Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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La higuera y la salvación de los gentiles

Por Olga Miranda M 

(Tercera y última parte) 

El árbol sicómoro también es llamado higuera de burro, y es el tipo de árbol sobre el cual subió Zaqueo (Lc. 19), para encontrarse con Jesús. 

El Diccionario Bíblico dice que el sicómoro puede llegar a una altura de hasta 16 metros y alcanza una circunferencia de hasta 10 metros. 

En Lucas 17:6 el Señor Jesús señala un árbol grande de este tipo y dice a sus apóstoles, quienes eran judíos: 

“Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza podríais decir a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar; y os obedecería”. 

En este texto, el sicómoro es una especie de higuera y, efectivamente, los israelitas fueron desarraigados de su patria y trasplantados al mar, que en la Biblia simboliza las naciones. 

Ése fue el designio de Dios que, aunque fue una desgracia para los judíos, se convirtió en una bendición para los pueblos. Por la predicación de los apóstoles, quienes también eran judíos y, por lo tanto, provenían de la higuera, el Evangelio fue llevado a los gentiles. 

De este desarraigo (desprecio) del Evangelio por parte de los judíos, éste se pudo extender hacia las naciones, de lo cual habla la Biblia en Hechos 13: 46-47: 

“Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros (los judíos) a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha llamado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra”. 

Los apóstoles tuvieron la fe de trasplantar la bendición de Israel al mar de las naciones. Su Mesías nos fue traído a nosotros, los gentiles, como Jesús el Cristo: Señor y Salvador. 

El desarraigo espiritual de Israel tuvo también, como consecuencia del primero, el desarraigo material, textual: en el año 70 después de Cristo, los judíos fueron dispersados por todo el mundo.

El Señor Jesús ya se había referido una vez a esto cuando dijo: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43). 

Lo que parecía ser un juicio, resultó ser una derivación de la bendición hacia los gentiles. 

El apóstol Pablo lo confirma en sus palabras a los judíos, cuando explica que, según Isaías 49: 6, es necesario convertirse en salvación y luz para todos los gentiles. Al trasplantarse la “higuera” al mar de las naciones, nosotros llegamos a tener parte de esa bendición y de la savia de salvación de la misma. 

Pablo dice en Romanos 11:11: “¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles…” 

La Palabra Profética de la Biblia promete a la higuera que será restaurada en la tierra de los padres, lo cual está sucediendo desde 1948, y continuará sucediendo hasta su cabal cumplimiento. Y así también vuelve la bendición a su tierra y a su propio pueblo. 

La higuera nuevamente se arraigará y dará frutos. Por eso Pablo continúa diciendo en Romanos 11:12: “Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección, la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” 

Este nuevo arraigamiento de la higuera, Israel, en su tierra para la restauración nacional y espiritual también es enfatizado en Romanos 9:26: “Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente”. 

¿De qué lugar se está hablando aquí? De la tierra de Israel. 

Finalmente todo desemboca en la maravillosa promesa de Miqueas 4:4: “Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los Ejércitos lo ha hablado”. 

Este sentarse debajo de la vid y de la higuera es una maravillosa imagen de una vida de paz y seguridad. Esto todavía no sucede, pero por parte de Dios Israel será guiado hacia esa realidad, es decir, al Reino de Jesucristo de los mil años. 

Ya en el reinado de Salomón se indicaba que, hacia el milenio, un día habrá paz: 

1 Reyes 4:25 “Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón”. 

Esto se cumplirá de forma perfecta cuando Jesucristo, como el Mesías de Israel, el Hijo de David, regrese a rescatar a su pueblo. Así que oremos que el Señor Jesucristo regrese pronto. Amén. 

¡Dios les bendiga! 

Sabiduría de hombres o poder de Dios

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 12)

Juan Elías Vázquez

PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

 CAPITULO 2

Es de hacer notar, que la Palabra de Dios no es de inspiración humana ni es fruto de la sabiduría de los hombres. Pablo manifiesta a esta iglesia, fascinada al parecer por la retórica de los hombres ilustres del mundo griego, que no ha venido él con ese tipo de “excelencia de palabras o de sabiduría”.

Versículo 1. Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.

Versículo 2. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo y a éste crucificado.

Pablo ya les había hecho ver a los corintios que entre ellos no abundaban los sabios ni los poderosos (1:26). Esta es una de las razones por las cuales Pablo les escribe acerca de Cristo con palabras sencillas y diáfanas. La otra razón estriba principalmente en la claridad, pues el contenido de las Cartas paulinas está dirigido a conversos de todas las clases sociales y niveles culturales, e históricos. Aun así, las Cartas de Pablo no son de fácil lectura y comprensión, si bien esto se debe a la falta de firmeza espiritual y a la inconstancia, como bien explica san Pedro (2ª Pe 3:16). Por último, Pablo señala con diligencia el precioso objetivo que guarda el mensaje evangélico: presentar a Cristo y a éste crucificado.

Versículo 3. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor.

El Apóstol era muy precavido a la hora de mostrarse delante de sus hijos en la fe. Entendemos que no era un hombre arrogante, que viniera con aires de suficiencia al estilo de los filósofos o funcionarios políticos de su tiempo. Al contrario, se mostraba humilde; “temblaba” ante la más mínima idea de creerse superior a sus hermanos. Su “debilidad” era real y no fingida. Todo cuanto sabía, había realizado y visto era por la obra y la gracia del Espíritu Santo que moraba en él. Sin esa fortaleza, lo sabía muy bien, Pablo no era nada. Pablo sabía mucho, había realizado grandes maravillas y atestiguado cosas indescriptibles; y, sin embargo, vivía como si nada de esto hubiera hecho o visto.

Versículo 4. Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.

El gran poder que respalda el mensaje del Evangelio, expuesto con claridad y sencillez por san Pablo, es suficiente para demostrar su veracidad y alcances espirituales. No hace falta retorcer el lenguaje al estilo de los sofistas clásicos ni adornar el discurso con elevada retórica para volverlo persuasivo.

Versículo 5. Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Los judíos buscaban la prueba de la verdad en señales prodigiosas; los griegos, en tanto, iban detrás de aquellos hombres que los deleitaban con palabras persuasivas (“palabreros”, según vemos en Hechos 17: 18-19). Tanto unos como otros fundaban su sabiduría o en la capacidad del “milagrero” o en el conocimiento humano. Pablo echa un cimiento duradero: “que vuestra fe esté fundada en el poder de Dios”.

Versículo 6. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.

No debemos creer, sin embargo, que la sabiduría que desciende de lo alto pueda ser plenamente comprendida por un cristiano fluctuante o inmaduro. La fe cristiana fundada en el poder de Dios es el resultado de una vida de sometimiento a la fortaleza divina y de renuncia a los métodos que utiliza la razón para llegar a la verdad. Un cristiano inconstante es por consecuencia un creyente fluctuante. Como no permanece en los atrios de Jehová “para inquirir en su templo” (ver Salmo 27:4), fácilmente vacila para un lado y otro, movido de viento de toda doctrina. La sabiduría de Cristo permanece; la que sostienen los hombres es vanidad pura: en la mañana aparece, y al llegar la tarde es sustituida o desvirtuada por otra verdad aparente.

Versículo 7. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria.

“¡Un momento!”, parece decir Pablo. Esta sabiduría, revelada por voluntad de Dios a los débiles y pequeños, es un conocimiento que excede a cualquier ciencia terrena. Locura -por su insondable profundidad- para el mundo, esta sabiduría oculta ha sido desvelada para los hijos de Cristo; plenamente revelada, para que el cristiano auténtico no ignore la existencia de un legado previsto por Dios desde antes de la fundación de los siglos.

Versículo 8. La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.

Hay hombres que sin poseer esta sabiduría se atreven a citar e incluso a interpretar algún pasaje de las Sagradas Escrituras. El resultado es catastrófico, lamentable, desde el punto de vista espiritual. Hablan de lo que no conocen. El más pequeño de los sabios de Cristo es dueño de un conocimiento inaccesible para el más sabio de los hombres.

Versículo 9. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.

El desconocimiento del hombre por desgracia seguirá pesando sobre su cabeza, pues no sólo pierde la gran oportunidad de conocer la gracia de Cristo en esta vida, también su ser se perderá de bendiciones futuras, así como de atestiguar en el cielo una obra magnífica nunca antes vista (Ref.: Isaías: 64:4; 65:17).

Versículo 10. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.

¿Quién conoció a Dios o quién puede examinar su carácter? De Dios conocemos lo que él ha querido revelarnos. Gracias a que el Espíritu de Cristo mora en el creyente, el creyente puede conocer cosas nunca vistas ni oídas. Por el Espíritu, el hijo de Dios puede conocer por revelación incluso “lo profundo de Dios”. Pablo lo explica de esta manera:

Versículo 11. Porque, ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.

Versículo 12. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.

El hombre de este mundo sabe las cosas que son de este mundo y las defiende y las disfruta. Ignora y rechaza, por tanto, las que provienen de lo alto del cielo de Dios. Por medio de su Espíritu, Dios nos anticipa las bendiciones de su gloria y nos revela también, como por medio de una pantalla, lo que ya nos ha concedido; mismo, que vivimos como si ya lo tuviéramos.

Versículo 13. Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual con lo espiritual.

El gran propósito de esta parte de la Carta es resaltar el aprendizaje superlativo que se obtiene de una enseñanza cuyas bases han sido reglamentadas desde las alturas de Dios. Una sabiduría, que si bien resulta absurda o incomprensible para los sabios de este siglo, representa un conocimiento que excede las capacidades del hombre. Si lo espiritual no se acomoda con lo espiritual, el resultado puede ser la herejía o la perdición de los faltos de entendimiento y los inconstantes.

Versículo 14. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

El hombre natural o de este mundo puede llegar a pensar que la eternidad con Dios es una especie de fábula o, como opinaba el filosofo británico Bertrand Russel, una cobardía para paliar nuestra intrascendencia. Es decir, que el fin del hombre sea la nada. Discernir espiritualmente representa un ejercicio del corazón y la mente que sólo un cristiano lleno del Espíritu de Dios puede llevar a cabo.

Versículo 15. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.

Alcanzar el grado de “espiritual” ha llegado a ser un acto desestimado en muchas denominaciones. Pablo, en cambio, pone de manifiesto las inmensas ventajas que el ser espiritual adquiere en el ejercicio pleno de su status. Dicho de otra forma: es estrictamente necesario que el cristiano sea lleno del Espíritu de Dios, pues mediante esta condición adquiere una sabiduría inigualable que le permite incluso juzgar las cosas del mundo sin que el mundo sea capaz de juzgarle a él.

