El Bautismo de Jesús (Primera parte)
Por Olga Miranda
Mateo 3:13-17
Cuando Jesús vino para ser bautizado, Juan reconoció en Él una pureza de carácter que nunca había percibido en nadie.
La misma atmósfera de su presencia era santa e inspiraba reverencia entre las multitudes que le había rodeado en el río Jordán.
Cuando Jesús pidió el bautismo, Juan al observarlo e identificarlo como el Hijo de Dios, quiso negárselo, exclamando: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”
Con firme aunque suave autoridad, Jesús contestó: “Deja ahora; porque así conviene que cumplamos toda justicia”.
Y Juan, cediendo, condujo al Salvador al agua del Jordán y le sumergió en ella.
Y Jesús, después de que fue bautizado subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él.
Nunca antes los ángeles habían escuchado semejante oración. Ellos anhelaban llevar a su amado Rey un mensaje de seguridad y consuelo. Pero no; el Padre mismo contestará la petición de su Hijo. Directamente desde el trono de Dios, le manda los rayos de su gloria y se abren los cielos.
Cuando los cielos se abrieron, el Espíritu de Dios reposó sobre el Salvador. Véase al respecto lo que profetizó Isaías.
11: 2 “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová”.
42:1 “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones”.
61:1 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”.
Y descendió sobre el Señor Jesús, una forma de paloma que representa la luz más pura, emblema adecuado del manso y humilde.
Juan había quedado profundamente conmovido al ver a Jesús postrarse como suplicante para pedir con lágrimas la aprobación del Padre. Al rodearle la gloria de Dios y oírse la voz del cielo, Juan reconoció la señal que Dios le había prometido. Sabía que era el Redentor del mundo a quien había bautizado. El Espírito Santo descendió sobre él, y extendiendo la mano, señaló a Jesús y exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Y las palabras dichas a Jesús a orillas del río Jordán fueron: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”, que quieren decir el amor del Padre a Cristo Jesús y que abarca a toda la humanidad.
La gloria de Dios descansó sobre Jesús, y representa una prenda de amor de Dios hacia nosotros. También se puede decir que Jesús fue lleno de poder y gloria divina. Esa luz que cayó desde los portales de los cielos sobre la cabeza del Señor Jesús, caerán sobre nosotros, si le creemos a Él, porque el amor de Jesús rodea al hombre.
La voz que habló a Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”.
Amén.
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