Hermes Alberto Carvajal
Te voy a confesar algo: yo les creía a mis amigos en la escuela cuando me decían que era feo. Después de los 14 años, ya no quería tomarme fotos y siempre que salía en una, me costaba trabajo mirarme a mí mismo. Pero esto que vas a leer ahora, cambió mi vida y me dio una felicidad inquebrantable. Lee sin parar, hasta el final. Estoy seguro que cambiará tu vida y serás feliz
Miles de personas nos contactan con las mismas preguntas: ¿Qué cosas debo hacer para ser feliz? ¿Qué tengo que hacer o dejar de hacer para sentirme feliz? Aquí te decimos lo que debes hacer. Lo aprenderás y serás feliz, aquí y ahora. Si crees que la felicidad es difícil de encontrar y mantener, pues ya no lo creas, porque hoy mismo puedes ser feliz. ¿Qué significa la felicidad para mí? Eso es lo que te debes preguntar. No permitas que las canciones de la radio ni las telenovelas te manipulen a su antojo en tu concepto de la felicidad.
No necesitas a un hombre tan guapo que se vea afeminado para ser feliz. No necesitas una casa gigantesca para ser feliz. Lee estos diez sencillos pero poderosos consejos y desde hoy tu concepto de felicidad cambiará para bien.
Los 10 pasos para ser feliz
1. Créele a Dios. Utiliza la fe, sé optimista.
Creer en Dios no es lo mismo que creerle a Dios. Millones creen pero muchos no creen lo que Él nos dice. Él nos ha dado su voluntad escrita en su palabra y no quiere que vivas lleno de temor. Sé optimista, soñador, positivo, pero… no quites tus pies del suelo.
Tener fe en Dios, creerle a Él, es aún mejor que ser optimista. Por ejemplo, ser optimista es como si tú salieras al bosque en busca de un tesoro y te sientes feliz y confiado de que lo puedes encontrar. Tener fe en Dios es, en cambio, salir al mismo bosque a buscar el tesoro, pero con el mapa en la mano, que te fue otorgado por la persona confiable que escondió el tesoro. Más que optimismo al viento, la fe en Dios es certeza firme; por eso la felicidad y paz que te trae es permanente, a pesar de las adversidades.
Pero si fallas en lo anterior, en mantenerte optimista, pues usa tu fe y vuelve a levantarte. Vivimos en una sociedad en la que le damos más atención e importancia al fracaso, que al hecho de que el fracaso no puede detenerte si no se lo permites.
Es bonito volar, pero no puedes volar por siempre, existen vientos contrarios e inesperados; dardos que hieren y no los ves venir. Eres un ser humano, no Robocop.
¿Te sientes como el flappy bird? (juego de aplicación para celular). ¿Un rato vuelas y al otro te estrellas en el suelo? No te preocupes, a todos nos pasa. Lo importante es que sigas siendo positivo, que no dejes de confiar en las promesas de Dios y que en vez de darle tiempo, energía y pensamiento al hecho de que has fracasado, utilices toda esa energía enfocándote en levantarte y continuar tu camino.
2. Disfruta los detalles bellos en tu vida.
Afirma tu fe en Dios y mantén una actitud dispuesta a disfrutar el día a día. Cuando estás agobiado por la incertidumbre, dejas de disfrutar de los bellos detalles de la vida y es ahí donde se pierde la felicidad. Por eso es importante saber en quién has creído. Y cuando sabes que Dios no falla, recibes su paz y empiezas a ver cosas bellas que antes ni siquiera habías notado. Por ejemplo, encontrar la vía libre de tráfico, que tu mejor amigo te dé una buena noticia, que hayas tenido una comida agradable o que hayas dado un paseo por el parque con tu perro, que es un día bello, que es lindo el clima, que hoy traes dinero para llenar tu tanque de gasolina o –si no traes– que hoy podrás caminar de regreso a casa.
¡Qué belleza, los lindos detalles de cada día! Cuando comienzas a ver los pequeños buenos detalles, tu felicidad se hace mayor.
3. Sigue tus instintos
El instinto no es algo misterioso (bueno, puede ser que sí). Dios le llama sabiduría. Muy pocas veces es sobrenatural. Dios usa todo aquello que has guardado en tu mente para luego mostrarte el camino y la salida, cuando lo necesitas. Claro, a veces también suceden los milagros. Pero si, por ejemplo, este día te levantaste con deseos de irte al trabajo por otra ruta, o de llamar a un pariente, o de buscar otro empleo, ¡hazlo! Posiblemente Dios quiere brindarte una sorpresa y un cambio en tu vida. De hecho, los psicólogos se han percatado de que aquellas personas que suelen tomar en cuenta sus instintos o sentimientos son más felices que aquellos que siguen las pautas marcadas por otros.
