que el Señor ya está muy cerca, que está a las puertas.
Son muchas las noticias que lo corroboran, pero veamos algunos más: el 18 de julio pasado, la FAO alertó que, debido a que continuará la crisis alimentaria y la baja producción agrícola en el orbe, hay una latente amenaza de desborde social que podría desencadenar en crisis incontrolable. En abril pasado, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, calculó que unas 100 millones de personas podrían verse seriamente en riesgo por esa crisis.
El director general de la FAO, Jacques Diouf, lamentó que la inversión en agricultura haya bajado 14 puntos porcentuales en la última década, en línea contraria al aumento poblacional, que pasará de seis mil a nueve mil millones de personas en los próximos años.
“Desde hace un buen tiempo se había avizorado que habría conflictos sociales por la crisis alimentaria”, recordó Diouf. Criticó la falta de compromiso de los países industrializados que no desembolsaron los 11 mil millones de dólares a que se comprometieron, otorgando apenas mil 700 millones para paliar la hambruna. En 2007 hubo en el mundo más de 50 millones de personas que padecieron hambre por el incremento en los precios de productos de primera necesidad, situación que podría complicarse en los próximos meses.
Durante los años 2007–2008 se han producido alzas de precios de los alimentos a escala mundial, lo que ha provocado una crisis alimentaria en las regiones más pobres del mundo, además de inestabilidad política y disturbios sociales en varios países.
Entre los motivos de la crisis se dice que están el alza continua del precio del petróleo, que ha aumentado los costos de los fertilizantes y el costo de transporte de los productos. Estos factores, unidos a la caída de las reservas de alimentos en el mundo y la inestabilidad producida por especulaciones del mercado de acciones han contribuido a aumentos a nivel mundial de los precios de los alimentos. En los países desarrollados el incremento de precios se convirtió en la principal preocupación de las clases populares.
Crece la población mundial
Históricamente, el crecimiento de la producción alimentaria ha sido mayor que el crecimiento de la población. El alimento por persona incrementó de 1971 a 2005. Algunos han argumentado que esta crisis alimentaria se debe al crecimiento sin precedentes de la población mundial; otros, sin embargo, mencionan que la tasa de crecimiento de hecho ha bajado de manera drástica desde 1980 y la disponibilidad de cereales ha seguido superando a la población. La producción del alimento per cápita ha crecido desde 1960 y esta tendencia no ha cambiado dramáticamente con las cosechas de 2006-2007.
Los análisis de abril de 2008 de la FAO mantienen que mientras el aumento del consumo de cereales ha subido uno por ciento desde 2006, la mayoría de este aumento se ha ido a países desarrollados. Donde el aumento del consumo se ha incrementado, ha sido en gran parte en valor añadiendo (procesados) alimentos, que se vende en países en desarrollo y naciones desarrolladas. El crecimiento de la utilización total de cereales desde 2006 (arriba de 3% sobre el promedio anual de 2000 a2006, que era de 2%) ha sido mayor en el uso no-alimentario, especialmente en biocombustibles.
Estos reportes, por lo tanto, concluyen que el uso industrial, la alimentación y la aportación intensiva de alimentos, y no la explosión demográfica entre pobres consumidores de simples cereales, ha contribuido al incremento de precios.
Otro signo de alerta se ha dado en países como Haití, Egipto, Indonesia, Bangladesh, India, Pakistán, Tailandia y países de América Latina, porque ha habido disturbios en protesta por las alzas de los precios de la comida. El Banco Mundial afirma que 33 países se ven enfrentados a problemas políticos y desórdenes sociales a raíz de la crisis.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, pidió al Congreso de ese país 770 millones de dólares (0.0059% de su PIB de 13 billones de dólares) para ayuda alimentaria y programas de desarrollo. En México, el presidente Felipe Calderón acordó con representantes industriales la congelación de los precios de más de 150 alimentos básicos hasta finales de 2008. La medida se lleva a cabo en un intento por frenar la inflación que en el último mes se situó en 4.95% en tasa interanual, el máximo desde diciembre de 2004.
Productos básicos como café, sardinas, atún, aceite, sopa o té, entre otros, mantendrán sus precios hasta el 31 de diciembre (2008), de acuerdo con lo acordado por el gobierno federal y la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), para enfrentar la crisis de los alimentos y tratar de controlar la inflación.
Una generación privilegiada
Todo el anterior panorama no tiene como propósito asustar o alarmar al pueblo santo. De hecho, las crisis son presentadas en las Sagradas Escrituras como una gran oportunidad de demostrar de qué estamos hechos. Las páginas de la Biblia están llenas de momentos cumbre en los cuales los israelitas (en la carne o en el espíritu) tenían que demostrar su fe o la carencia de ella. A la reina Esther, por ejemplo, Mardoqueo le mandó decir en el momento más difícil de esa época, cuando pendía sobre los judíos un decreto de exterminio, que ella tenía que intervenir, incluso con el riesgo de muerte, porque “¿quién sabe si para esta hora se te ha concedido llegar al reino?”
Hermanos, somos una generación privilegiada, porque a nosotros se nos ha concedido comenzar a ver las señales del próximo advenimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Y somos privilegiados porque, además de las señales en el cielo y en la tierra, las profecías previas al rapto de la Novia indican que la Iglesia tendrá un avivamiento sin precedente, una restauración de todos los dones prometidos al cuerpo de Cristo. Y sólo entonces “Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado, a quien de cierto es necesario que el cielo retenga hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas” (Hechos 3:20-21).
Entonces, el hecho de que haya crisis alimentaria (hambrunas), guerras, sediciones y otras señales proféticas, en lugar de espantarnos, debería llenarnos de gozo. De un gozo indescriptible. Primero y lo más importante, porque el día de encontrarnos con nuestro Amado está cada vez más cercano.
Segundo, porque es una gran oportunidad de que Dios nos demuestre su provisión extraordinaria. Como pasó en Gosén y Egipto. Mientras que las plagas azotaban al pueblo de Faraón, entre el pueblo israelita no había moscas, ranas, piojos oscuridad, muerte ni crisis, para que el mundo antiguo y el actual sepa reconocer que sí hay diferencia entre el pueblo de Dios y el resto de la gente.
Creamos firmemente en las promesas de Dios para tiempos de crisis, como los que se avecinan. Dice el salmista “Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue pan” (Sal. 37:25).
Publicado en La Voz del Amado, Año 2 Número 13 agosto-septiembre 2008