Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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Robadores de hombres

Controversia

Juan Elías Vázquez

El ciudadano de a pie presiente que la policía debería tener la inteligencia –por lo menos una agencia que se llame así– para saber dónde operan las células del crimen organizado. De otro modo, uno no se explica cómo es que la PGR dice conocer la ubicación, fachada y modus operandi de la mayoría de las narcotienditas (5 mil, para ser exactos) que expenden en México; o la rápida detención que lograron las instancias judiciales de los perpetradores del lamentable secuestro y asesinato del joven Martí. La rapidez y la eficiencia palidecen en un caso y relucen en el otro. Palidecen, porque aunque la Procuraduría afirma conocer la ubicación de los expendios de droga… pero no hace nada para desmantelarlos. Ahora bien, no todo lo que relumbra es oro. Porque uno también se pregunta: ¿por qué la policía no actúa de forma tan expedita en otros casos de secuestro de gente menos “bonita”?

El tormentoso clima de inseguridad que sufre nuestro México nos lleva a plantearnos cuestionamientos cuyas respuestas no sabemos o no queremos escuchar. A los cristianos nos remite a lo que enseña la Biblia sobre el secuestro. En Éxodo 21:16 el Señor dictaminó que todo aquel “que robare una persona y la vendiere o fuere hallada en sus manos” debía recibir una muerte inapelable. Pablo, en su 1ª Carta a Timoteo, aclara que la ley no fue dada para el justo, sino –entre otros– para los homicidas, los mentirosos y los secuestradores (la V. A. dice, de manera elocuente, “robadores de hombres” 1:10).

México es una nación de leyes y principios, consolidados sobre una base de actores juristas y políticos de profesión. No hace falta, pues, la implementación de otro marco jurídico para castigar el secuestro. Hace falta voluntad para cumplir con el marco legal existente; hace falta limpieza de manos para ejecutar la ley; es necesario dejar de lado la “discrecionalidad” de la ley o, en otras palabras, que no “según el sapo sea la pedrada”.

Los robadores de hombres se siguen saliendo con la suya y carcajeándose de la ley y de los supuestos guardianes. También se burlan de sus víctimas directas y de los familiares que, esperanzados, entregan en el rescate una buena parte de su patrimonio –o en ocasiones todo– cuando, muchas veces, ya es demasiado tarde.

Las autoridades o no pueden o no quieren aplicar la ley. O simplemente son ya también rehenes de la delincuencia organizada. Por fortuna para ellos, se encuentran a salvo detrás de vidrios blindados o refugiados en elegantes oficinas.

Publicado en La Voz del Amado, Año 2, Núm. 14, octubre-noviembre 2008.

Lo más difícil es perdonar

Abner Chávez

Ante la ola de maldad, avaricia y delitos que se han multiplicado en el mundo, especialmente los secuestros en el país, ¿cómo debemos reaccionar los seguidores de Cristo? ¿Debemos encerrarnos con piedra y lodo en nuestros refugios y aislarnos absolutamente del mundo? ¿Acaso no confiamos en que el Padre prometió cuidarnos como a la niña de su ojo, como su más preciado tesoro? Eso es cierto, Él prometió librarnos del lazo del cazador, de la peste destruidora y de la mortandad que en medio del día destruye.

CuriosoAsustadoPero también es cierto que el Divino Maestro previno a sus discípulos (¿tú te consideras su discípulo?) de la terrible situación moral, espiritual y social que prevalecería en los últimos tiempos: “El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir” (Mt 10:21). “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se resfriará” (24:12). Pero el consejo de Jesús fue claro: “No temáis a los que matan el cuerpo” (10:28) que, aplicado a nuestra realidad, significa que en estos tiempos los cristianos, como cualquier ciudadano común, somos susceptibles de sufrir un plagio.