Dios tiene un plan para ti. Sí, otros también tienen un plan para ti, pero tú debes preferir el plan de Dios. Porque… ¿Qué sucede cuando no sigues esa lucecita que Dios ha puesto dentro de ti? Te sientes insatisfecho, como que algo te falta, como que algo no hiciste bien, aunque todo lo hayas hecho lo mejor posible. Siempre existe la posibilidad de “¿Y qué tal si lo hago como Dios me ha mostrado y no como lo exigen la gente y las normas sociales?”. Despierta cada día alerta a lo que Dios tiene para ti. Tómate un tiempo y habla con Dios; y sigue esa lucecita, porque nunca dejará de brillar.
3. Acéptate y ámate tal como eres, sin perder los deseos de crecer y mejorar.
¿Recuerdas lo que te confesé al principio? Pues pasaron muchos años para que, al mirarme en fotos del pasado, me diera cuenta que en realidad no estaba tan “amolado” (arruinado), como dicen en México.
No era feo. Quiero decir, tampoco era Brad Pitt ni Alejandro Sanz, ni un Pancho Witt, pero yo tenía –y tengo– una linda sonrisa y mi personalidad es agradable. No sé por qué les creí a los demás, pues eso impidió que yo me desarrollara a tiempo en algunas áreas.
Al final de esta nota te diré por qué creo que mis amigos persistían en lastimarme con el engaño de que era feo.
Por favor, ámate tal como eres: gordo, llenita, flaco, flaquita, feo, bonita; como seas. Ámate, seas como seas. Dios tiene un plan para ti, y claro que para mejorar tu salud puedes –o podemos– bajar de peso o comer mejor. Y para que alguien se fije en ti, si eres soltero, pues te tienes que bañar, peinar y ponerte rompa limpia. Pero mírate al espejo y ámate porque eres tú y no dejes de amarte porque no eres apta para el concurso de Miss Universo ni para ser galán de telenovela. Alto, bajo, delgado, calvo, greñudo; ámate. Así te ama a Dios.
Acepta a esa persona que ya eres, tus hábitos, tu personalidad, tus errores, características negativas y positivas. Las personas felices suelen sentirse a gusto con ellas mismas, aprecian lo que son, no suelen intentar cambiar solo para darle gusto a los demás y no se disculpan por quienes son.
4. Trata bien a tu cuerpo; hazlo feliz. Dije “hazlo feliz” y no “cumple sus caprichos”. Dice el Apóstol Pablo: “Todo me es legal hacer, pero no todo me conviene”. (1 Corintios 6:12)
Con esto quiso decir que él podía hacer muchas cosas, ir a muchos lugares, comer muchas cosas, pero no todo le convenía. Algunas cosas pueden dañar la mente, el espíritu, el cuerpo, así que trátate a ti mismo y a tu cuerpo con amor y responsabilidad. Ten cuidado con lo que alimentas tu cuerpo y tu mente. Es interesante ver como algunas personas hasta escriben tomos enciclopédicos sobre lo malo y pecaminoso que es fumar, mientras se envenenan a sí mismos con dos litros de refresco gaseoso y un kilo de comida chatarra.
Las personas que son y quieren ser siempre felices también comparten ese sentimiento con su cuerpo. Esto lo logran haciendo ejercicio, manteniéndose en forma, tomando alimentos y bebidas sanos y tratando a su cuerpo con el respeto que merece. “Nadie jamás maltrató a su propia carne (cuerpo), sino que la ama y lo cuida”, dice el Apóstol Pablo. (Efesios 5:28-29)
5. Sé compasivo.
Creo que esto tiene relación con el saber perdonar. Dejamos de ser compasivos cuando empezamos a creer que todos tienen que “pagar” por el mal que otros nos han hecho. Decimos que “todos son iguales de hipócritas e interesados”. No seamos así. Demos oportunidad a la gente y tengamos compasión cuando vemos a alguien en necesidad, sea quien sea. Sea una persona de la calle, tu vecino, tu compañero de trabajo o tu familiar que tanto te ha ofendido.
Esto me lleva a agregar que debemos, debes, tener compasión de ti mismo. Una persona me dijo: “Yo soy bueno para motivar y mostrar misericordia por otros, pero cuando yo mismo cometo un error, me trato como perro, me insulto y me llamo por nombres que no le diría ni a mi peor enemigo; después de eso me siento infeliz, culpable, sin paz”.
Mi respuesta para esta persona fue: “Pide a Dios la fuerza y la serenidad para tenerte compasión a ti mismo”. ¿Cómo llevaremos amor a otros si nosotros nos apaleamos a nosotros mismos con odio y rencor?