Versículo 16. Porque, ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

He aquí la razón preponderante, el mundo no puede juzgar al hijo de Dios pleno en el Espíritu, pues ¿Quién conoció la mente de Cristo o quién podrá ensenarle a él? Y nosotros, dijo el apóstol, tenemos la mente de Cristo.

FIN DEL CAPITULO 2.

Corintios: luces y sombras

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 11)

Juan Elías Vázquez

PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

Fechas de las Cartas comentadas hasta el momento en este blog:

  • 1ª Tesalonicenses: año 51 d. C.
  • 2ª Tesalonicenses: Un poco después de la primera Carta.
  • 1ª Corintios: año 54 d. C. Al final de los tres años de residencia de Pablo en Éfeso (Hech 20:31; 1ª Cor 16:5-8).

El propósito:

Esta misiva pone un énfasis importante en la conducta que la nueva criatura en Cristo debe observar. Los corintios habían comunicado antes a Pablo acerca de algunas dudas con respecto al matrimonio y las materias primas, como la carne,  ofrecidas a los ídolos. No obstante, el apóstol también les advierte y enseña con respecto a las divisiones dolorosas que, según había escuchado Pablo, aquejaban a esta iglesia, contiendas y hasta un posible caso de incesto tolerado en el seno de la congregación. Contrario al caso de los Gálatas o los Colosenses, los corintios no habían albergado problemas de herejías o devaneos doctrinales (judaizantes o gnósticos, por ejemplo); el problema de los corintios tenía que ver con el goce de la carne y con una especial, e incorrecta, admiración por la sabiduría de este mundo. Los cristianos de esta parte de la tierra, influenciada poderosamente por la cultura helénica, aún manifestaban debilidad por el culto a la personalidad y el cuerpo, y se deleitaban puerilmente en los dones llamados carismáticos (don de lenguas, milagros).

 

PRIMER CAPITULO:

Versículo 1. Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sòstenes.

Pablo defiende su apostolado. Su ministerio no es por voluntad humana ni es una especie de cesión dinástica. Todo lo que es Pablo, lo es por la santa gracia de Jesucristo. Por su gracia somos lo que somos en Cristo.

Versículo 2. A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:

Con referencia a este versículo, Scofield comenta: “El más débil, ignorante y falible entre los cristianos tiene en la gracia precisamente las mismas relaciones que disfruta el más ilustre de los santos. Toda la obra subsecuente de Dios en favor del cristiano, la aplicación de la Palabra a la conducta y a la conciencia (Jn. 17:17; Ef. 5:26), el castigo divino y paternal (1ª Cor 11:32; He 12:10), el ministerio del Espíritu (Ef. 4:11, 12), las pruebas y problemas en el camino (1ª Pe 4:12, 13), y la final transformación cuando Cristo venga, todo esto tiene por objeto conformar el carácter del creyente con su exaltada posición en Cristo. El cristiano crece en gracia, no hacia la gracia”.

Versículo 3. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Versículo 4. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús.

Versículo 5. Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia.

Versículo 6. Así como el testimonio acerca de Cristo Jesús ha sido confirmado en vosotros.

Versículo 7. De tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Versículo 8. El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.

Versículo 9. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.

Con relación a este conjunto de versículos, otra vez leemos a Scofield: “Los vs. 2-9, en contraste con vs. 10-13, ilustran una distinción que se hace constantemente en las Epístolas entre la posición que el creyente tiene en Cristo Jesús en la familia de Dios, y su conducta o condición actual”. Nosotros opinamos, en concordancia con el autor citado, que la nueva criatura en Cristo ha sido llamada para ser considerada como “santa”, por la gracia recibida de Dios y Cristo, y con ella todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. El cristiano ha sido santificado o “apartado” para el servicio de Dios, y en ello no cuenta la condición o conducta actual del ser redimido. Debe considerarse además, que la santificación supone un proceso gradual, evolutivo. Pues Pablo no hizo distinción; no comentó: “Los que se portan bien son llamados santos”. Esta aclaración es pertinente tomando en cuenta la conducta escandalosa en que habían caído varios de los hermanos de Corinto, cometiendo pecados que ni aun entre los gentiles se nombraban. A pesar de ello, Pablo les llama santos.

Versículo 10. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Pablo entra en materia. Les conmina dulcemente a dejar atrás las divisiones que ya han comenzado a causar un efecto pernicioso en la iglesia de Corinto. El sentir y el pensar deben constituir parte de un mismo corazón, de una mente cristiana y por tanto colectiva.

 

Versículo 11. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que hay entre vosotros contiendas.

La preocupación del apóstol vertida en el versículo anterior se debe a estos informes. Pablo hace bien en mencionar la fuente de esos informes, no les hace creer a los corintios que ha adivinado ni escribe “por ahí me dijeron”. ¿Por qué razón contendían los hermanos corintios?

Versículo 12. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.

En una iglesia bien comprometida no es válido ni siquiera recalcar: “yo soy de Cristo”. Tener que declararlo manifiesta que existe un grave problema de unidad confesional. Aparentemente, los corintios pensaban que debían su obediencia o fidelidad a aquellos siervos de Dios de quienes habían recibido los sacramentos o una enseñanza poderosa. Como si la vida comunitaria pudiera escindirse en “escuelas” al estilo pagano. “Yo soy de Apolos, porque me persuade su método de exposición de la Palabra”; o “de Pedro, porque su prestigio como columna de la Iglesia le da lustre a mi condición congregacional”, etcétera.

Versículo 13. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?

Los corintios divisionarios estaban muy cerca de traspasar los límites de la simple admiración o conformidad. Decir “yo soy de Pablo” significaba también confesar “por Pablo me he salvado” o todavía más grave: “Pablo es mi salvador”, o “el único digno de administrarme los sacramentos”. El apóstol percibe con claridad el riesgo y detiene este impulso corrosivo. La persona de Cristo no está partida en pedacitos como para que los corintios quisieran dividir en facciones la iglesia. Pablo no tuvo ningún mérito en la salvación de la iglesia ni redimió con su sangre a los pecadores como para merecer que en su nombre pudiera obrarse alguna salvación. El Cuerpo de Cristo es indivisible y el bautismo en el nombre de Jesús es el único válido.

Versículo 14. Doy gracias a Dios que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo.

Con la excepción de los dos hermanos mencionados, Pablo no había bautizado a ninguno más de entre los corintios. Pablo no había sido enviado a bautizar, como él mismo lo dice enseguida, sino a predicar las buenas nuevas. Sin embargo, el siervo de Dios debió haberse detenido en hacerlo, en parte también, para no despertar celos o herir alguna susceptibilidad.

Versículo 15. Para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre.

Esta declaración zanja asimismo por anticipado cualquier polémica que pudiera suscitarse por preferir, por ejemplo, que un ministro en especifico sea el que administre el bautismo; o la herejía conocida como el donatismo, surgida en la Edad Media, que proclamaba la invalidez de los sacramentos que administraron los sacerdotes ordenados por los obispos que habían claudicado (entregando los libros sagrados a los magistrados del emperador Diocleciano) ante la persecución imperial. Agustín de Hipona, por entonces campeón de la ortodoxia cristiana, afirmó el fundamento cristológico al determinar: que la Iglesia no ejerce un poder (potestas) sino un servicio (ministerium) en materia de sacramentos.

Versículo 16. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro.

Versículo 17. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

Pablo evitaba realizar aquellas funciones que pudieran distraerle innecesariamente de su principal ministerio: la predicación del santo evangelio. Si había ministros ordenados para administrar el bautismo, que ellos lo hicieran. El apóstol dedica la totalidad de su ser a la predicación. No en su nombre ni con palabras de ornato ni áridas disquisiciones filosóficas; al contrario, predicaba con claridad y sencillez, con el propósito de hacer brillar la verdad de “la palabra de la cruz”.

Versículo 18. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es a nosotros, es poder de Dios.

La palabra de la cruz es, por definición, un absurdo; un símbolo de perdición para el mundo romano y para la ley mosaica. En cambio, la muerte de Cristo en la cruz significa para el ser redimido el medio por el cual la justicia de Dios hizo salvo al creyente. Tertuliano, un padre de la Iglesia, exclamó, con toda razón: “¡Creo, porque es absurdo!”.

Versículo 19. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios. Y desecharé el entendimiento de los entendidos.

La “locura de la cruz” representa, pues, un misterio para este mundo. La sabiduría y el entendimiento humanos son incapaces de asimilar la humillación de Dios en Cristo, así como el hecho de que Dios haya permitido la vergüenza y muerte de su Hijo amado. Y que por esa muerte sacrificial, de un precio tan elevado, hayan sido comprados los hijos de los hombres, tan insignificantes y venidos a menos. Pablo utiliza las palabras de Isaías (29:14) para fundamentar el enaltecimiento de los creyentes y la ruina paulatina de los poderosos de la tierra.

Versículo 20. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?

De “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”, dice Pablo en el versículo 27 de este capítulo. Los corintios debían entender que su pertenencia al Cuerpo de Cristo se iba a desarrollar bajo normas esencialmente diferentes a las que regían en el mundo griego. Los cristianos no podían sentirse subyugados por la elocuencia de la retórica o a través de ofertas materiales deslumbrantes. Los cristianos de Corinto debían reconocer que entre ellos no abundaban los sabios, según la ciencia mundana, ni los ricos. Dios deshizo “lo que es” escogiendo “lo que no es”, según los estándares de este mundo. Porque es un hecho que en el reino de los cielos lo derecho del mundo está torcido.

Versículo 21. Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

Toda la sabiduría del mundo no es suficiente para descubrir la existencia de Dios ni mucho menos para lograr entrar en el reino celestial. Ni los atenienses con toda su sabiduría filosófica fueron capaces de conocer a Dios, lo más que pudieron declarar fue debe existir un dios no-conocido. Pablo, mediante la “locura de la predicación”, reveló que el Deo ignoto que medio vislumbraron los de Atenas, era el Dios que él les predicaba.

Versículo 22. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría.

La Palabra divina es el legado eterno de Dios para el creyente. Trasciende su propio tiempo y espacio para seguir impactando el corazón de los que habían de creer posteriormente. Pues aún existen cristianos que dicen: “si Dios me muestra tal o cual milagro entonces ya no tendré dudas de su poder”. O también, “si Dios me sana –o sana a mi hijo, mi esposa, etc.-, le serviré con toda mi alma”. Es reprobable buscar a Dios a través de la sabiduría o la ciencia, como lo es también buscarlo mediante un pensamiento falsamente piadoso.

