Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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¿Quién quiere que venga el papa a México?

Por Juan Elías Vázquez

Estoy convencido que aún existen en México muchos cristianos que no han perdido de vista la línea que divide a los hijos de Dios de la falsa iglesia llamada católica. Que saben que no puede haber ninguna comunión entre la luz y las tinieblas, entre el Cuerpo de Cristo y la mesa de los demonios.

¿Habrá un hijo de Dios que no se indigne con las palabras del arzobispo Carlos Aguiar Retes, expresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, cuando dice que “la llegada de Jorge Mario Bergoglio a México es querida no sólo por todos los católicos, sino también por personas que no profesan esa religión”? (Excelsior, martes 20 de octubre de 2015.)

No profeso la religión católica; ¿me emociona saber que el papa Francisco vendrá a México el año entrante? No, y a muchos otros mexicanos tampoco. ¿Cómo es que el alto prelado mexicano realiza dicha declaratoria? A todas luces, se trata de una falsa generalización que, no obstante, cuenta con un buen respaldo mediático. Jorge Mario Bergoglio, el papa en turno, es un líder mundial carismático que disimula entre manos un poder desequilibrante, lo mismo para sus oponentes dentro del Vaticano como para los gobiernos que se acogen detrás de su sotana. El papa Francisco, de 78 años, tiene para las multitudes una tierna sonrisa, y un gesto de contrición para el necesitado. Ha abandonado la tiesa actitud que guarda la lejanía del balcón y con brazos abiertos se ha dejado tocar por los mortales. Para el pueblo y los medios que se beben sus mensajes, Bergoglio aparece como un líder seriamente preocupado por los derechos humanos, la paz, la seguridad de las naciones y la sustentabilidad del medio ambiente. Luego del lapsus que padeció la Iglesia bajo el mandato del pontífice anterior Benedicto XVI, Francisco le ha venido a dar al papado un rostro renovado, sumamente atractivo.

Pero no se abarata ni deja que los oportunistas de siempre se suban a su carro. O digámoslo en otras palabras: el lobby que dirige Bergoglio Sívori al parecer es quien determina qué causas apoya, qué países visita, qué grupo social respalda y a qué naciones otorga su “bendición”. Sus viajes han sido para poner el pie de la Iglesia en regiones antes menospreciadas por el Vaticano como el sur de Asia o el Medio Oriente. Sus visitas a Turquía y a la zona de guerra que se vive entre Palestina e Israel, así como el acercamiento a la Iglesia Ortodoxa Griega y una postura más tolerante hacia el Islam, han significado golpes estratégicos de la política de una institución católica que se sabía anquilosada.

El progreso de la gestión de Francisco el frente de la Iglesia pudo medirse con espectacularidad en su reciente viaje a Estados Unidos. No podemos soslayar que este país constituye la economía más grande del planeta, como tampoco podemos dejar de ver que casi la mitad de los estadounidenses (48%) se confiesa actualmente católica. Los Estados Unidos de América fueron fundados sobre la ética protestante del puritanismo durante el siglo XVII, y su labor misionera fue utilizada por el Espíritu Santo, más tarde, para traer el Evangelio a Latinoamérica. Pero ahora Estados Unidos se ha convertido en una nación muy heterogénea, lo mismo en lo que respecta a la percepción bíblica de sus escuelas teológicas, como en lo que concierne a la visión contemporánea no pietista o piadosa de fenómenos ético-sociales como la doble moral, desenfreno juvenil, aborto, eutanasia, abierta homosexualidad, etc. Esa relativización del bien y del mal, tal como anunciara el profeta Isaías (5:20), que cunde en gran parte del mundo occidental, está cooperando para resquebrajar las fronteras que convenientemente mantenían separadas a las confesiones que se derivaron de un tronco común (iglesia primitiva-catolicismo romano-ortodoxa griega-protestantismo histórico-evangelismo). La Europa cristiana, por su parte, se debate moribunda entre el escepticismo nórdico y el paganismo meridional. América, todo el Continente, constituye, pues, la parte más viva del cristianismo. Acá, Cristo vive con cierta holgura; del otro lado del Atlántico, el Hijo del Hombre apenas subsiste en unas cuantas y humildes casas, a semejanza de aquella vivienda en Damasco, donde se ocultaba Ananías, el postrer bautista de Saulo de Tarso.