Los cristianos más radicales dirán que a un hermano sencillo y humilde jamás podrán secuestrarlo, porque no habría ninguna ganancia en ello para los delincuentes, pero que los cristianos presumidos, vanidosos y soberbios ellos sí tienen riesgo de que los delincuentes piensen que si los roban o secuestran pueden obtener dinero fácil. En contraste, los promotores del “evangelio de la prosperidad” se escandalizarán con lo anterior, pues ellos no se imaginan que Dios, el Rey del universo, el dueño del oro y la plata, tenga a sus hijos (si realmente son sus hijos) en la tierra descalzos, hambrientos y víctimas del delito.

Lejos de esas dos visiones polarizadas, existe el riesgo latente de que un cristiano o un familiar de un cristiano sea secuestrado. Terrible situación de angustia y dolor para él o ella y para la familia completa, y hasta para la congregación, si es que la involucran. Muchas preguntas sin respuesta se harían, pues algunos le reclamarán a Dios por qué permitió esa situación en uno de sus hijos. Quizá se tenga que pagar un rescate, dejando en una situación de penuria a las víctimas de este ominoso delito. Quizá hasta mutilaciones y golpizas, humillaciones y aun cosas peores. Conozco casos de cristianos que lo sufrieron y las secuelas son terribles. Modifican la existencia completa y hieren lo más íntimo de nuestra esperanza.

Pero no debería ser así, porque los maleantes, por más sanguinarios que sean, no pueden secuestrar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestras convicciones… y nuestro perdón. La verdadera prueba para la familia y el secuestrado no es el delito en sí, sino lo que venga después. Hay que reconocerlo, lo más difícil es perdonar a los que nos maltratan y ofenden. Y perdonarlos no significa rogar que Dios los mate o castigue, sino que los perdone, los redima y los traiga a su redil. ¿Imposible? Dios lo puede hacer, por supuesto. Pero nosotros… ¿podremos perdonarlos?

Publicado en La Voz del Amado, Año 2 No. 14, octubre-noviembre 2008.

¿Puede un cristiano ser plagiado?

Juan Elías Vázquez

Imagine a una persona que camina apresuradamente por la calle, pegada a la pared de los edificios, a cada rato volteando para un lado y otro, y sujetando fuertemente lo que trae entre las manos. No es raro observar esta clase de comportamiento, por ejemplo, en la ciudad de México. Supongamos otro escenario, éste no tan típico. Un hombre camina ligero, como si toda carga hubiera sido liberada de su espalda; mira hacia el frente y sus pasos son firmes. Ese día, por alguna singular razón, decide tomar un rumbo distinto de siempre. Consigue, como todos los días, llegar seguro a su destino.

Qué bueno sería que todos los mexicanos pudiéramos caminar así de despreocupados por las calles de nuestro país, sin temor de que alguien nos agreda o pase un ladrón a toda carrera y nos arrebate la bolsa. O que un comando armado nos levante y nos vacíe la tarjeta de crédito o nos secuestre y exija cuantioso rescate por respetar nuestra vida.

¿Será posible caminar por la calle con confianza?

ManBehindGlasssLa Palabra Sagrada nos declara a los cristianos que Dios es escudo alrededor de nosotros y es quien levanta nuestra cabeza (Sal 3:3). Por lo tanto, no temeremos aunque la Tierra fuese removida. Cristo debe ser la confianza del hombre regenerado y su principal punto de apoyo, en todos los órdenes de la vida. ¿Entonces podrá ser posible que un cristiano pueda ser víctima –no sólo de un robo– de un secuestro? Usted qué cree. Quien escribe conoce por lo menos un par de estos casos.

¿Qué ocurrió aquí? Como preguntaron los discípulos a Jesús: ¿quién pecó, éstos o sus padres? Porque si el Espíritu de Dios está con nosotros, esa clase de desgracias no tendrían que sucedernos. Otro podría opinar quizá con razón que Dios no es injusto para permitir que sus hijos sufran.