Versículo 23. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.

Pablo parece decir: “Nosotros creemos firmemente en ese Cristo descalificado por el pensamiento sensato de esta tierra. Los judíos no pueden creer que Dios tenga un Hijo, menos aún que su Padre haya dejado a los paganos que lo asesinaran; en lo que respecta a los gentiles, Dios debía preferir como hijos suyos a los ciudadanos más brillantes de este mundo”.

Versículo 24. Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

No hay acepción de personas para Dios. Judíos y griegos han sido redimidos por Cristo y traídos al conocimiento de Dios. La más grande sabiduría y el poder más omnímodo de la tierra, palidecen delante del poder y la ciencia de Dios:

Versículo 25. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

No hay punto de comparación entre el cielo y la tierra; entre los designios de Dios y las determinaciones de los hombres. Lo más pequeño de Dios no cabe en todo el universo.

Versículo 26. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles.

Versículo 27. Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte.

Conforme la Iglesia crecía en número y el cristianismo se iba extendiendo por todo el mundo, se iban sumando creyentes de todas las condiciones sociales, así como no pocas personas de reconocida inteligencia. Esta circunstancia histórica, y hasta teológica, no debe modificar en lo más mínimo el concepto bíblico: No importa que tan rico, sabio o poderoso sea un cristiano, su obra y diademas deben ser arrojadas constantemente a los pies de Cristo, de manera que lo único que siempre reluzca sea la alteza Divina.

Versículo 28. Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es.

No debía quedar ninguna duda a los corintios: El fuerte, el osado, confía en la fortaleza de su mano y en las piernas de sus caballos. Esa gallardía que es aplaudida en el mundo, representa un obstáculo para el creyente. El cristiano no puede decir “es por mi espada o mi fuerza”; o “Dios escogió a mi nación por ser la más poderosa de la tierra”.

Versículo 29. A fin de que nadie se jacte en su presencia.

Versículo 30. Mas por él estáis vosotros, en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.

A cambio del reconocimiento de la sabiduría y la alteza divina, Dios nos ha dado en Cristo todas las fortalezas de las cuales carece el mundo vano.

Versículo 31. Para que, como está escrito, el que se gloríe, gloríese en el Señor.

FIN DEL CAPITULO 1.

Pablo advierte contra hombres desordenados

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 10)

Juan Elías Vázquez

SEGUNDA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES

CAPITULO 3.

Versículo 1. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como fue entre vosotros.

Pablo apóstol, comienza este tercer capítulo rogando las oraciones del pueblo, pues su temor más grande es salir reprobado o ser un mal ejemplo. De manera implícita, también, les advierte a los tesalonicenses que hasta ahora él no ha actuado con doblez con el propósito de que los demás actúen rectamente.

Versículo 2. Y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.

La predicación con el ejemplo es fundamental para el siervo de Dios. Es estrictamente necesario que los hijos de Dios no permitan la gestación de males espirituales y que combatan con denuedo la muy probable infección del Cuerpo de Cristo, a través de hombres que sin ningún escrúpulo intentan debilitar las defensas de la verdadera fe.

Versículo 3. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.

La alerta, si bien es precisa, no evidencia alguna fragilidad del poder de Dios. Fiel es el Señor, aunque infieles nosotros, para afirmarnos en la verdad y guardarnos de las asechanzas de la mentira y la maldad en general.

Versículo 4. Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os he mandado.

No cabe la duda en el corazón de Pablo; el remanente fiel, los verdaderos hijos del Reino, están haciendo y harán lo que conviene a la sana doctrina de Jesucristo.

Versículo 5. Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.

Versículo 6. Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.

La enseñanza del Apóstol trasciende su propio contexto espiritual e histórico. La ordenanza se ha abierto como un abanico que ventila sus aires renovadores hacia la iglesia del pasado, del presente y de la que aún está por venir. “Apártate de las vanas conversaciones que corrompen irremisiblemente la verdad de Cristo”, parece advertir el siervo de Dios. Si la iglesia no hubiera, desde sus más tempranos inicios, conservado la pureza del evangelio, la iglesia ya no existiría. Pablo ordena no andar desordenadamente. Es la potencia de la Palabra, que vence la persistencia de las plagas inducidas por el maligno.

Versículo 7. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros.

Pablo ha sido el único cristiano autorizado para decir estas palabras: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1ª Cor 11:1); “Por tanto, os ruego que me imitéis”, había dicho un poco antes en esa misma Carta (1ª Cor 4:16). Porque el que escucha los engaños y estratagemas propagados por un corazón infectado por el mal, está en grave riesgo de convertirse en hacedor de maldades (3ª Juan 11). No hay otro camino para permanecer en un cristianismo genuino que imitar con toda fidelidad las enseñanzas de Cristo. Por un proceso de imitación, no mecánico sino vivificado por el Espíritu de Dios, el alma se mantiene en una verdad que dinamiza su diario vivir; que lo activa para ser un hombre de verdad, poderoso en la Palabra y un buen árbol que da frutos.

Versículo 8. Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros.

Es un tanto difícil de comprender cómo le hacía Pablo para predicar el evangelio con tanta dedicación y a la vez trabajar materialmente para tener el sustento diario. Sabemos que conocía un oficio y que su cuna había sido próspera. No era por tanto un hombre inútil ni desamparado familiarmente. Los pocos ratos durante el día y hasta altas horas de la noche, debieron ser los horarios de trabajo de Pablo. Su talento material, y el espiritual, por supuesto, había sido puesto a los pies de Cristo. Pablo vivía para Cristo, incluso en la carne. Su ejemplo es irreprochable.

Versículo 9. No porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.

Además de irreprensible, su testimonio es justo. Porque el obrero digno es de su jornal diario. Pero Pablo no ha deseado bajo ningún concepto significar una carga económica para la iglesia, aunque por ley tuviera derecho a recibir ofrenda. Al apóstol también le concierne dejar un ejemplo de justicia y de ética fraternal. ¡Trabajen en lo material, pues el dinero responde a todo!

Versículo 10. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.

Fuente medular de la ética paulina, este versículo conmina al trabajo duro y gozoso, no como “sirviendo al ojo” sino al Señor. La razón original de esta sentencia forma parte también importante de los propósitos principales de esta segunda Carta. A Pablo le habían llegado noticias de que un grupo de hombres desordenados había dejado el trabajo con el pretexto de una inminente venida de Cristo. El que no trabaje y ande entrometiéndose en lo ajeno, no le den de comer; que él busque su propio sustento. El siguiente versículo da cuenta puntual de esta preocupación del apóstol:

Versículo 11. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entreteniéndose en lo ajeno.

Versículo 12. A los tales mandamos y exhortamos, por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan.

El que no trabaje y ande metiéndose en lo ajeno o visitando inoportunamente otras casas, no le den de comer; que él busque su propio sustento.

Versículo 13. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.

Pero por ninguna razón, hermanos fieles a Cristo, se cansen de ser generosos.

Versículo 14. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él para que se avergüence.

La advertencia va en dos sentidos: Esta Carta es legítima, signada por el apóstol; pero si por alguna circunstancia, a pesar de ser palabra de verdad, no es obedecida: la iglesia tiene la responsabilidad de señalar al tal para que por medio de la vergüenza de su alma proceda al arrepentimiento de su mal acción, y el alma se salve.

Versículo 15. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.

La enseñanza de verdad obra también en justicia. Porque la misión de Jesucristo ha sido y será para vida eterna y no para perdición de los hijos pecadores. La amonestación debe ser clara, pero nunca despojada de la piedad y el amor fraternal.

Versículo 16. Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.

Seguid la paz con todos; los conflictos entre hermanos minan insidiosamente la Casa.

Versículo 17. La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.

Pablo no quiere dejar ninguna duda acerca de la autenticidad de esta Carta. Esta forma de “signar” del apóstol caracteriza a sus demás Epístolas, y sirve de criterio irrefutable para afirmar: esta Carta fue escrita por san Pablo.

Versículo 18. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

El bendito saludo y despedida cristianos.

 

FIN DE LA SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES.

Sobre la apostasía

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 9)

Juan Elías Vázquez

SEGUNDA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES

CAPITULO  2

Versículo 1. Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo,  y nuestra reunión con él (“nuestro recogimiento a él”, Versión 1909), os rogamos, hermanos,

Otra vez emplea Pablo la conjunción adversativa “pero”, que indica un cambio de rumbo en el discurso, y al mismo tiempo indica que este párrafo está unido argumentativamente con el anterior (capítulo 1, vv. 5-12). Significa, que el apóstol ya no se está refiriendo únicamente a la venida de Cristo sino también a “nuestra reunión con él” o “nuestro recogimiento a él”, que expresa mejor la acción de “reunir cosas dispersas o distantes unas de otras”, como señala el diccionario. El siervo de Dios habla del recogimiento de la iglesia como una cosa distinta a la venida del Señor (como lo indica la coma ortográfica entre “Jesucristo” y “y nuestra reunión…”). Éste es el ruego del apóstol:

Versículo 2. Que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.

Para el hombre natural, el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo es tenido por tardanza (2ª Pe 2:4), como si se tratara de una fábula, y también, para otros, como pretexto para elaborar las más fantásticas especulaciones. Sobre todo, en lo que respecta a las fechas de tal advenimiento. Esto último parece haber ocurrido entre los tesalonicenses, no entre los cristianos piadosos sino por medio de ociosos que se habían inmiscuido en los asuntos de la iglesia. Tal vez con carta en mano, atribuida a Pablo, estos intrusos movieron el modo de pensar de la iglesia a tal punto que cundió la idea de que el regreso del Señor era inminente. Eso no era lo que el apóstol había querido comunicarle a la iglesia de Tesalónica.

Versículo 3. Nadie os engañe de ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.

No se engañen –advierte Pablo-, porque es estrictamente necesario que antes se cumplan los oficios malvados del enemigo. En primer lugar, el siervo de Dios revela la manifestación profusa de la apostasía. La apostasía es el abandono voluntario, a sabiendas, de la verdad divina y sus propósitos salvíficos. Apostatar significa, por ejemplo, volver a postrarse delante de los ídolos cuando ya una vez el alma, convencida, los había desechado. La apostasía en su máxima expresión contempla imponer un falso dios para que se le rindan alabanzas como si fuera el verdadero Dios. En cuanto al “hijo de perdición”, desde antiguo la Biblia advierte su manifestación futura y la guerra que éste ha emprendido contra los verdaderos hijos del Reino. La irrupción franca y abierta del “hombre de pecado” caracterizará los tiempos cercanos y posteriores a la venida del Hijo del Hombre, primero por su iglesia y después para juzgar al mundo pecador.

