Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

Entradas etiquetadas como ‘Pablo’

¿Puede un cristiano ser plagiado?

Juan Elías Vázquez

Imagine a una persona que camina apresuradamente por la calle, pegada a la pared de los edificios, a cada rato volteando para un lado y otro, y sujetando fuertemente lo que trae entre las manos. No es raro observar esta clase de comportamiento, por ejemplo, en la ciudad de México. Supongamos otro escenario, éste no tan típico. Un hombre camina ligero, como si toda carga hubiera sido liberada de su espalda; mira hacia el frente y sus pasos son firmes. Ese día, por alguna singular razón, decide tomar un rumbo distinto de siempre. Consigue, como todos los días, llegar seguro a su destino.

Qué bueno sería que todos los mexicanos pudiéramos caminar así de despreocupados por las calles de nuestro país, sin temor de que alguien nos agreda o pase un ladrón a toda carrera y nos arrebate la bolsa. O que un comando armado nos levante y nos vacíe la tarjeta de crédito o nos secuestre y exija cuantioso rescate por respetar nuestra vida.

¿Será posible caminar por la calle con confianza?

ManBehindGlasssLa Palabra Sagrada nos declara a los cristianos que Dios es escudo alrededor de nosotros y es quien levanta nuestra cabeza (Sal 3:3). Por lo tanto, no temeremos aunque la Tierra fuese removida. Cristo debe ser la confianza del hombre regenerado y su principal punto de apoyo, en todos los órdenes de la vida. ¿Entonces podrá ser posible que un cristiano pueda ser víctima –no sólo de un robo– de un secuestro? Usted qué cree. Quien escribe conoce por lo menos un par de estos casos.

¿Qué ocurrió aquí? Como preguntaron los discípulos a Jesús: ¿quién pecó, éstos o sus padres? Porque si el Espíritu de Dios está con nosotros, esa clase de desgracias no tendrían que sucedernos. Otro podría opinar quizá con razón que Dios no es injusto para permitir que sus hijos sufran.

Mejor dejemos que la Biblia nos responda. Repasemos la vida de un hombre poderoso en el Espíritu: el apóstol Pablo. A lo largo de sus tres viajes misioneros, este hombre de Dios nunca caminó por donde Él quiso, aunque sus pasos siempre fueron firmes y seguros. En Hechos capítulo 16, 6, Lucas cuenta que el Espíritu prohibió expresamente a Pablo que se predicase el evangelio en Asia. En el versículo 7, la Palabra da testimonio de que otra vez el Espíritu Santo no dejó a Pablo que pasara por la ciudad de Bitania. ¡Maravilloso poder divino que conoce todas las cosas pasadas y futuras, y que conforme a ello guía los pasos de sus hijos!

Pero, ¡quién puede entender los designios celestiales! Pues en un pasaje posterior la actitud del apóstol, al parecer contradictoria, hace que todos nuestros razonamientos se vengan abajo. En el capítulo 21 se cuenta que un profeta llamado Agabo advierte a Pablo que no descienda a Jerusalén ya que ahí será atado y entregado a los gentiles. El mensaje venía del Espíritu (v. 11), ¿por qué, entonces, Pablo decidió no acatarlo? Los presentes que oyeron la advertencia apelaron al sentido común y rogaban al apóstol que no fuese a la santa ciudad. Mas él les respondió: “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (v. 13).

Podríamos aventurar con ligereza y cuestionar: ¿es así como Dios le paga a sus hijos sus servicios? ¿Con la muerte, con la prisión, con el secuestro? ¿Un cristiano puede ser víctima de robo o hasta de un secuestro a pesar de su diezmo, de estar en el templo las veces que se requiera, de la oración y del ayuno?

La respuesta, queridos amigos, es que sí, que Dios es soberano en sus decisiones. Pero hay que tomar en cuenta que las prisiones del apóstol Pablo tuvieron un propósito específico: hablar de Cristo a sus captores (Hechos 22 al 24) o escribir prácticamente el Nuevo Testamento. El mismo Señor se le presentó al apóstol para confortarlo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (23:11).

He aquí la maravilla divina: puesto que aun en la noche más oscura, Dios hace brillar el faro de luz que guía nuestras almas a los propósitos de Cristo. En esto también conviene citar lo que Jesús contestó a sus desorientados discípulos: “Ni éste pecó –el nacido ciego–, ni sus padres, mas para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn 9:3).

A los mexicanos se nos ha venido la noche en estos últimos días. Cierto, miramos para todos lados y en todos lados vemos peligro. El Señor lo anunció. Dijo que “la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. No obstante, no nos ha dejado sin esperanza. Él se presenta ahora ante nosotros, como antes ante Pablo, diciendo: “Entretanto que estoy en el mundo, Luz soy del mundo”. Su Santo Espíritu vive en mí, vive en usted, querido hermano. Andemos como de día –aun en esta oscuridad–, “pues quien anda como de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo” (Jn 11:9), es a saber Cristo, y jamás perdamos de vista lo que enseñó el Divino Maestro: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4).

