El mensaje de Pablo, el Apóstol de los Gentiles (parte 11)
Juan Elías Vázquez
PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
Fechas de las Cartas comentadas hasta el momento en este blog:
- 1ª Tesalonicenses: año 51 d. C.
- 2ª Tesalonicenses: Un poco después de la primera Carta.
- 1ª Corintios: año 54 d. C. Al final de los tres años de residencia de Pablo en Éfeso (Hech 20:31; 1ª Cor 16:5-8).
El propósito:
Esta misiva pone un énfasis importante en la conducta que la nueva criatura en Cristo debe observar. Los corintios habían comunicado antes a Pablo acerca de algunas dudas con respecto al matrimonio y las materias primas, como la carne, ofrecidas a los ídolos. No obstante, el apóstol también les advierte y enseña con respecto a las divisiones dolorosas que, según había escuchado Pablo, aquejaban a esta iglesia, contiendas y hasta un posible caso de incesto tolerado en el seno de la congregación. Contrario al caso de los Gálatas o los Colosenses, los corintios no habían albergado problemas de herejías o devaneos doctrinales (judaizantes o gnósticos, por ejemplo); el problema de los corintios tenía que ver con el goce de la carne y con una especial, e incorrecta, admiración por la sabiduría de este mundo. Los cristianos de esta parte de la tierra, influenciada poderosamente por la cultura helénica, aún manifestaban debilidad por el culto a la personalidad y el cuerpo, y se deleitaban puerilmente en los dones llamados carismáticos (don de lenguas, milagros).
PRIMER CAPITULO:
Versículo 1. Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sòstenes.
Pablo defiende su apostolado. Su ministerio no es por voluntad humana ni es una especie de cesión dinástica. Todo lo que es Pablo, lo es por la santa gracia de Jesucristo. Por su gracia somos lo que somos en Cristo.
Versículo 2. A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:
Con referencia a este versículo, Scofield comenta: “El más débil, ignorante y falible entre los cristianos tiene en la gracia precisamente las mismas relaciones que disfruta el más ilustre de los santos. Toda la obra subsecuente de Dios en favor del cristiano, la aplicación de la Palabra a la conducta y a la conciencia (Jn. 17:17; Ef. 5:26), el castigo divino y paternal (1ª Cor 11:32; He 12:10), el ministerio del Espíritu (Ef. 4:11, 12), las pruebas y problemas en el camino (1ª Pe 4:12, 13), y la final transformación cuando Cristo venga, todo esto tiene por objeto conformar el carácter del creyente con su exaltada posición en Cristo. El cristiano crece en gracia, no hacia la gracia”.
Versículo 3. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Versículo 4. Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús.
Versículo 5. Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia.
Versículo 6. Así como el testimonio acerca de Cristo Jesús ha sido confirmado en vosotros.
Versículo 7. De tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Versículo 8. El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
Versículo 9. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
Con relación a este conjunto de versículos, otra vez leemos a Scofield: “Los vs. 2-9, en contraste con vs. 10-13, ilustran una distinción que se hace constantemente en las Epístolas entre la posición que el creyente tiene en Cristo Jesús en la familia de Dios, y su conducta o condición actual”. Nosotros opinamos, en concordancia con el autor citado, que la nueva criatura en Cristo ha sido llamada para ser considerada como “santa”, por la gracia recibida de Dios y Cristo, y con ella todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. El cristiano ha sido santificado o “apartado” para el servicio de Dios, y en ello no cuenta la condición o conducta actual del ser redimido. Debe considerarse además, que la santificación supone un proceso gradual, evolutivo. Pues Pablo no hizo distinción; no comentó: “Los que se portan bien son llamados santos”. Esta aclaración es pertinente tomando en cuenta la conducta escandalosa en que habían caído varios de los hermanos de Corinto, cometiendo pecados que ni aun entre los gentiles se nombraban. A pesar de ello, Pablo les llama santos.
Versículo 10. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
Pablo entra en materia. Les conmina dulcemente a dejar atrás las divisiones que ya han comenzado a causar un efecto pernicioso en la iglesia de Corinto. El sentir y el pensar deben constituir parte de un mismo corazón, de una mente cristiana y por tanto colectiva.