Versículo 4. El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

Este es, pues, el fin último de la manifestación plena del “hombre de perdición”: adueñarse de la gloria y la honra que es dispensada al verdadero Dios, obtener para sí el sometimiento religioso de la Humanidad y asentarse en el templo de Dios “haciéndose pasar por Dios”. Esta última declaración ha hecho pensar a los eruditos que la próxima gran meta del enemigo de Cristo es apoderarse del Lugar Santísimo de un lugar que aún no se construye, pero que, se espera, esté pronto a edificarse, es decir, el Nuevo Templo de Jerusalén.

Versículo 5. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?

¡Qué cantidad de dudas y falsas interpretaciones se hubiera ahorrado la iglesia si las enseñanzas del apóstol Pablo al respecto nos hubiesen llegado íntegras!

Versículo 6. Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.

Ellos, los tesalonicenses, lo sabían; ¿lo sabemos nosotros?

Versículo 7. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.

¿Quién impide la manifestación plena del “hombre de pecado”? Scofield opina que: “El que impide es una persona: `el que ahora impide`, y puesto que un misterio implica siempre un elemento sobrenatural (Mat 13:11), esta persona no puede ser sino el Espíritu Santo en la iglesia, la cual ha de ser un día quitada de en medio”. Es muy lógico pensar, entonces, que cuando la iglesia sea arrebatada el inicuo tendrá la permisión para manifestarse plenamente. Esta opinión se ve reforzada aún más si se observa que el apóstol escribe: “hasta que él a su vez sea quitado de en medio”, ¿quién es él? El espíritu Santo, que hasta la fecha permanece en la tierra, porque la iglesia permanece en la tierra.

Nosotros creemos que, según el orden que lleva la redacción de los versículos 6 y 7,  Pablo no se refiere a una persona en específico sino a una entidad, por así decirlo. “Ustedes saben lo que lo detiene (al “hijo de perdición”), a fin de que a su debido tiempo pueda manifestarse. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad (Pablo enfatiza la actual operación de un misterio, lo cual implica una consecución lógica); pero hay quien al presente lo detiene, hasta que éste que lo impide sea a su vez removido de la tierra. La operación plena de este primer misterio es impedida por la acción plena de otro misterio, grande e inefable: el Misterio de la Piedad (1ª Tim 3:16). La manifestación de Dios en carne y su revelación arriba en el cielo y abajo en la tierra no puede permitir bajo ninguna circunstancia la manifestación plena de cualquier otro poderío que pretenda rivalizarle. Sin embargo, cuando el misterio de la piedad pierda su vigencia por un tiempo sobre la faz de la tierra, el misterio del inicuo tendrá permiso para operar y engañar a los pecadores y cobardes que rechazaron la salvación ofrecida por Dios a través de Jesucristo.

Versículo 8. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida.

La puesta en marcha y consumación del misterio de la iniquidad está prevista, pues, para los postrimeros días. No obstante, el inicuo (“hacedor de iniquidades”) conoce su triste fin, en parte también por eso las religiones de la tierra y las interpretaciones realizadas por hombres carnales se han propuesto nublar la claridad de las profecías de los últimos tiempos. Este hombre de pecado, conocido asimismo como el anticristo, teme la Venida del Señor, pues cuando Jesucristo regrese a la tierra envuelto por el resplandor de su gloria el Adversario y todos los enemigos del pueblo cristiano serán destruidos con el espíritu de la boca del Verbo de Dios.

Versículo 9. Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos.

El artífice de toda mala obra y el poder detrás del trono del inicuo, Satanás, es presentado delante del pueblo cristiano de todos los tiempos. Él es el que se encarga de fascinar a los que ya de por sí viven en tinieblas; orquestará una campaña de milagros de suyo tan prodigiosos, que la gente caerá rendida ante su poder, y como esclavos serviles, los incrédulos, adorarán y confiarán el destino de sus vidas al enemigo de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

Versículo 10. Y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

El gran propósito de las Cartas de san Pablo es la predicación del santo evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Nunca se pierde esa esencia evangélica. Aun el anuncio de tan oscuros pasajes de la historia futura tiene la intención de hacer cambiar  a los hombres, de presentarles un mejor futuro y un camino de vida excelente. No hay por qué atravesar ese oscuro túnel; en cambio, toda criatura puede “recibir el amor de la verdad (no de la falsificación de la apostasía) para ser salvos”. ¡Bendito el Dios nuestro por su bondad y misericordia!

Versículo 11. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira.

Versículo 12. A fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

¡Los juicios de Dios son justos! El poder engañoso que Dios ha enviado a los injustos, a los que se holgaron en la injusticia, tiene como objetivo principal retribuir un justo castigo a los que se negaron a creer voluntariamente y causaron males a su prójimo.

Versículo 13. Pero nosotros debemos siempre dar gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.

¡Qué alivio representa para el cristiano la variación temática que ocurre en este nuevo versículo! Los escogidos de Dios, desde antes de la fundación del mundo, debemos solamente dar gracias. Gracias por haber sido escogidos, por tener puerta abierta a la santificación por la presencia y acción del Espíritu Santo y por haber conocido y creído en la verdad. Una vez más, el apóstol Pablo exalta la verdad como una bandera para ser blandida en todo lo alto por el hijo de Dios.

Versículo 14. A lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria en nuestro Señor Jesucristo.

En la cruz, Jesucristo corrió la misma suerte de la humanidad; en la recepción de la salvación por medio del evangelio, ahora los hijos de Dios han recibido la gracia de “alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Maravillas del amor divino.

Versículo 15. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

Siempre y cuando la palabra recibida sea la genuina, conmina el apóstol, el cristiano tiene el deber de retenerla y afirmase sobre ella.

Versículo 16. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia.

Versículo 17. Conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra. Amén, que así sea.

San Pablo escribe otra vez a los tesalonicenses

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 8)

Juan Elías Vázquez

SEGUNDA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES

FECHA: Esta Epístola fue escrita un poco después de la primera. Al parecer, se trata de una respuesta urgente a las inquietudes que habían ido surgiendo entre los tesalonicenses respecto del acontecer de su nueva vida en Cristo.

TEMA: El Apóstol enfatiza en estas palabras el motivo de su segunda Carta: “No se dejen mover fácilmente de su modo de pensar ni se conturben, ni por espíritu ni por palabra, ni por alguna carta que se me atribuya injustamente, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2:2). Entonces, Pablo desarrolla el contenido de su epístola teniendo en la mira la limpieza espiritual del corazón de la iglesia. Sacudir todas aquellas falsas conclusiones y modos de vivir que un mensaje apócrifo había generado.

CAPITULO 1

Dedicación y saludo.

Versículo 1. Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo;

Versículo 2. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Versículo 3. Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás. El trato del apóstol Pablo a la iglesia es ejemplar. No comienza con reproches o condenas. Antes que otra cosa, Pablo empieza por reconocer las virtudes que distinguen a esta comunidad en Tesalónica. Así procede también con las demás congregaciones; a los corintios, que eran sujetos de faltas graves, comienza diciéndoles: “a los llamados a ser santos” (1ª Cor 1:2); ni siquiera contra los gálatas arremete, a pesar del pobre discernimiento en Cristo que habían demostrado. Es una virtud y acierto pastoral hacer gala de las cualidades antes que los defectos. El siguiente versículo lo reafirma:

Versículo 4. Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras preocupaciones y tribulaciones que soportáis.

Versículo 5. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Las tribulaciones, en un sentido general, implican preocupación, aflicción, angustia, dolor, adversidad, desgracia o desventura. Estos padecimientos vienen eventualmente al cristiano como prueba y  con el propósito de que el ser mire hacia Dios, temple su carácter y acepte la vida cristiana con sus “dosis” de amor, alegría y penas. El Señor Jesús dijo: “ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Luc 9:62).

Versículo 6-7. Porque es justo delante de Dios, pagar con tribulación a los que os atribulan. Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder.

La “demostración del justo juicio de Dios” es para retribuir con tribulación a los que atribulan al ser cristiano. La “tribulación” en un sentido general forma parte de la vida en Cristo y sucede para pulimentar nuestras obras delante de Dios. Pero la tribulación como juicio no puede ser de ninguna manera para la iglesia. Antes bien, el apóstol informa a los tesalonicenses que por medio de ese justo juicio a los rebeldes, el pueblo cristiano será consolado.

Versículo 8. En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

El reposo al cual se refiere Pablo tiene que ver con la vindicación (“defender y vengar a quien ha sido calumniado, insultado o criticado injustamente” -Ver Ap. 6:10) de la vida del siervo fiel, delante de una nube de testigos. En este conjunto de versículos (6-8), Pablo vuelve a referirse a la Segunda venida de Cristo. No hay duda, pues el cuadro que utiliza el apóstol es idéntico al que refirió el Señor Jesús respecto de su Venida en gloria (Mat 25:31). El hecho de que ahora nuestro Señor venga desde el cielo con sus ángeles implica la “manifestación” (acto de visible constancia) del justo juicio de Dios para castigar a los no quisieron conocer a Dios ni obedecer el evangelio de Jesucristo. Tal como lo explica Pablo:

Versículo 9. Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,

Versículo 10. Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). El día del Señor o la Segunda Venida de Cristo, debe quedar muy claro, es un día de juicio. Como resultado de este juicio, los rebeldes al evangelio sufrirán condenación eterna, es decir, quedarán excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. Sin embargo, Pablo revela que en aquel día el Señor asimismo vendrá “para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron”; es decir, glorificado por causa de los santos ganados por su sangre y admirado por causa de los que creyeron. Una celebración de victoria, de inconmensurable majestad.

Versículo 11. Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder. Era urgente que el testimonio vertido por el apóstol permaneciera vigente siempre entre los tesalonicenses.

Versículo 12. Para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.  Para que, entonces, el nombre de nuestro Señor Jesucristo pueda ser glorificado en el testimonio de los salvos, y que los salvos puedan tener parte en la gloria de Cristo.

Capítulo final de la primera carta pastoral del apóstol Pablo

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 7)

Juan Elías Vázquez

A LOS TESALONICENSESCAPITULO 5.

Versículo 1. Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.