Mejor dejemos que la Biblia nos responda. Repasemos la vida de un hombre poderoso en el Espíritu: el apóstol Pablo. A lo largo de sus tres viajes misioneros, este hombre de Dios nunca caminó por donde Él quiso, aunque sus pasos siempre fueron firmes y seguros. En Hechos capítulo 16, 6, Lucas cuenta que el Espíritu prohibió expresamente a Pablo que se predicase el evangelio en Asia. En el versículo 7, la Palabra da testimonio de que otra vez el Espíritu Santo no dejó a Pablo que pasara por la ciudad de Bitania. ¡Maravilloso poder divino que conoce todas las cosas pasadas y futuras, y que conforme a ello guía los pasos de sus hijos!

Pero, ¡quién puede entender los designios celestiales! Pues en un pasaje posterior la actitud del apóstol, al parecer contradictoria, hace que todos nuestros razonamientos se vengan abajo. En el capítulo 21 se cuenta que un profeta llamado Agabo advierte a Pablo que no descienda a Jerusalén ya que ahí será atado y entregado a los gentiles. El mensaje venía del Espíritu (v. 11), ¿por qué, entonces, Pablo decidió no acatarlo? Los presentes que oyeron la advertencia apelaron al sentido común y rogaban al apóstol que no fuese a la santa ciudad. Mas él les respondió: “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (v. 13).

Podríamos aventurar con ligereza y cuestionar: ¿es así como Dios le paga a sus hijos sus servicios? ¿Con la muerte, con la prisión, con el secuestro? ¿Un cristiano puede ser víctima de robo o hasta de un secuestro a pesar de su diezmo, de estar en el templo las veces que se requiera, de la oración y del ayuno?

La respuesta, queridos amigos, es que sí, que Dios es soberano en sus decisiones. Pero hay que tomar en cuenta que las prisiones del apóstol Pablo tuvieron un propósito específico: hablar de Cristo a sus captores (Hechos 22 al 24) o escribir prácticamente el Nuevo Testamento. El mismo Señor se le presentó al apóstol para confortarlo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (23:11).

He aquí la maravilla divina: puesto que aun en la noche más oscura, Dios hace brillar el faro de luz que guía nuestras almas a los propósitos de Cristo. En esto también conviene citar lo que Jesús contestó a sus desorientados discípulos: “Ni éste pecó –el nacido ciego–, ni sus padres, mas para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn 9:3).

A los mexicanos se nos ha venido la noche en estos últimos días. Cierto, miramos para todos lados y en todos lados vemos peligro. El Señor lo anunció. Dijo que “la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. No obstante, no nos ha dejado sin esperanza. Él se presenta ahora ante nosotros, como antes ante Pablo, diciendo: “Entretanto que estoy en el mundo, Luz soy del mundo”. Su Santo Espíritu vive en mí, vive en usted, querido hermano. Andemos como de día –aun en esta oscuridad–, “pues quien anda como de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo” (Jn 11:9), es a saber Cristo, y jamás perdamos de vista lo que enseñó el Divino Maestro: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4).

Publicado en La Voz del Amado, Año 2, Número 14, octubre-noviembre 2008.

Desangrados por el secuestro

Olga Miranda

Miedo, sufrimiento familiar, dolor, luto, trauma psicológico… son algunas de las consecuencias de sufrir un secuestro. Este delito ha ido en aumento en nuestro país al grado de causar psicosis colectiva.SecuestroOlgaGraf-1

El secuestro se ha convertido en un gran negocio para los delincuentes. Prueba de ello es el dramático segundo lugar que ocupa México en el número de plagios cometidos, sólo después de Colombia. A pesar de no ser un delito nuevo, en las últimas semanas el tema ha sacudido al país y mantiene en vilo a miles de mexicanos.

De acuerdo con la Procuraduría General de la República, el secuestro es uno de los delitos que mayor afectación social tiene. La conducta repercute en un fuerte impacto psíquico y moral, donde sus manifestaciones desbordan en crueldad hacia las víctimas. Entre amenazas, golpes, sometimiento y violencia extrema, las características y consecuencias del secuestro representan una amenaza a la estabilidad social.

