Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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Gracias, Padre

Por Abner Chávez

Me han preguntado si los cristianos debemos festejar el Día del Padre.

Hay quien dice que no, por ser ésta una fiesta mundana (como si celebrar el Fin de Año o el Día de la Madre te quitara tu esencia como hijo de Dios).

Otros opinan que sí, porque la Biblia ordena dar gracias a Dios por todo. Se opte por una o por otra, lo primordial es darle gracias al Dios eterno y todopoderoso.

El padre por excelencia es Dios: Padre nuestro, Padre de misericordia, Padre del cielo, Padre de toda bondad, Padre eterno, Padre de las luces, Padre de los espíritus, Padre de toda virtud, Padre amoroso, Padre en lo secreto, Padre de huérfanos, Padre mío, Abba Padre.

Él solo merece toda honra, gloria y alabanza por siempre, amén.

Honra a tu padre

Por Olga Miranda

En México, el Día del Padre es un día perfecto para agradecer a nuestros progenitores, incluidos los abuelos, todo lo que han hecho por nosotros, sus hijos, desde que nacimos y a algunos nos apoyan aun siendo adultos.
Si analizamos lo que dice la Biblia, la figura paterna es muy importante para educar a niños, adolescentes y jóvenes. Una de las principales enseñanzas está a lo largo del libro de Proverbios, en que el autor hace referencia a que el elemento moral y espiritual es esencial para el desarrollo y evolución del ser humano, y en dicha tarea tiene un gran peso la figura del padre.
Veamos algunos ejemplos:
Semejante a Dios
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1:27.
Adán es el primer hombre que Dios creó. Uno de los significado del nombre Adán, según la etimología en sumerio, es “mi padre”.
“Adán fue el único entre los seres de la tierra creado a la imagen y semejanza de Dios, con razón, con imaginación creativa y con inteligencia superior que le capacitaba para conocer, amar y comunicarse, no tan sólo con los demás seres inferiores, sino también con Dios.
Génesis 12:1-2
Padre de multitudes
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.
Proviene del hebreo (Avraham) y significa «padre de pueblos» o «padre de multitudes».
El patriarca era un hombre justo, descendiente de Sem, nacido en Ur de los caldeos, el cual, aunque vivió en medio de un pueblo idólatra, nunca abandonó el culto al verdadero Dios.

Sacado de las aguas
Exódo 2: 1-2 y 10
“Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses (…) Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué”.
Moisés fue un príncipe egipcio que se convirtió en líder y profeta del pueblo judío, llevándolos de la esclavitud de Egipto a través del Mar Rojo hasta el Monte Sinaí. En esa cumbre, Moisés recibió los Diez Mandamientos, que forman una base importante del Antiguo Testamento.
El esposo de María
“Y Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, quien es llamado Cristo”. Mateo 1:16.
José, marido de María (madre de Jesús), es el mejor ejemplo de padre que da la Biblia, porque muestra cómo es realmente un padre trabajador que ama a su hijo y a su mujer por encima de todas las cosas.
Como hemos visto en estos ejemplos bíblicos, el padre de padre de familia debe seguir la enseñanza hacia sus hijos, basada en la fe en Dios.
Así que, Dios es el padre de todas las cosas y es significativo celebrar a nuestros padres terrenales con la fe cristiana.
¡Felicidades a todos los Padres de familia, hoy en su día!

La niña del helado

Magnolia

Hola mis amados:

Pensemos en las personas que estan en la tercera edad, ellas necesitan mucho nuestro amor y comprensión, en este mensaje vemos un caso así, pero cuando alguien tiene el corazón lleno de amor puede mucho, que nos caractericemos por abundar en amor y vivir así agradando al Señor con nuestros hechos.

LA NIÑA DEL HELADO

Eleanor no sabía qué le pasaba a su abuela. Siempre se olvidaba de todo: dónde había guardado el azúcar, cuándo vencían las cuentas y a qué hora debía estar lista para que la llevaran de compras a la tienda.

–¿Qué le pasa a la abuela? –preguntó–. Era una señora tan ordenada… Ahora parece triste, perdida, y no recuerda las cosas.
–La abuela está envejeciendo– contestó mamá. En estos momentos necesita mucho amor, querida.
–¿Qué quiere decir envejecer?– preguntó Eleanor–. ¿Todo el mundo se olvida de las cosas? ¿Me pasará a mí?
–No, Eleanor, no todo el mundo cuando envejece se olvida de las cosas. Creemos que la abuela tiene la enfermedad de Alzheimer y eso la hace más olvidadiza. Tal vez tengamos que ponerla en un hogar especial donde puedan darle los cuidados que necesita.
–¡Oh, mamá, qué horrible! Va a extrañar mucho su casita, ¿no es cierto?
–Tal vez, pero no hay otra solución. Estará bien atendida y allí encontrará nuevas amigas.

Eleanor parecía apesadumbrada. La idea no le gustaba en absoluto.

–¿Podremos ir a verla con frecuencia?– preguntó–. La voy a extrañar, aunque se olvide de las cosas.
–Podremos ir los fines de semana –contestó mamá–. Y llevarle regalos.
–¿Un helado, por ejemplo? A la abuela le gusta el helado de fresas– sonrió Eleanor.

La primera vez que visitaron a la abuela en el hogar para ancianos, Eleanor estuvo a punto de llorar.

–Mamá, casi toda esta gente está en silla de ruedas– observó.
–La necesitan; de lo contrario se caerían– explicó mamá–.  Ahora, cuando veas a la abuela, sonríe y dile que se la ve muy bien.

La abuela estaba sentada, muy sola, en un rincón de lo que llamaban la sala del sol.
Tenía la mirada perdida entre los árboles de afuera. Eleanor abrazó a la abuela.

–Mira– le dijo–, te trajimos un regalo: helado de fresas, el que más te gusta. La abuela tomó el vaso de papel y la cucharita y empezó a comer sin decir palabra.
–Estoy segura de que lo está disfrutando, querida– le aseguró la madre.
–Pero parece no conocernos– dijo Eleanor, desilusionada.
–Tienes que darle tiempo –explicó mamá. Está en un nuevo ambiente y debe adaptarse.

Pero la próxima vez que visitaron a la abuela sucedió lo mismo. Comió el helado y sonrió a ambas, pero no dijo palabra.

–Abuela, ¿sabes quién soy? –preguntó Eleanor.
–Eres la chica que me trae helado– dijo la abuela.
–Sí, pero también soy Eleanor, tu nieta. ¿No te acuerdas de mí? –preguntó, rodeando con sus brazos a la anciana.

La abuela sonrió levemente. –¿Si recuerdo? Claro que recuerdo. Eres la niña que me trae helado.

De pronto, Eleanor se dio cuenta de que la abuela nunca la recordaría.

Estaba viviendo en su propio mundo, rodeada de recuerdos difusos y de soledad.

–¡Siento mucho amor por ti, abuela! exclamó–.

En ese momento vio rodar una lágrima por la mejilla de su abuela.

–Amor –dijo–. Recuerdo el amor.
–¿Ves, querida? Eso es todo lo que desea –intervinó mamá–. Amor.
–Entonces le traeré helado todos los fines de semana y la abrazaré aunque no me recuerde– resolvió Eleanor.
Después de todo, recordar el amor era mucho más importante que recordar un nombre.

Marion Schoeberlein

Publicado en Cristianos Poéticos