San Pablo acaba de ofrecer a los tesalonicenses una importante revelación: los muertos en Cristo resucitarán y los que vivimos seremos transformados e iremos a estar con el Señor, junto con los santos resucitados, para siempre. Pero, a semejanza de Jesús, cuando respondió a sus discípulos acerca de los días venideros (Mat 24:3), el apóstol Pablo ahora tiene que advertir a sus hijos en la fe que no les toca saber a ellos acerca del día ni la hora de los tiempos postreros. (A Dios le corresponde fijar ese tiempo y lo que ocurrirá en ese tiempo –las “sazones de los tiempos”.)

Versículo 2. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. “Acuérdense que ya hablamos de este tema”, reitera Pablo. Era necesario, por tanto, que los tesalonicenses no se desgastaran en un sinfín de especulaciones respecto del tiempo de la venida del Hijo del Hombre. No obstante, el apóstol cree necesario remarcarlo por escrito, esto y todos los temas tratados: “Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos”. (v.27)

¿Qué podemos decir nosotros, que leímos esta Carta posteriormente? Para no errar, debemos acudir a las fuentes escriturales de donde emana este concepto en particular: Dios decide soberanamente el día y la hora en que ha de venir.

San Pablo utiliza la figura del ladrón, que incursiona subrepticiamente (“que se hace ocultamente, a escondidas”) en las casas; pues nadie sabe en qué momento o a qué hora será robada su casa. En Lucas 12:39, 40 el Señor Jesús enseñaba a sus discípulos: “Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá”.

Los tesalonicenses no podían –ni debían- saber cuándo se cumplirían estas cosas (la venida del Señor), pero estaban obligados a saber que él vendría y a estar sobrios, velando día y noche, no fuera a ser que por indolencia o por descuido terminaran convirtiéndose en víctimas del “ladrón”. (Ver. 9: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”.)

Antes de abundar un poco más en este tema, hagamos algunas consideraciones acerca del “día del Señor” referido por el apóstol Pablo. Este “día” es idéntico al “día de Jehová” que menciona Isaías 2:10-22. Veamos algunos versículos:

“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones” (…) “Ciertamente tú (Jehová) has dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres traídas del oriente, y de agoreros, como los filisteos; y pactan con hijos de extranjeros. Además su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos” (…) “Métete en la peña, escóndete en el polvo, de la presencia temible de Jehová, y del resplandor de su majestad” (…) “Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido” (…) “Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra” (versículos 2, 6, 7, 8, 10, 12 y 19).

¡Día grande y temible, colmado de dolor y castigo! “…tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado” (el remanente que será preservado), profetiza también Jeremías (30:7). Dios estará en conflicto con su pueblo, Israel, impío y duro de cerviz. Pero todos los perversos del mundo huirán en aquel día ante la presencia temible del Señor y estarán espantados por el resplandor de su majestad (Ap. 6:16). Los tesalonicenses no tenían por qué vivir aquel Día ni participar de sus horrores: “Mas vosotros, hermanos, no estéis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón” (1ª Tes 5:4).

Es a Israel a quien el Señor Jesús está hablando en Mateo 24:3. Se trata de un grupo de ciudadanos israelitas preguntando con ansiosa inquietud acerca de la destrucción del templo, que acaba de anunciar el Maestro, acerca de qué señal habrá de Su venida, y del fin de todas las cosas. En lo que respecta a la “señal de su venida”, el Señor predice: “Porque como el relámpago que sale del oriente hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Sin embargo, cuando tiene que responder acerca de cuándo serán estas cosas, el divino Maestro se detiene: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre”.

Asimismo, fue a un grupo de personas interesadas en el futuro de Israel a quienes Jesús resucitado respondió algo muy parecido: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7).

Tampoco a los tesalonicenses cristianos les correspondía afanarse inútilmente en averiguar la fecha exacta de la venida de Cristo; en cambio, debían alentarse los unos a los otros con la esperanza de su resurrección y arrebatamiento con Jesús en gloria (1ª Tes 4:18).

 

Versículo 3. Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.

El apóstol Pablo abordó estos temas de carácter profético mediante la siguiente rúbrica: “os decimos esto en palabra del Señor” (4:15). Lo dicho es, pues, revelación del Espíritu Santo a la iglesia por medio de Pablo. Con esa certeza enseña y ministra el siervo de Dios al pueblo. “No deben ser como los impíos –parece decir-, que se sienten confiados y a salvo de cualquier contratiempo”. Eso ministra, pero al mismo tiempo revela a los fieles: los pecadores de aquel tiempo establecerán pactos de paz para sentirse libres de seguir viviendo en los deleites de su carne. Y cuando más seguros estén y más confortables se sientan, en un instante, la ira de Dios los destruirá. No podrán escapar entonces de la ruina, el terror y el inimaginable dolor que vendrá sobre ellos, de la misma forma como una mujer encinta no puede escapar de sus dolores.

Versículo 4. Mas vosotros, hermanos, no estéis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.

Pablo insiste en advertir a los tesalonicenses que estén en alerta grave y constante, como cuando en los puertos se espera un huracán y se enciende la alerta amarilla o preventiva. Un cristiano no tiene por qué vivir aquel Día grande y terrible; no obstante, el riesgo de que aquel Día sorprenda a los negligentes (cristianos de nombre) sigue latente. Como apunta el profeta san Juan: “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Ap. 16:15). Si menospreciamos el anuncio preventivo, entonces nuestra negligencia será expuesta al escarnio público aquel gran Día…

Nota: La alerta preventiva no es para los impíos, como podrá entenderse. Pues ellos viven impasibles ante las señales e indiferentes al mensaje de salvación, como en los días de Noé. El sufrimiento y la condenación eterna serán el triste final del pecador si no se vuelve a Dios.

En cambio, las palabras del Espíritu Santo acerca de los tiempos finales están dirigidas a Israel y a la iglesia. Al pueblo judío, el Señor advirtió: “Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo” (Mat 24:20). El pueblo israelita deberá “huir a los montes”, es decir, escapar de los horrores de aquel Día; no obstante, Jesús les dice “rueguen”, para que en el momento en que tengan que escapar no sea en día de reposo, cuando no se puede caminar más de un kilometro, ni en invierno, cuando las condiciones climáticas hacen muy dificultoso cualquier intento de huida. En cuanto a la iglesia, la Palabra de Dios urge al cristiano que esté sobrio y vigilante para que el día del Señor no le sorprenda como ladrón en la noche. El pueblo cristiano debe huir de la transgresión de la verdad de las Escrituras, de la inconstancia, de la indiferencia y de la ignorancia a fin de que no se quede hasta la Venida del Señor.

Versículo 5. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. No andamos como de noche, alumbrándonos con un cirio de llamita temblorosa (ignorancia), para tener suerte con los hijos de las tinieblas.

Versículo 6. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. (1ª Pe 5:8, sobrios y vigilantes, pues nuestro adversario, el diablo, anda buscando quien lo acompañe en su ruina definitiva.)

Versículo 7. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Aunque los que se embriagan tomen de día, aun así pierden la conciencia y son arrebatados por el sueño. De tal forma que, dormilones y borrachos, viven en tinieblas que no los dejan ver dónde están ni adónde se dirigen. No seamos como ellos.

Versículo 8. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de amor como yelmo. Los hijos de Cristo no tienen parte en el Día de Jehová –que en realidad es la noche en que el Hijo del Hombre minará los hogares de los impíos-; por el contrario, “somos del día”. ¿Cuáles con las características que definen a los hijos del día? Las que apunta el apóstol Pablo: sobrios (“que se comportan con medida en sus palabras y en sus obras”); siendo ya vestidos (no que se tengan que vestir) con el blindaje de la fe en Dios y en su amor, y con la certeza de que ese amor cubre y colma su cabeza. Un ser revestido con este atavío santo no puede ni debe experimentar los horrores de aquella noche. Por tanto, como sigue diciendo el apóstol:

Versículo 9. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. La iglesia de Cristo, única, será librada del día de la ira, porque si ahora vive en angustia y persecución, es para prueba, no para juicio.

Versículo 10. Quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.

Jesucristo murió por nosotros para darnos vida eterna juntamente con él. Ese es el propósito final de Dios por medio de Cristo. ¡No nos ha situado en el curso universal de la vida para padecer los efectos pavorosos de la ira divina! Antes, ya sea que velemos o que durmamos, nuestra mansión definitiva está con Cristo Jesús, Señor nuestro.

Versículo 11. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.

Pablo cree conveniente volver a decir a la iglesia en Tesalónica que mantenga siempre un alto espíritu de ánimo. Pero ahora, casi al finalizar el último capítulo de la Carta, el apóstol también les recomienda la edificación, es decir, el conocimiento pleno de la verdad de la doctrina de Cristo, que los mantendrá fuertes y bien nutridos en el Espíritu.

Versículo 12. Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor, y os amonestan.

Una vez que Pablo ha terminado de comunicar a la iglesia el mensaje profético, vuelve la atención de los tesalonicenses al aspecto eclesiológico. No obstante, el consejo es pertinente para toda congregación cristiana. Es un deber considerar con honra a los obreros que cumplen su trabajo con diligencia, pues ellos, que enseñan y corrigen, también han sido puestos para gobernar o “presidir en el Señor” a la iglesia.

Versículo 13. Y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.

Amen a quienes les enseñan y los guían (incluso con corrección) por el buen camino, además ténganlos por hombres de mucho valor; pues de esta manera, respetándose entre ustedes, vivirán en paz.

Versículo 14. También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. Aquí radica la razón de lo que antes ha dicho el apóstol, si no existe amor y reconocimiento entre los hermanos, entonces no podrá existir libertad para amonestar a los débiles e inconstantes –que no faltan en las diferentes iglesias-, pero tampoco habrá paciencia para aconsejar a los desanimados ni para consolar a los entristecidos. Una clase de amor que impida que arraigue la acción corrosiva del mal, como recalca Pablo en el siguiente versículo:

Versículo 15. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.

Versículo 16. Estad siempre gozosos.

Versículo 17. Orad sin cesar. “Manténganse vigilantes”.

Versículo 18. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. La voluntad del Padre es que el hijo de Dios sea agradecido, dando gracias a Dios en todo, por Jesucristo.

Versículo 19. No apaguéis al Espíritu. No propicien que el fuego fulgurante del Espíritu Santo termine siendo en ustedes como el cabo vacilante de una vela.

Versículo 20. No menospreciéis las profecías. No tengan en poco –continúa Pablo en este segundo “no”- las advertencias acerca de los últimos tiempos; hacerles caso o no puede significar la vida o la muerte.