A la siguiente ocasión que falles, háblate a ti mismo diciéndote: “Pancho, Petronio, Martín, Martha, Cecilia (como te llames), yo sé que eres humano y puedes cometer muchos errores. Primero, te amo por lo que eres, un ser humano con todas sus ventajas y desventajas; segundo, porque estás vivo y aún permaneces en la lucha; y tercero por esos ojazos y mejillas tan bellas. Bueno, estoy exagerando, pero me amo como soy”. (Recuerda que te estás hablando a ti mismo)
La compasión es un sentimiento que nos hace ser más felices. Está comprobado que brindar ayuda puede hacer sentir mejor a una persona en comparación con quien la recibe. Puedes hacer esto de diversas formas: enseñando gratis a personas de bajos recursos, siendo voluntario de alguna causa o ayudando a cualquier persona que lo necesite.
8. Sonríe
Los científicos han demostrado que cuando sonreímos mejora nuestro humor, por lo tanto mientras más sonreímos más felices somos. ¿Por qué? Porque nuestra sonrisa se refleja en otras personas, y ellos a su vez nos regresa una sonrisa. Si les hacemos una mala cara, nos devuelven su mala cara. Pero si la gente te regresa sonrisa tras sonrisa, eso te hará sentir mejor.
Sonreír es nuestra tarjeta de presentación, la primera impresión que damos; de ahí mucha gente nos juzgará para toda la vida. Todavía recuerdo el comentario honesto que me hizo una desconocida afuera de una clínica médica. Me sentía mal y fui a solicitar un examen rápido. Caminaba despacio, con la cabeza baja, porque estaba falto de energía. No sonreía, no tenía ganas. La desconocida me dijo: “Nada de vida, nada de alegría, nada de emoción”. Esas fueron sus palabras. A veces pienso si no sería un ángel celestial enviado por Dios para que me mirara en el espejo divino. Le di una mala cara, (es más, ni siquiera la estaba mirando a ella) y ella me dio una mala cara, un mal comentario, y más de 20 personas la escucharon.
Cuando no sonreímos, damos la imagen equivocada. Para muchos es fácil sonreír; para otros es difícil, de acuerdo a su personalidad, a lo que han aprendido o heredado de sus padres, o por las cosas que han vivido. Las heridas permanentes no los dejan sonreír, no los dejan soñar, no los dejan vivir plenamente; y aunque muchas veces han puesto su confianza en Dios, aun así prefieren rodearse de personas negativas que les recuerdan el dolor y nunca les hablan de la alegría y la victoria que pueden tener en Cristo Jesús.
Si creemos en Él, debemos dejar las caras de tristeza y empezar –aunque sea poco a poco– a sonreír. El Apóstol Pablo dice: “Y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”. ¿No es esa una razón para estar felices y sonreír?
9. Olvida. (En serio, olvida)
Hace algunos años pertenecí a un grupo de jóvenes cuyo lema era este versículo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas…” (2 Corintios 5:17)
Pero el problema era (y esto es lo que sucede cuando ponemos énfasis en la religión y no en una verdadera relación con Dios) que en realidad, no vivíamos esas palabras: “Estar en Cristo”. Supuestamente éramos nuevas criaturas. Las cosas viejas habían pasado. ¿En serio? ¿Y por qué cada domingo se nos hablaba siempre de aquello malo que habíamos hecho tiempo atrás? ¿Y por qué nos echábamos en cara nuestro pasado apenas teníamos oportunidad? ¿Y por qué nos la pasábamos tristes y deprimidos por los recuerdos del ayer? ¿Que no éramos nuevos y las cosas viejas habían pasado?
Muchas personas que aún no despiertan a su capacidad en Cristo para vivir una vida limpia y plena en el presente, necesitan del pasado como pretexto para seguir viviendo en la tristeza y la depresión. Cuando llegan a una iglesia y encuentran a Cristo, ahí sí hay un cambio en sus vidas. Pero solo desde afuera.
Cambian su manera de vestir, su manera de hablar. Ahora tienen una razón para vivir, así es, antes no tenían nada que hacer y ahora tienen adonde ir los domingos: a la iglesia. Pero en realidad siguen atormentados por los recuerdos del pasado.
10 – Recibe el regalo de Dios: Vida y felicidad.
Aún siguen atados mental y espiritualmente a las personas que les estrellan en su cara sus pecados y errores. Desgraciadamente, algunos “hermanitos” o predicadores en las iglesias son buenos para recordarte de dónde saliste pero no para señalarte el camino a una mejor vida. Dicen estar en Cristo pero sus corazones aún permanecen en el pasado.