Todo escrúpulo liberal, toda barrera de laicidad, toda convicción confesional se vino abajo el día en que el papa Francisco traspasó los umbrales del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica. El jueves 24 de septiembre de este año, Bergoglio inauguró el primer discurso de un papa en la Cámara de Representantes con sede en Washington. Habló en inglés. Habló en favor de los migrantes; de la pena de muerte; de la venta indiscriminada de armas; criticó la falta de vivienda digna y, más tarde en Nueva York, la pederastia. Afuera del Capitolio lo escuchaban también 50 mil personas. A ellos, desde el balcón del edificio, les pidió en español: “Recen por mí”. La campaña había sido un éxito. Los temas aludidos eran extremadamente sensibles para la sociedad estadounidense, aportando parque político, incluso, a los aspirantes republicanos a la presidencia que se encontraban entre la audiencia.

Hablando de temas sensibles, días antes de la visita de Francisco a Estados Unidos una funcionaria municipal en Kentucky, llamada Kim Davis, se había rehusado a conceder una licencia matrimonial a una pareja del mismo sexo, alegando objeción de conciencia, por lo que fue encarcelada por orden de un juez federal. Esa defensa de sus principios religiosos le ganó a Davis muchos simpatizantes y la atención de la prensa internacional. El 14 de septiembre, la mujer, de confesión cristiana apostólica, fue puesta en libertad y recibida como una heroína por los más conservadores. Kim declaró a la prensa: “No soy ninguna heroína, sólo soy una persona que ha sido transformada por la gracia de Dios”. Ya en su despacho, Davis comentó “que estaba en conflicto entre obedecer a Dios o a una directiva judicial”. Por ahora, la funcionaria declaró que no interferirá más en la concesión de esta clase de licencias, aunque cuestionó su validez y seguirá sin conceder su firma de autorización.

Muchos cristianos aplaudimos la determinación de Kim Davis, que en todo caso obedeció a la voz de Dios en su conciencia y no a la de los hombres (Hechos 5:29), aunque ello le valiera la cárcel. La decisión que como protestante evangélico ya no puedo alabar, fue la que Kim tomó al aceptar reunirse con el papa Francisco durante 15 minutos en la embajada del Vaticano en Washington (la fecha de dicha entrevista no se conoce con precisión). No sabemos qué se dijo en esa reunión, aunque, según declaraciones de Kim a la cadena ABC a finales de septiembre, fue la oficina del papa quien organizó la reunión en la que también estuvo el marido de Davis. La mujer declaró, a la misma televisora, que Francisco “la tomó de la mano y le dijo gracias”, además de regalarle un rosario e instarla a “mantenerse firme”. El Vaticano ha confirmado la breve entrevista por medio de su portavoz Federico Lombardi.  

Este último detalle causa mayor pesar al pueblo de Dios que el discurso del papa en el Capitolio de Estados Unidos. Un detalle aparentemente sin importancia, porque, ¿qué conflicto puede desatarse cuando dos “hermanos separados” se reúnen e intercambian regalos? Al contrario, se trató de un gesto de paz, de un acercamiento amistoso en tiempos de cólera religiosa, política, económica, etc. Pero es esta clase de “gestos” la que golpe a golpe pretende minar la fortaleza de la línea fronteriza entre el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y la falsa iglesia. Si como cristianos creemos en un mismo Dios, si perseguimos el bienestar de los necesitados, si estamos en contra de la inmoralidad, si buscamos la paz del mundo, si anhelamos la unidad, ¿por qué no de una vez por todas nos cobijamos bajo una misma razón social y religiosa? De nuevo, le estamos llamando a lo amargo dulce y a lo dulce amargo.