Versículo 11. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que hay entre vosotros contiendas.
La preocupación del apóstol vertida en el versículo anterior se debe a estos informes. Pablo hace bien en mencionar la fuente de esos informes, no les hace creer a los corintios que ha adivinado ni escribe “por ahí me dijeron”. ¿Por qué razón contendían los hermanos corintios?
Versículo 12. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
En una iglesia bien comprometida no es válido ni siquiera recalcar: “yo soy de Cristo”. Tener que declararlo manifiesta que existe un grave problema de unidad confesional. Aparentemente, los corintios pensaban que debían su obediencia o fidelidad a aquellos siervos de Dios de quienes habían recibido los sacramentos o una enseñanza poderosa. Como si la vida comunitaria pudiera escindirse en “escuelas” al estilo pagano. “Yo soy de Apolos, porque me persuade su método de exposición de la Palabra”; o “de Pedro, porque su prestigio como columna de la Iglesia le da lustre a mi condición congregacional”, etcétera.
Versículo 13. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?
Los corintios divisionarios estaban muy cerca de traspasar los límites de la simple admiración o conformidad. Decir “yo soy de Pablo” significaba también confesar “por Pablo me he salvado” o todavía más grave: “Pablo es mi salvador”, o “el único digno de administrarme los sacramentos”. El apóstol percibe con claridad el riesgo y detiene este impulso corrosivo. La persona de Cristo no está partida en pedacitos como para que los corintios quisieran dividir en facciones la iglesia. Pablo no tuvo ningún mérito en la salvación de la iglesia ni redimió con su sangre a los pecadores como para merecer que en su nombre pudiera obrarse alguna salvación. El Cuerpo de Cristo es indivisible y el bautismo en el nombre de Jesús es el único válido.
Versículo 14. Doy gracias a Dios que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo.
Con la excepción de los dos hermanos mencionados, Pablo no había bautizado a ninguno más de entre los corintios. Pablo no había sido enviado a bautizar, como él mismo lo dice enseguida, sino a predicar las buenas nuevas. Sin embargo, el siervo de Dios debió haberse detenido en hacerlo, en parte también, para no despertar celos o herir alguna susceptibilidad.
Versículo 15. Para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre.
Esta declaración zanja asimismo por anticipado cualquier polémica que pudiera suscitarse por preferir, por ejemplo, que un ministro en especifico sea el que administre el bautismo; o la herejía conocida como el donatismo, surgida en la Edad Media, que proclamaba la invalidez de los sacramentos que administraron los sacerdotes ordenados por los obispos que habían claudicado (entregando los libros sagrados a los magistrados del emperador Diocleciano) ante la persecución imperial. Agustín de Hipona, por entonces campeón de la ortodoxia cristiana, afirmó el fundamento cristológico al determinar: que la Iglesia no ejerce un poder (potestas) sino un servicio (ministerium) en materia de sacramentos.
Versículo 16. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro.
Versículo 17. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.
Pablo evitaba realizar aquellas funciones que pudieran distraerle innecesariamente de su principal ministerio: la predicación del santo evangelio. Si había ministros ordenados para administrar el bautismo, que ellos lo hicieran. El apóstol dedica la totalidad de su ser a la predicación. No en su nombre ni con palabras de ornato ni áridas disquisiciones filosóficas; al contrario, predicaba con claridad y sencillez, con el propósito de hacer brillar la verdad de “la palabra de la cruz”.
Versículo 18. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es a nosotros, es poder de Dios.
La palabra de la cruz es, por definición, un absurdo; un símbolo de perdición para el mundo romano y para la ley mosaica. En cambio, la muerte de Cristo en la cruz significa para el ser redimido el medio por el cual la justicia de Dios hizo salvo al creyente. Tertuliano, un padre de la Iglesia, exclamó, con toda razón: “¡Creo, porque es absurdo!”.
Versículo 19. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios. Y desecharé el entendimiento de los entendidos.
La “locura de la cruz” representa, pues, un misterio para este mundo. La sabiduría y el entendimiento humanos son incapaces de asimilar la humillación de Dios en Cristo, así como el hecho de que Dios haya permitido la vergüenza y muerte de su Hijo amado. Y que por esa muerte sacrificial, de un precio tan elevado, hayan sido comprados los hijos de los hombres, tan insignificantes y venidos a menos. Pablo utiliza las palabras de Isaías (29:14) para fundamentar el enaltecimiento de los creyentes y la ruina paulatina de los poderosos de la tierra.