Secuestran personas porque así obtienen grandes ganancias y recursos económicos para otroChicoSecuestrados ilícitos, por lo que la proliferación de organizaciones delictivas dedicadas a esta actividad ha ido en aumento exponencialmente, convirtiéndose en una verdadera industria delictiva. Este tipo de delincuentes no tienen ninguna conmiseración para sus víctimas. El secuestro tiene como objetivo la obtención de recursos económicos a cambio de la libertad de la persona secuestrada; muchas veces esta libertad es «vendida» a cambio de otras situaciones.SecuestroOlgaGraf-2

El secuestro se ha convertido en un negocio altamente rentable. Es cierto que el rechazo a este delito ha aumentado e incluso ha generado que se formen grupos especiales antisecuestro, organizaciones no gubernamentales que luchan por su combate, pero hasta el momento no ha habido una solución eficaz.

HSecuestroOlgaGraf-3ay crímenes que suelen aparecer sólo cuando la delincuencia es incontrolable y las autoridades no consiguen descubrir y aprehender a los delincuentes, a quienes les da lo mismo ir a la cárcel por robar a un transeúnte que por privar de la libertad a esa misma persona por la fuerza, si con ello las ganancias son 100 veces más. El secuestro florece cuando impera el desorden, cuando las autoridades están rebasadas y la ley no cuenta con el apoyo ni el respeto de la comunidad.

El plagio es uno de los delitos más crueles y devastadores. Las secuelas psíquicas que sufren la víctima y sus familiares son permanentes. La noticia de que una persona fue secuestrada provoca zozobra general; desde luego, ahuyenta inversionistas y desestimula posibles nuevas inversiones.

ChicaSecuestroOlgaSe estima que el índice de secuestros que concluyó en asesinatos se ha incrementado 80% en los últimos años, y son cada vez más quienes mutilan a las víctimas. El secuestro, tanto el tradicional como el exprés, es un delito con una alta tasa de cifra negra, por lo que podría suponerse que por cada caso denunciado existen al menos otros nueve no reportados.

El 18 de septiembre se dio a conocer que en los últimos 18 meses (enero 2007-agosto 2008) se denunció el secuestro de mil 106 personas. Sin embargo, sólo se logró la liberación de 760. Esto significa que 28% de los casos la intervención de la autoridad no concluyó con la liberación del retenido.

SecuestroOlgaGraf-4De acuerdo con el Diagnóstico del Secuestro en México, del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 66 víctimas de ese delito en el país han sido asesinadas, 136 raptos están en proceso y en 144 casos las asesorías de la autoridad fueron concluidas “por diversos motivos”.

 Publicado en La Voz del Amado, Año 2, No. 14, octubre-noviembre 2008.

Sanguinarios

CabezalLV14OctNov2008

Editorial

Ni la cárcel terrenal ni las amenazas de castigo eterno parecen asustar demasiado a los secuestradores. Más de mil plagios se efectuaron en México en los 20 meses más recientes (2007 a agosto de 2008), según el grito de impotencia lanzado por la autoridad. No hay un delito que castigue tanto como cuando un comando (porque los robadores de hombres, como los describe la Palabra, nunca actúan solos) priva de la libertad a una persona por medios violentos. Y bajo amenazas a la familia logran obtener jugosa ganancia en el corto plazo. Tan bien les fue a los primeros sanguinarios, que este crimen se ha replicado exponencialmente, dañando de una manera profunda el tejido social.

PortaLV14octNov2008La pregunta central, sin embargo, es: ¿estos delincuentes pueden dañar al pueblo santo, ese que Dios prometió cuidar como a la niña de su ojo? La respuesta, por supuesto, es afirmativa. Dios permitirá ese u otro elemento que Él, en su soberana voluntad, considere necesario para afirmarnos en la Roca. Tendremos que pasar por el desierto, la angustia, el hospital, la escasez, la cárcel o el coliseo romano, si Dios cree que es necesario probar nuestra fe.

Más bien, la pregunta debería ser: ¿podrá el plagiado elevar con todo su corazón una oración en favor de sus secuestradores? ¿Podrá la familia pronunciar un “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”?

Publicado en La Voz del Amado, Año 2, No. 14, octubre-noviembre de 2008.