El éxito político y religioso que ha significado la visita del papa a nuestro vecino del norte, desea ser emulado por el clero nativo y sus comparsas políticos del mismo origen. Ya el arzobispo Carlos Aguiar, mencionado antes, pidió no restringir al papa a temas específicos dictados por el Senado de la República; mientras que el Senado pidió al Episcopado Mexicano, viernes 16 de octubre, que no bloquee la invitación girada al Vaticano. Eso sí, de acuerdo con el presidente del senado, Roberto Gil, “nadie puede boicotear el encuentro del papa con los legisladores federales, puesto que lo estamos invitando en su calidad de jefe de Estado”. Sí, ajá. Ya se acabaron aquellos tiempos en que el presidente de la República temía incluso ir al aeropuerto a esperar al papa en turno.

A principios de noviembre, por fin se puso fecha a la visita del “santo” padre, que tendrá lugar el mes de febrero del año entrante. Por fin visitará Francisco al país hispanohablante más poblado y más católico del mundo. En Estados Unidos ha habido iglesias protestantes que han “bendecido” al papa; ¿cuántas iglesias evangélicas mexicanas se aprestan a hacer algo semejante? ¿Cuántos ministros y líderes evangélicos aceptarán una invitación del Senado a escuchar el discurso del papa? ¿Acaso habrá algún cantante “cristiano” que quiera dirigirle unas estrofas al ilustre visitante? ¿Cuántas manos se estrecharán, cuántas alianzas intra-confesionales se consolidarán? Sólo Dios lo sabe.

Por cierto, hablando en términos puramente humanos, falta saber lo que quiera hacer el papa; a la mera hora deja plantados a los senadores mexicanos en su fastuoso recinto e improvisa una convivencia con indigentes y peregrinos. Así de imprevisible ha sido Francisco; así de sagaz es el hijo de este mundo, lo cual no debería dejar de ser embarazoso para muchos de nuestros líderes evangélicos (Lucas 16:8).

El arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera –implicado en días pasados en un supuesto “complot” fraguado en el Vaticano en contra del papa-, anunció en la catedral Metropolitana (el 1 de noviembre) que el papa Francisco llegará a México la tarde del próximo 12 de febrero en “visita pastoral”. En la misa dominical, el cardenal primado declaró que “desde ese día lo vamos a recibir con mucho cariño”. El pueblo católico lo hará, sin duda. El resto de nosotros, no tenemos por qué. No lo digo en forma de pregunta; más bien inconforme: ¡Quién quiere que venga el papa! ¡Yo no!

El Papa se reúne con 100 pastores pentecostales

Protestante Digital

El papa Francisco se reunió el pasado jueves 7 de mayo con un grupo de pastores evangélicos, encabezados por el pastor italiano Giovanni Traettino. Fue en concreto el pastor Traettino quien solicitó el encuentro, que se caracterizó por “el espíritu de oración por la unidad”.

El Papa estuvo acompañado por el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, comprometido en construir el diálogo entre cristianos de otras denominaciones fuera de la Comunión con la Iglesia de Roma.

El encuentro se realizó “en forma privada” según informa el Vaticano, con un grupo de casi 100 pastores evangélicos, que “por simpatía y aprecio al Papa, pidieron un encuentro para dialogar con él”.

En un comunicado distribuido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, indican que el encuentro se caracterizó por la “viva cordialidad y espíritu de oración por la unidad”. La comunidad de pastores, la mayoría pentecostales, procedían de diversos lugares del mundo, y tiene como precedente la relación establecida con el viaje papal de Francisco a Caserta el año pasado.

La visita del grupo pentecostal podría ser un intercambio de cortesía con Francisco, quien fue el primer Papa en salir del Vaticano para reunirse con representantes de la Iglesia Evangélica Pentecostal.

Para leer más: http://protestantedigital.com/internacional/36128/Francisco_reza_por_la_unidad_con_cien_pastores_evangelicos