Versículo 21. Examinadlo todo; retened lo bueno. Tal vez Pablo presentía la llegada de falsos maestros que intentarían engañar al pueblo. La advertencia era de lo más pertinente. Los tesalonicenses debían profundizar en las verdades del evangelio de Jesucristo ministrado a ellos por el apóstol. No les prohíbe estar en contacto con otras formas de pensamiento, incluso algún “otro” evangelio, pero sí les conmina a estar firmes en la fe que aprendieron, pues conociendo la verdad sabrían desenmascarar la mentira.

Versículo 22. Absteneos de toda especie de mal.

Versículo 23. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

El pensamiento moderno, culto y refinado, niega que el ser humano posea un alma inmortal. La concepción materialista del ser, por tanto, concluye que el “espíritu” del cuerpo es su cerebro. Lenin, por ejemplo, afirmaba que “el espíritu es el producto más elevado de la materia”. Para el pensamiento filosófico contemporáneo, el espíritu es “el principio de la vida intelectual, inteligencia. La noción de espíritu es más precisa que la noción de alma. En efecto, la noción de alma puede designar, al mismo tiempo, el principio de vida y el principio de pensamiento” (Didier Julia, Diccionario de Filosofía, pág. 95). Un dualismo semejante era sostenido por los griegos en tiempos de Pablo. Quizá por esta razón el apóstol determina incluir en el enunciado una oración incidental (“espíritu, alma y cuerpo”) que amplía la información respecto de la concepción bíblica y cristiana del ser.

Según la Biblia, ¿qué es el espíritu? Eclesiastés, un Libro de sabiduría del Antiguo Testamento recoge la noción antiquísima hebrea que considera al espíritu como el hálito de vida, el resuello signo vital del ser: “…y el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (12:7). El espíritu es el aliento que hace vivir y que proporciona vida consciente (1ª Cor 2:11), como enseña Ezequiel 37:10: “Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos (los huesos secos), y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo”. En el NT, Mateo describe el momento en que murió el Señor, con la siguiente expresión: Mas Jesús, habiendo clamado otra vez a gran voz, entregó el espíritu” (27:50). Por otra parte, Santiago afirma que: “…el cuerpo sin espíritu está muerto…” (2:26). En algunos pasajes bíblicos alma y espíritu se toman como si fueran una sola unidad o como sinónimos. Por ejemplo, cuando el Libro de Job relata la misteriosa experiencia de Elifaz (“y al pasar un espíritu por delante de mí, hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo”), debemos considerar a tal “espíritu” como una entidad sin cuerpo, pero con alma. Los espíritus que sirven al señor de la potestad del aire (Ef. 2:22) son dueños de un alma que habrá de responder por sus actos delante del Creador. Los “espíritus encarcelados” a que alude Pedro, a quienes también predicó el Señor Jesucristo (1ª Pe 3:19), tendrán que enfrentar el mismo acto judicial llegado el momento. Puesto que Dios no juzga el espíritu, ya que todo espíritu, “vuelve a Dios que lo dio”. Sin embargo, es necesario entender que alma y cuerpo son divisibles e independientes, como declara Hebreos 4:12: la Palabra de Dios, viva y eficaz, es “más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu”.

La palabra que usa el NT para significar “espíritu” es pneuma (en griego “aire”, “aliento” y “viento”; el mismo significado que en el hebreo ruah). En este sentido, el “espíritu” es como el hálito que entra en los pulmones y les da vida o como el aire que infla los neumáticos de un vehículo.

En lo que respecta al término “alma”, esta palabra se traduce del griego psuche, en el NT, y del hebreo nephesh en el AT; ambos vocablos tienen un significado idéntico. Para los teólogos, el alma es el asiento de los afectos, deseos y emociones. Es la parte del ser donde radican y desde donde se planean los buenos y los malos deseos; en este sentido, el alma es comparada con el corazón del hombre: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios” (Mr. 7:21).

A)     El alma es el ser del hombre, lo hace ser lo que es en cuanto a su personalidad y voluntad; (B) su espíritu le confiere el estado de “alma viviente” (Gn 2:7); (C) mientras que su cuerpo contiene los rasgos físicos que representan ante la sociedad todo su ser. Por último, es necesario apuntar que el ser humano nunca pierde su condición “tripartita”; el alma que ha dejado su estado viviente espera la resurrección, para vida o confusión perpetua, no obstante, es dueña de un cuerpo intransferible y de un espíritu propio que Dios le insuflará de nuevo, llegado el momento.

Guardar nuestro ser irreprensible para la venida de Cristo es un mandato universal para el cristiano. La reprensión divina está reservada para el momento en que comparezcamos delante del tribunal de Cristo, donde serán juzgadas nuestras obras y galardonados nuestros actos de acuerdo con el desempeño de nuestra mayordomía. Procuremos tener cuentas breves y claras.

Versículo 24. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. En 1ª Cor 10:13, Pablo comparte una enseñanza maravillosa respecto de la fidelidad de Dios y un aspecto práctico de tal fidelidad: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

Versículo 25. Hermanos, orad por nosotros.

Versículo 26. Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. Un saludo santo, que para el ser cristiano no debería ser el mismo que utiliza para su vecino incrédulo: “buenos días”, etc., o un simple “Dios lo bendiga”, para con sus santos hermanos.

Versículo 27. Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos.

Versículo 28. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. He aquí, dicho saludo.

FIN DE LA PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES.

Capítulo 4 de la primera carta pastoral del apóstol Pablo

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 6)

Juan Elías Vázquez

A LOS TESALONICENSESCAPITULO 4.

Versículo 1. Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más (Col 1:10).

Versículo 2. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús.

Versículo 3. Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación, que os apartéis de fornicación. Ante todo, Pablo reitera a la comunidad cristiana de Tesalónica que Dios requiere que el creyente se aparte por completo del pecado que prevalece en el mundo. Enfatiza el pecado de la fornicación. A través de esta proscripción, el apóstol introduce en el pueblo gentil la práctica de la abstinencia, inculcada desde mucho antes en el pueblo hebreo. Se refiere a la abstinencia de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, una costumbre arraigada en la sociedad gentil.

Versículo 4. Que cada uno de vosotros sepa tener (“obtener”) su propia esposa en santidad y honor. La Antigua Versión (1909) traduce “vaso” en lugar de “esposa”, y “santificación” en vez de sólo “santidad”.

Consideremos las dos versiones. En la revisión que estamos utilizando (1960), entendemos lo siguiente: el apóstol está enfatizando en el versículo anterior el pecado de la fornicación. Por tanto, “obtener” (“llegar a tener o disfrutar alguna cosa”) una esposa –una vida matrimonial- deberá realizarse dentro de los marcos legales que reclama la forma de vida cristiana, es decir, sin haber tenido relaciones sexuales previas. Pero, sin en lugar de traducir “esposa” utilizamos la acepción “vaso” (Versión 1909), entonces el texto nos aporta la siguiente enseñanza: Que cada uno sepa tener su propio cuerpo en santificación y honor. En ambos casos, la Palabra se enfoca en el cuidado espiritual e higiénico que debe observar el creyente (no olvidemos que el término “venéreo” deriva de las prácticas sexuales promiscuas que se ejercían en los rituales dedicados a Venus –Afrodita, para los griegos-, la diosa romana de la fertilidad: “enfermedad de Venus”). Dicho cuidado es imposible sila criatura no ha perseverado en la santificación, el proceso progresivo de separación respecto del mundo y sus ofertas, y no sólo “en santidad” (como escribe la Versión 1960).

El versículo siguiente reafirma la obligación del creyente de mantenerse en una senda honorable y distinta, única:

Versículo 5. No en pasión de concupiscencia (“afán desordenado de placeres sexuales”), como los gentiles que no conocen a Dios.

Versículo 6. Que ninguno agravie ni engañe (“con tal hecho”) en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pablo, Apóstol de Jesucristo, recuerda sus enseñanzas a los tesalonicenses: Dios considera gravemente las calumnias que pudieran infringirse los hermanos entre sí, así como el chantaje o mal consejo y testimonio que pudieran derivarse en contra del prójimo agraviado.

Versículo 7. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.

Versículo 8. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Al final de esta Carta (5:19), el siervo de Dios ordena a la iglesia: “No apaguéis al Espíritu”. Quiere decir, no propicien que el fuego fulgurante del Espíritu Santo termine siendo en ustedes como el cabo vacilante de una vela. Pues el hombre que menosprecia el consejo por mera presunción de vana sabiduría atenta contra el poder vivificante del Espíritu de Dios.

Versículo 9. Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros. Por la vía del contraste, Pablo no juzga necesario abundar mayor cosa en la necesidad del amor entre hermanos.

Versículo 10. Y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis más y más.

Versículo 11. Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado. La ética económica paulina ha sido objetoincluso de intrincados estudios laicos posteriores (consideremos, por ejemplo, La ética protestante, de Max Weber), debido al acento que Pablo recargaba en el trabajo tenaz y honrado. Subrayado en el siguiente versículo:

Versículo 12. A fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada.

Versículo 13. Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Pablo deja de tratar la ética laboral para pasar a otra problemática muy importante. A su regreso a Atenas, Timoteo debió platicarle al apóstol acerca de una duda inquietante que tenían los tesalonicenses: ¿Qué pasaría con ellosdespués de la muerte? (¿Descenderían al tenebroso mundo de Hades, el señor de la muerte? ¿Tendrían la moneda de plata (óbolo) que exigía Caronte –el barquero del Hades infernal- para pasar sus almas errantes de un lado al otro del río Aqueronte, según las creencias griegas? Etc.)

Pablo desecha todas aquellas creencias paganas tan angustiantes. Prefiere utilizar el término “dormidos” para referirse a los cristianos fallecidos. Es decir, éstos se mantienen en un estado temporal y transitorio. No existe motivo para llorar a los muertos con desesperación incontenible. Existe una esperanza…

Versículo 14. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

San Pablo vuelve a utilizar enunciados muy cargados de significado. Primero que nada, el apóstol está seguro que los tesalonicenses no han dejado de creer en la resurrección de los muertos –aunque aún vacilen en los detalles de tal suceso. La ecuación es sencilla, aunque no simple: Si creemos que Jesús resucitó del mundo de los muertos, de la misma forma, estamos seguros que los que han dormido en Cristo volverán a la vida (pues Él es la vida eterna: Jn 11:25)). Mucho más compleja resulta la última declaración de este verso: Dios traerá con Jesús a los que durmieron en él. ¿De dónde, pues, los traerá? Esto mismo se aclara en parte en el siguiente versículo:

Versículo 15. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. El Apóstol de los gentiles manifiesta una enseñanza doctrinal que ha recibido por revelación del Espíritu Santo: Los que han dormido en Cristo se encuentran en la presencia gloriosa e inmediata de Dios (antes del ministerio de Jesús los justos esperaban en el “seno de Abraham”, según revela Lucas 16). Por tanto, Dios traerá con Jesús del cielo a los santos que hayan dormido antes de su Venida. Empero, los que vivan para entonces no precederán (preceder: “estar colocada una persona delante de otra”) a los que ya durmieron.