Si en verdad estamos en Cristo, entonces sí lo estamos. Y si en verdad eres nueva criatura, lo eres. Y si las cosas viejas pasaron, ya pasaron, ya no existen. Tal vez tengas fotos, tal vez tengas recuerdos, pero ya no existen en sí.
Deja atrás las cosas viejas que ya pasaron, como dice el Apóstol Pablo: “Pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!” (Filipenses 3:13, 14)
Atención, el Apóstol Pablo dijo: “Me olvido de lo que queda atrás”. No dijo: “Dios me borra la memoria y ya no me acuerdo”. No. Activamente tenemos que dejar de recordar lo malo que nos ata en el pasado. Dios no te borrará la memoria, porque Él no quiere que olvides las lecciones positivas del fracaso. Pero tú activamente tienes que dejar de pensar en lo malo que todavía te atormenta, y la mejor manera es creyéndole a Dios, a su perdón, a su amor. Y si Él dice que eres perdonado, lo eres. ¿Y dónde lo dice? En su palabra, no necesitas que ningún profeta adivino venga y te lo diga; créele a su palabra. Créele a Dios.
Creerle a Dios y olvidar las experiencias negativas nos libera de las ataduras que nos mantienen tristes. Por ello es importante dejar ir esas experiencias o recuerdos para ser feliz.
La felicidad es la consecuencia de varios factores presentes en nuestra vida y para mantenerla es vital buscar el equilibrio. La felicidad no es una emoción permanente de bienestar sino la seguridad y la estabilidad emocional que trae la certeza de saber lo que crees, lo que esperas y la firmeza de las personas o las cosas en las que confías.
Te voy a decir ahora porqué creo que mis amigos en la escuela se burlaban de mí, diciéndome que era feo. Conste que esta es una teoría mía; en realidad no conozco a fondo los corazones de mis “amigos” y hace años que no los veo.
En muchos periodos escolares, desde los 6 hasta los 11 años, yo era el varón de menor edad en mi salón de clases en una escuela de la periferia de la ciudad, donde asistían los niños más pobres, los más humildes de esa comunidad. Además, era el hijo adoptivo de una pareja de ancianos indígenas.
En mi escuela, pocos varones usaban zapatos o, si los usaban, estaban muy viejos y rotos. Casi ninguno desayunaba antes de ir a la escuela. Sus padres nunca asistían a las orientaciones escolares y jamás se acercaban a los maestros para preguntar por el avance de sus hijos.
La excepción entre los niños varones era tu servidor. A pesar de que mis padres adoptivos no sabían leer ni escribir y a pesar de que el empleo de mi padre era muy humilde, ellos siempre se preocuparon porque yo desayunara antes de ir a la escuela y porque mis zapatos no estuvieran rotos; siempre estaban en contacto con mis maestros y siempre estaban enterados de mi desempeño en la escuela.
Creo que mis compañeros de escuela se llenaban de furia porque me juzgaban como si yo fuera “diferente”. Me inventaron mil apodos y se burlaban de mí en mil maneras; una de ellas era diciéndome que era muy feo. Y por ser yo era el único niño de piel clara en el grupo, las burlas y los ataques se multiplicaban aún más. Era una lucha infernal cada día. Pero eso me hizo fuerte. Nunca me di por vencido. Años más tarde entendí que la inseguridad de mis compañeros les hacía llamarme feo, tonto y atacarme como lo hacían.
Así que, cuando alguien te ataque, te odie o se burle de ti aparentemente sin razón, en vez de llenarte de tristeza trata de entender a esa persona. Tal vez le puedas dar seguridad y confianza, y le ayudes a tener una mejor imagen de sí mismo. Porque cuando no tenemos una buena imagen de nosotros mismos, juzgamos a los demás y los atacamos porque –a veces inconscientemente– no tenemos lo que ellos tienen.
Por eso sigue creyéndole a Dios. Tú crees en su palabra, esperas en sus promesas y estás firme en su perdón, su amor y su poder. Las tempestades te azotan, los vientos quieren removerte, los terremotos de la vida buscan quebrantar tu determinación, pero tú cada día te levantarás firme, con la frente en alto, y dirás en voz alta estas palabras: “Ya no vivo yo, más Cristo vive en mí, y los problemas y luchas que me enfrentan y me quieren derrotar, los enfrento en el poder del Hijo de Dios que me fortalece y me levanta, me da paz y su palabra me da seguridad. En este día yo decido ser feliz”.
RECUERDA ESTO, DIOS TE DICE, SI TU PADRE O TU MADRE TE ABANDONAREN, PASE LO QUE PASE, YO NUNCA TE DEJARÉ. Salmo 27:10
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