Versículo 20. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?
De “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”, dice Pablo en el versículo 27 de este capítulo. Los corintios debían entender que su pertenencia al Cuerpo de Cristo se iba a desarrollar bajo normas esencialmente diferentes a las que regían en el mundo griego. Los cristianos no podían sentirse subyugados por la elocuencia de la retórica o a través de ofertas materiales deslumbrantes. Los cristianos de Corinto debían reconocer que entre ellos no abundaban los sabios, según la ciencia mundana, ni los ricos. Dios deshizo “lo que es” escogiendo “lo que no es”, según los estándares de este mundo. Porque es un hecho que en el reino de los cielos lo derecho del mundo está torcido.
Versículo 21. Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Toda la sabiduría del mundo no es suficiente para descubrir la existencia de Dios ni mucho menos para lograr entrar en el reino celestial. Ni los atenienses con toda su sabiduría filosófica fueron capaces de conocer a Dios, lo más que pudieron declarar fue debe existir un dios no-conocido. Pablo, mediante la “locura de la predicación”, reveló que el Deo ignoto que medio vislumbraron los de Atenas, era el Dios que él les predicaba.
Versículo 22. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría.
La Palabra divina es el legado eterno de Dios para el creyente. Trasciende su propio tiempo y espacio para seguir impactando el corazón de los que habían de creer posteriormente. Pues aún existen cristianos que dicen: “si Dios me muestra tal o cual milagro entonces ya no tendré dudas de su poder”. O también, “si Dios me sana –o sana a mi hijo, mi esposa, etc.-, le serviré con toda mi alma”. Es reprobable buscar a Dios a través de la sabiduría o la ciencia, como lo es también buscarlo mediante un pensamiento falsamente piadoso.
Versículo 23. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.
Pablo parece decir: “Nosotros creemos firmemente en ese Cristo descalificado por el pensamiento sensato de esta tierra. Los judíos no pueden creer que Dios tenga un Hijo, menos aún que su Padre haya dejado a los paganos que lo asesinaran; en lo que respecta a los gentiles, Dios debía preferir como hijos suyos a los ciudadanos más brillantes de este mundo”.
Versículo 24. Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
No hay acepción de personas para Dios. Judíos y griegos han sido redimidos por Cristo y traídos al conocimiento de Dios. La más grande sabiduría y el poder más omnímodo de la tierra, palidecen delante del poder y la ciencia de Dios:
Versículo 25. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
No hay punto de comparación entre el cielo y la tierra; entre los designios de Dios y las determinaciones de los hombres. Lo más pequeño de Dios no cabe en todo el universo.
Versículo 26. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles.
Versículo 27. Sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte.
Conforme la Iglesia crecía en número y el cristianismo se iba extendiendo por todo el mundo, se iban sumando creyentes de todas las condiciones sociales, así como no pocas personas de reconocida inteligencia. Esta circunstancia histórica, y hasta teológica, no debe modificar en lo más mínimo el concepto bíblico: No importa que tan rico, sabio o poderoso sea un cristiano, su obra y diademas deben ser arrojadas constantemente a los pies de Cristo, de manera que lo único que siempre reluzca sea la alteza Divina.
Versículo 28. Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es.
No debía quedar ninguna duda a los corintios: El fuerte, el osado, confía en la fortaleza de su mano y en las piernas de sus caballos. Esa gallardía que es aplaudida en el mundo, representa un obstáculo para el creyente. El cristiano no puede decir “es por mi espada o mi fuerza”; o “Dios escogió a mi nación por ser la más poderosa de la tierra”.
Versículo 29. A fin de que nadie se jacte en su presencia.
Versículo 30. Mas por él estáis vosotros, en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.
A cambio del reconocimiento de la sabiduría y la alteza divina, Dios nos ha dado en Cristo todas las fortalezas de las cuales carece el mundo vano.
Versículo 31. Para que, como está escrito, el que se gloríe, gloríese en el Señor.
FIN DEL CAPITULO 1.