Versículo 16. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Este proceso de reavivamiento incomparable sucederá de la siguiente manera: Primero resucitarán los que durmieron en Cristo; no obstante, al mismo tiempo (pero no antes que los muertos), los que vivimos, “que habremos quedado hasta la venida del Señor”, seremos transformados (1ª Cor 15:52), o sea, seremos revestidos de un cuerpo nuevo e incorruptible. Ambos acontecimientos, efectuados con una rapidez inimaginable, implican un mismo propósito: vivos y muertos “resucitarán” a una nueva vida, y recibirán un cuerpo –no una especie de entidad flotante- apto para, primero, encontrarse con Cristo en su venida, y enseguida poder ser aptos para entrar en el reino de los cielos, que ni carne ni sangre (es decir, corrupción) heredarán.

La información profética de Pablo a los tesalonicenses se completa en el siguiente versículo:

Versículo 17. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

El cuadro presentado por el apóstol quedaría perfilado de la siguiente forma:

       Los cristianos duermen en Cristo una vez que dejan esta vida.

       Dios traerá con Jesús a los que durmieron, en su venida.

       Con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios (señal de presencia y autoridad), el Señor descenderá del cielo y resucitará a los santos que vienen con él.

       Los que han dormido recibirán nuevos cuerpos –incorruptibles- simultáneamente, los que viven, también serán transformados.

       Tanto los resucitados como los que han sido transformados, serán arrebatados en las nubes para recibir al Señor en los aires; luego irán con el Señor y así estarán por toda la eternidad.

Ahora bien, ¿a qué se refiere Pablo cuando escribe del “arrebatamiento” de los santos? En nuestro idioma, esta palabra significa “I. Quitar con violencia o rapidez; II. Atraer o llevar consigo con fuerza irresistible”. Mientras que en el griego, “arrebatamiento” se traduce del término harpazo, que implica la siguiente acción: “los que son sacados en cuerpos físicos de una multitud con violencia y cargados a otro lugar”.

Por lo tanto, confirmamos que:

       Los que serán resucitados vendrán con el Señor a esperar en los aires sus nuevos cuerpos.

       Los cristianos transformados serán arrebatados (sacados de una multitud, llevados por una fuerza a la que no se puede ofrecer resistencia) en las nubes, donde recibirán al Señor que desciende, donde también se reunirán con los santos resucitados.

       La acción transcurrirá sin pausas (“Luego –inmediatamente después- nosotros los que vivimos…”): enseguida que son arrebatados, los santos redimidos van con el Señor al cielo “y así estarán siempre con el Señor”.

Versículo 18. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Capítulo 3 de la primera carta pastoral del apóstol Pablo

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 5)

Juan Elías Vázquez

A LOS TESALONICENSESCAPITULO 3.

Versículo 1. Por lo cual, no pudiendo soportarlo (“esperarlo”) más, acordamos quedarnos solos en Atenas.

De acuerdo con el Libro de Hechos de los Apóstoles, la relación de los acontecimientos aludidos por Pablo ocurrió de la siguiente manera (Capítulo 17):

La iglesia en Tesalónica fue fundada en el año 50, durante el Segundo Viaje de san Pablo. El primer propósito consistió en predicar a los judíos en la sinagoga. Así lo hizo el Apóstol durante tres días de reposo consecutivos. No obstante, la palabra fue recibida con mayor diligencia por los gentiles. Por espacio de casi un mes, san Pablo expuso por medio de las Escrituras que “era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos” (v. 3), y que aquel Jesús crucificado, muerto y resucitado en la lejana Judea, era el Cristo (el Ungido, el Mesías que Israel esperaba). Algunos de los judíos creyeron y se juntaron con Pablo y Silas; en cambio, un gran número de gentiles –entre ellos una buena cantidad de mujeres de la nobleza griega- se convirtieron y conformaron la amadaiglesia tesalonicense.

Hechos 17:5 continúa: “Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón (pariente de Pablo: Ro 16:21), procuraban sacarlos al pueblo”. Pero aquella multitud de forajidos no halló en la casa a Pablo y Silas, pues los fieles de Tesalónica se encargaron de ponerlos a salvo en la cercana ciudad de Berea, una vez que hubo llegada la noche. En ese lugar también Pablo predicaba el evangelio en la sinagoga, logrando que muchos aceptaran de buen grado la Palabra de Cristo. Pero los celos mal habidos de los judíos tesalonicenses persiguieron a Pablo hasta Berea, y allá fueron y de la misma forma alborotaron a una multitud de impíos. Pablo volvió a escapar, esta vez vía marítima, y conducido por sus amigos hasta Atenas, donde no le quedó más remedio que esperar a solas, hasta que Timoteo pudiera unírsele. Estas vicisitudes son la causa de que Pablo lamente con amargura la fiera oposición judía y el estorbo de Satanás, que le impedía ver y consolar en persona a sus hijos en Cristo.

Versículo 2. Y enviamos a Timoteo nuestro hermano, servidor de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros en vuestra fe. Mientras que Pablo esperabaen Atenas, consumido su corazón al contemplar la gran idolatría de los griegos, el joven Timoteo (“reclutado” por Pablo en Listra: Hech 16:1) era quien se encargaba de inculcar la palabra del evangelio en Tesalónica.

Versículo 3. A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones, porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos. El llamado atento de Pablo por medio de Timoteo tenía como propósito advertir a los tesalonicenses que las persecuciones desatadas formaban parte del estilo de vida enseñado por el evangelio de Cristo. Era verdad que las tribulaciones aludidas debían ser sufridas por los pastores, pero también Pablo sutilmente confía a sus hijos en la fe que incluso la grey sería, tarde o temprano, víctima de las mismas asechanzas y sufrimientos. De todas formas, estos padecimientos no podían ser motivo de desanimo ni decepción para el creyente.

Versículo 4. Porque también estando con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y sabéis. La oposición de Satanás había sido prevista por el Apóstol de los Gentiles. Pablo lo sabía, lo había sufrido antes y preveía esta persistencia maligna en su ministerio santo. Ahora se confirma delante de los ojos preocupados de los tesalonicenses.

Versículo 5. Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más (“esperar más”), envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano. Al apóstol le concierne en gran manera la salud espiritual de sus hijos en la fe. En otro lugar (2ª Cor 11:2), Pablo le dice a la iglesia: “Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Constreñido por ese celo, temía que la astucia de la serpiente que tentó a Eva volviera a causar estragos quebrantando la fe novísima de las almas recientemente ganadas para el evangelio de Cristo.

Versículo 6. Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a vosotros. ¡Qué alivio experimentaba el corazón de Pablo al saber que los tesalonicenses se habían mantenido fieles a Cristo! Era como el padre que se regocija al saber que su hijo pequeño, al cual tuvo que abandonar repentinamente, se encuentra en perfecto estado de salud. No cabe duda que, como dice el Salmo 133, Dios envía bendición y vida eterna ahí donde los hermanos habitan en comunión y armonía.

Versículo 7. Por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe. El corazón grande del siervo de Dios se pone de manifiesto a través de estas palabras. Por encima incluso de la salud corporal de sus ovejas, a Pablo le interesa saber que la fe de los tesalonicenses se mantiene inquebrantable; esa satisfacción, sobre todo, es el motivo de su consuelo. El siguiente versículo lo expresa de manera elocuente:

Versículo 8. Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.

Versículos 9-10. Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falta a vuestra fe? ¿Con qué podríamos pagar el inmenso amor de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, mostrado a través del gozo de nuestros hermanos?

Versículo 11. Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros. El participante del Nuevo Pacto (la Gracia) está autorizado legalmente para allegarse a Dios por Jesucristo, de otra manera, sigue siendo imposible que el hombre pueda llegar a conocer a Dios y rendirle adoración. Tendrá que ser Dios por Jesucristo quien dirija los pasos de su siervo en su búsqueda.

Versículo 12. Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros. (1ª Juan 4:7-12)

Versículo 13. Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

Desde el inicio de esta Carta Pablo se ha esmerado en dejar en claro su conducta irreprochable. Lo mismo le exige ahora a los tesalonicenses. Pero, ¿cómo se obtiene tal conducta ejemplar? Desdeluego que no hay poder humano que la consiga ni la ofrezca (es posible, mediante el poder santificador del Espíritu Santo: 1ª Pe 1:2). Sin embargo, el creyente debe experimentar, voluntariamente, el poder progresivo de la Santificación. Santificar significa “separar” o “apartar” para el servicio exclusivo de Dios. Así como se apartaban los vasos para el servicio único del templo, el cristiano,por iniciativa propia, se consagra o santifica para el servicio único de Dios. Mediante tal separación, el hombre de Dios termina subordinando a la causa divina las necesidades y placeres que su ser carnal demanda o requiere (alimento, trabajo, escuela, recreación, etc.). El fin último de la santificación consiste en poder ser aprobados delante del Padre en la venida de nuestro Señor Jesucristo, de otra forma, el creyente profesante o “denominacional” estará en el caso de aquellos que aunque le digan a Cristo: “Señor, Señor, en tu nombre predicamos y echamos fuera demonios”, el Señorde la Viña los desconozca. Ciertamente éstos, no tendrán parte en “la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Estar delante de Dios en la venida de nuestro Señor Jesucristo, está reservado para los hijos verdaderos, de otra manera el apóstol no les hubiera colocado en esta situación. No se trata, entonces, de una aparición o Venida para juicio, sino para regocijo. Estaríamos hablando de una reunión gozosa entre el Padre, el Hijo y el cristiano verdadero.

Tocante a la venida de nuestro señor Jesucristo, Pablo habla a los tesalonicenses con naturalidad, con la convicción de que han entendido el tema, pues mientras estuvo con ellos lo trató con todo detalle (2ª Tes 2:5). El apóstol enseña que aquel advenimiento será “con todos sus santos”. ¿Quiénes son esos “santos”? El siervo de Dios lo aclara en el siguiente capítulo (4:14): “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Aquellos “santos” son todos los santificados en Cristo Jesús que precedieron al apóstol Pablo y sus lectores. Al respecto, José Grau comenta: “…Pablo afirma que, en la segunda venida de Cristo, cuando el Señor arrebate a su Iglesia, ´también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él´. A pesar de todo <de este argumento>, los `santos´ de 1ª Tesalonicenses 3:13 podrían muy bien ser los santos ángeles que acompañarán al Señor a su regreso (el vocablo hagioi se emplea para designar a los ángeles en la Septuaginta en Salmo 89:5-7; Daniel 4:13, etc.). A los ángeles se les llama muy frecuentemente ´los santos´ en la literatura de Qumram” (José Grau Balcells, 1977, Pág. 254).

Si los ángeles son los santos a los que se refiere Pablo (como sugiere Grau), entonces estaríamos hablando de la Segunda Venida de Cristo en gloria (Por ejemplo, Mat 25:31: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria”), y no de una reunión íntima de regocijo sólo entre Jesucristo y sus redimidos resucitados. No parece ser la intención de Pablo hablarnos de aquel bendito momento en que el Hijo del Hombre rodeado de toda su majestad se siente en su trono dispuesto a juzgar al mundo impío. Pues hay que recordar que la Venida del Señor será un evento presenciado en todo el mundo y precedido de señales en los cielos (es decir, un suceso que el mundo gentil y los ejércitos de la bestia, que estarán en ese momento asediando la santa ciudad, “presentirán” de forma inminente): “E inmediatamente, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

Queremos decir, que el Segundo Advenimiento del Señor Jesucristo, aunque repentino, no será inesperado. Satanás y sus huestes lo estarán esperando. Incluso, el resto de los moradores de la tierra, atrozmente asolados por los juicios previos al desenlace final, sabrán que el Señor del cielo estará próximo a caer sobre ellos con redoblada ira.

¿Qué caso tendrían, entonces, las advertencias vero testamentarias que enseñan la alerta constante de la iglesia debido a la visita súbita del Esposo? No. El rapto, tasado en medida infinitesimal (en un “abrir de ojos”), de la santa iglesia de Cristo, tendrá que ser, por definición, inesperado y secreto; sin señales reveladoras que podrían apercibir incluso a los indolentes (las vírgenes fatuas de Mateo 25).

Capítulo 2 de la primera carta pastoral del apóstol Pablo

El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (4)

Juan Elías Vázquez

A LOS TESALONICENSESCAPITULO 2.

Versículo 1Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana.

Versículo 2Pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición. Pablo apela a la memoria colectiva de sus hijos en la fe en Tesalónica: Acuérdense –les dice- que mi visita tuvo altos propósitos de edificación espiritual. No nos detuvo –continúa haciéndoles ver- los azotes que recibimos en Filipos (primera ciudad de la provincia de Macedonia: Hech 16:12-24), ni tampoco nos acobardamos por la gran oposición que tuvimos cuando les hablamos de Cristo.

Versículo 3.  Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño. Por medio de una sintaxis impecable, Pablo construye un enunciado en que se explican tres conceptos secundarios que se derivan de uno principal; el concepto básico del Apóstol es, en este caso, la exhortación: quiere decir, animar al cristiano con ruegos o razones para que continúe su caminar en plena certidumbre, pues ese atento llamado no tuvo como fuentes el error –humano-,  propósitos perversos ni la estafa.

Versículo 4Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. La certificación de Pablo proviene directamente de los cielos de Dios. El evangelio de Jesucristo es presentado para la gloria de Dios, que continúa probando los corazones y aprobándolos, con el fin de que el santo legado preserve su pureza y efectividad en el mundo.

Versículo 5Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia, Dios es testigo. Pablo conoce las artimañas de los hombres que falsifican la verdad con fines de lucro (2ª Cor 2:17, “…medran falsificando la palabra de Dios”) y no ignora el grave daño que ocasionan al ministerio del evangelio. Por eso presenta a Dios como testigo de su fidelidad y compromiso.

Versículo 6Ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. Pablo, hablando a los Gálatas, dice lo siguiente:”Pues si todavía agradara a los hombres no sería siervo de Dios” (1:10). Las lisonjas, probablemente, atraerían al evangelio a una mayor cantidad de conversos y sus riquezas. Eso no le interesa a Pablo. El hombre se declara como un servidor o esclavo delante de Dios, que por ley bien que podría haber recibido una ofrenda o salario para vivir con holgura, empero él rechaza cualquier prebenda que signifique una carga para la iglesia en Tesalónica.

Versículo 7Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Algunos hombres perversos han llegado a calificar al apóstol Pablo como un ser iracundo, rabiosamente misógino e impío (es decir, incapaz de experimentar piedad). No obstante, esta declaración cariñosa echa por tierra cualquier prejuicio en cuanto al trato diligente con que Pablo conducía a la iglesia. Él no es semejante a las nodrizas que por alquiler prestaban su pecho a los recién nacidos; en cambio, se presume como la madre que alimenta naturalmente a su bebé. 

Versículo 8Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéremos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. San Pablo emplea la primera persona del plural para mostrarse inclusivo (no olvidemos que Silvano y Timoteo se hallaban con Pablo en Corinto en el momento de la redacción de la Carta), pero también, para no tomarse atribuciones “absolutistas” –aunque habla con autoridad legítima- que pudieran interpretarse como determinaciones propias, y no del Espíritu Santo. Utilizando este humilde tono, el Apóstol ratifica a los tesalonicenses el tamaño de su afecto. Una clase de amor que solamente alguien redimido por la sangre de Cristo es capaz de ofrendar.

Versículo 9Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravoso a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Un poco antes de partir a Jerusalén, donde le esperaba la prisión, Pablo hablando a los ancianos de Éfeso (Hech 20:33-35) expresa categóricamente: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Luc 14:12). Al Apóstol le es sumamente necesario manifestar ante la iglesia su desapego de los bienes materiales, así como la consecuente búsqueda de dádivas, no importando que éstas fueran bien ganadas. Pablo no sólo realza el gran valor que existe en todo trabajo en el Señor, así sea extenuante, asimismo enseña a los ministros que trabajen materialmente para sí mismos y para el bien de la iglesia.

Versículo 10Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes. El código ético de Pablo –ceñido, austero- se prueba por su propio testimonio. Como declaró Samuel profeta delante del pueblo: “Jehová es testigo contra vosotros, y su ungido también es testigo en este día, que no habéis hallado cosa alguna en mi mano. Y ellos respondieron, así es” (1º Sam 12:5); de manera semejante, san Pablo desafía a los tesalonicenses a que declaren en contra de él algún cohecho o agravio, pues el ministro de Jesucristo debe ser santo, entrañable e irreprensible.

Versículo 11Así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros. Pablo es imitador de Dios y Cristo. Puesto que antes se presentó como la madre dilecta que alimenta a los hijos, y ahora lo hace como el padre que con ruegos y razonamiento instruye en el buen camino a su descendencia.

Versículo 12Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria. ¿Cómo es andar dignamente en Cristo? De acuerdo con Efesios 4:1-3: “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. En cuanto el llamamiento, Pablo se refiere a una vocación (profesión y aptitud) que tiene como propósitos la comunión con el Hijo (1ª Cor 1:9), para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo (2ª Tes 2:14); y para salvación: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2ª Tim 1:9).

Versículo 13. Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. La “comezón” que experimentaron los cretenses al escuchar el discurso de Pablo en el Areópago (Hech 17) no produjo ningún efecto espiritual; aquéllos oyeron y juzgaron según la carne. En cambio, los tesalonicenses recibieron el mensaje de la palabra no como viniendo de Pablo o siendo sustentado por él. Gracias a esta atención diligente, la palabra de Dios produjo un nuevo nacimiento en el creyente, diferente a todo lo conocido, renovador. Como explica Santiago (1:18): “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”; el Apóstol Pedro, por su parte, expresa: “…siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1ª Pe 1:23).

Versículo 14Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos. La localidad de la iglesia en Tesalónica no la hace diferente en ningún rasgo a las demás iglesias (cuyo modelo ejemplar eran las que estaban localizadas en Judea). Pero ha sido ese compromiso con la palabra de verdad la causa de un mismo resultado, que a la vez hermana a los hijos de Cristo: la persecución del mundo gentil, como antes, los cristianos judíos, la padecieron de sus hermanos de raza.

Versículo 15Los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres. La dureza del corazón de Israel fue expuesta en el lamento del Señor, que dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” (Luc 13:33). Una declaración semejante le costó la vida a Esteban, el primer mártir judeocristiano (Hech 7:52). San Pablo no exime a su generación rebelde de haber dado muerte al Señor Jesús. Habla a ciencia cierta, tanto como instigador de persecuciones como víctima de ellas.

Versículo 16impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo. El Apóstol Pablo no se vale de ambigüedades a la hora de responsabilizar a sus conciudadanos de sus graves pecados delante de Dios. Pablo escarba en un terreno harto difícil de desentrañar hasta la fecha: esto es, la religión judía como un pozo cegado para el extranjero, que, no obstante, deja ver de lejos sus aguas para fascinar a los incautos (el Apóstol de los Gentiles tuvo que lidiar con denuedo en contra de los judaizantes, que pretendían hacer del cristianismo una especie de secta judaica). La rebeldía de este pueblo alcanza, en el contexto que citamos, proporciones monstruosas: ni se salvan y escapan de la ira extrema que ha venidos sobre ellos, ni tampoco están dispuestos a conceder a otros la oportunidad de salvarse.

Versículo 17Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro. La conjunción adversativa “pero”, que utiliza el Autor al principio del enunciado, denota oposición o contraste entre la frase o concepto que la precede, y la que sigue. Mediante este variante discursiva, san Pablo desea expresar que aunque judío él por nacimiento, no por eso respalda el pensamiento torcido de los religiosos judíos. Antes bien, Pablo anhela con toda la fuerza de su corazón ver una vez más el rostro amado de la iglesia tesalonicense.

Versículo 18Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó. El no poder contemplar una vez más el rostro de sus hijos en la fe, el no poder hablar con ellos e instruirlos personalmente, suscita en el Apóstol un alto grado de dolor y preocupación. Tanto es así, que el siervo de Dios no duda en atribuir al diablo la razón de esta demora y obstáculos.

Versículo 19-20Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo. ¿Cuál es la razón de mi vida, si no ustedes? –declaraba san Pablo. ¿De qué me puedo ensalzar o qué mérito me puedo atribuir en esta obra? –se preguntaba. ¿No son ustedes el motivo de nuestra alegría y nuestro galardón? –concluye. El siervo de Dios san Pablo hace alusión a las recompensas espirituales que Dios traerá a sus fieles en su Venida.

FIN DEL CAPITULO 2