Publicado en La Voz del Amado, Año 2, Número 14, octubre-noviembre 2008.

Entre lo falso y lo auténtico

Juan Elías Vázquez

La Biblia nos habla de dos hombres que, aunque se llamaban igual, eran muy diferentes. Los dos tenían el nombre de Demetrio. Sólo que uno amaba la verdad y el otro se enriquecía con la mentira. Veamos primero al segundo. Vivió en Éfeso, cuando Pablo predicó ahí el Evangelio. La verdad del mensaje y su efecto liberador estaban haciendo fracasar el floreciente negocio de Demetrio (Hechos 19:24), que vendía templos de Diana a escala. “El Platero” temía por sus ganancias, así que, reuniendo a quienes dependían del negocio, los azuzó contra el Apóstol de los Gentiles provocando, dice el pasaje, un alboroto no pequeño en la ciudad.

Ilustración: Gregorio

Un Demetrio distinto aparece en la tercera Carta de Juan 12. La Santa Palabra nos habla maravillas de este hombre. No sólo nos dice que “todos” dan buen testimonio de él, sino que incluso la verdad misma saca la cara por este cristiano. También yo –dice el Apóstol del Amor– doy “testimonio verdadero”. Antes (v. 11), aconseja: “No imitéis lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”.

Ambos casos nos muestran el efecto que cobra en los hombres el ejercicio de la mentira y la verdad; lo negativo y lo positivo; lo auténtico y lo falso. Los hijos de Dios llegamos a practicar la mentira y a imitar lo malo en vez de lo bueno. No se necesita ser un Demetrio idólatra para ser presa, por un lamentable descuido, de lo negativo y lo falso. A los judíos religiosos el Señor los reprendió, diciéndoles: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo… no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn 8:44). Los mensajes de advertencia se multiplican: “De palabra de mentira te alejarás” (Ex 23:7); “El justo aborrece la mentira” (Prov 13:5); “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Ef 4:25); “…porque ninguna mentira procede de la verdad” (1ª Jn 2:21); “No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos” (Sal 101:7).

Podemos sacar entonces varias conclusiones: que puede uno enriquecerse haciendo copias de lo falso y vendiéndolas –siempre hay compradores–; que podemos llegar al extremo de profanar con la mentira el templo de nuestro Dios; que debemos rechazar la mentira y hablar verdad siempre con nuestro hermano, porque la mentira no puede provenir nunca de la verdad. ¡Ojo!, ¡es muy importante!: lo auténtico perdura, lo falso sobrevive un momento; quien comete fraude no puede habitar dentro de la Casa y jamás podrá afirmarse delante del Todopoderoso.

¿La imitación es moralmente reprobable? San Juan dijo: “No imitéis lo malo, sino lo bueno”. ¿Esto quiere decir que hagamos sólo buenas imitaciones? ¡De ninguna manera!, diría san Pablo si viviera. ¿O copiar (piratería) sólo lo de buena calidad? ¡Tampoco!, bien lo sabemos. En cambio, sí podemos asumir el papel de Demetrio, del hombre de la buena fama del que habla Juan. En cierta forma, éste Demetrio es el original, y no la copia defectuosa.

A semejanza de nuestro Salvador, imitándolo, quizá no lleguemos a ser ricos ni poderosos, pero sí revestidos de buen testimonio, de propios y extraños, podremos presentarnos ante Dios como cristianos que no tienen de qué avergonzarse.

Publicado en La Voz del Amado, Año I, Número 7, Diciembre de 2007 y en la
Edición del Primer Aniversario
(Año 2, Número 11, Mayo de 2008)

¿Estás en problemas? Vuélvete a Betel

David Wilkerson

 Dios vino a Jacob en un sueño y le dijo “Vuélvete a Bet-el, el lugar donde te conocí y construye un altar allí, como prometiste que lo harías” (vea Génesis 28:10-22 y 31.13).

Jacob había oído una palabra clara de Dios, y actuó en completa obediencia a esa palabra. Él sabía que Dios lo guardaría, estaría con él y cumpliría Su plan. Sin embargo, Jacob enfrentó un peligro que lo llevó al borde de la destrucción.

Él iba a volver a enfrentarse a su hermano Esaú, y a su padre Isaac, a quienes había engañado. En un momento, llegó un mensajero a Jacob, advirtiéndole: “Esaú viene hacia aquí con un ejército de 400 hombres. ¡Él está tratando de hacerte daño!”

La escritura dice que “Entonces Jacob tuvo gran temor…” (Génesis 32.7). Rápidamente dividió su pueblo en dos grupos, pensando: “Si Esaú mata un grupo, al menos el otro puede escapar”. Sin embargo, incluso en la experiencia más terrible de su vida, vemos pruebas del corazón contrito y destrozado de Jacob:

“Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos.”

“Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud.”(Génesis 32:9-12)

Jacob se estaba sujetando al Pacto que Dios había hecho con él. Estaba diciendo en esencia: “Señor, Tú me hiciste una promesa. Sé que no soy digno de ella, pero Tú dijiste que irías conmigo. Pero ahora estoy a punto de perderlo todo. No estoy atribuyéndome ninguna bondad de mi parte, pero te amo y te estoy obedeciendo, así que, ¿Dónde está tu pacto Dios?

Al final de su vida, Jacob, un hombre con un corazón contrito pudo mirar hacia atrás y decir “cuando mi hermano Esaú me amenazó, parecía que mi vida había terminado pero Dios me saco de ahí. ¡Mi Señor estaba allí todo el tiempo!

¿Dónde estás, oh Dios?

Una noche Jacob se quedó a campo abierto y tuvo una lucha con el Señor: “Dios, ¿Cómo terminé en este lío? Me hiciste grandes promesas. Me dijiste que me guiarías, me guardarías, que cumplirías tus planes en mi. ¿Cómo podría algo de esto ser tu guía? ¿Acaso esto es caminar en el pacto? Señor, simplemente no tengo futuro (vea Génesis 32:24-26).

Ahora, tú puedes razonar: “Quizá Jacob no buscó a Dios acerca de algunas decisiones que él tomó. Quizás actuó en la carne”. Bien, quizás lo haya hecho, pero eso no viene al caso. Dios podría haber intervenido a favor de Jacob en cualquier momento, pero no lo hizo.

El hecho es que, nosotros podemos tener un espíritu contrito y todavía tener problemas. Tú y tu esposa pueden estar pasando una prueba espantosa. Has orado: “Señor, no entiendo, sé que mi corazón es recto, y estoy caminando contigo, entonces, ¿Por qué estas permitiendo esta horrible prueba?”

La mayoría de nosotros piensa, tal como hizo Jacob, que cristianos contritos y de oración no deberían tener que soportar grandes penas. No deberíamos tener que enfrentar tiempos horribles ni condiciones terribles en las cuales nuestro mismísimo futuro se ve amenazado. Sin embargo, la realidad es que cristianos humildes, arrepentidos, y que oran aun sufren grandes peligros y penas.

En ninguna parte en la Biblia Dios nos promete impedir que tengamos problemas. Nunca promete un viaje sin dificultades en nuestro trabajo o carrera, ni tampoco nos promete estar exentos de la aflicción. De hecho, Él dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19). Este verso no dice que Dios nos excluirá de las aflicciones, sino que nos librará de ellas.

Pablo habla del conocimiento de la altura y la profundidad del amor de Dios por él. Sin embargo Dios no evitó que la barca de Pablo se hundiera. De hecho, permitió que el apóstol fuera apedreado, golpeado y deshonrado. Pablo dice que fue expuesto a peligros en mar y tierra, de parte de ladrones y de sus propios compatriotas.

En ocasiones podemos llorar, preguntándonos: ¿Dónde estás, oh Dios? ¿Por qué no me has sacado de esto? Pero a pesar de que el Señor permite que pasemos por cosas que prueban nuestras almas, de una u otra manera nos libra de todas ellas, tal como lo hizo con Jacob y con Pablo.

El precio de un alma

Pastor Jaime Batista Cortés

Lectura: Mateo 16:24-28
El que gana almas es sabio. Proverbios 11:30

Según un artículo del diario financiero The Wall Street Journal, Hemant Mehta quería descubrir si ..se estaba perdiendo algo… como ateo, Así que este estudiante graduado de la Universidad DePaul fue a eBay con esta propuesta: Pasaría una hora de asistencia a una iglesia por cada oferta de $10. al mejor postor. Un amigo ministro evangélico ganó con una oferta de $504.

¿Cuánto pagarías por la oportunidad de hablar de Cristo a un incrédulo? El apóstol Pablo dio mucho más que $504. en su esfuerzo de llevar el Evangelio a personas que nunca habían escuchado de Jesucristo. Viajó mucho largos y duros kilometros por todo el mundo: En un apasionante relato contó sus experiencias: naufragio, prisiones, azotes, lapidación, golpes, agotamiento, hambre, frío, y peligro (2 Corintios 11:23-28)

En los últimos dos mil años de esfuerzo misionero, hombres y mujeres valientes han dejado sus tierras para proclamar a Cristo en los lugares remotos, primitivos y peligrosos. Muchos han perdido la vida; otros han sufrido persecución. En muchas partes del mundo hoy, hablar públicamente acerca de Jesús es arriesgarse a sufrir penalidades, cárcel e incluso muerte.

Cuando consideramos el sacrificio de JESÚS por nosotros, cualquier sacrificio que hacemos para llevar a otros a Él vale el precio.

CUANDO ABRIMOS NUESTRO CORAZÓN AL SEÑOR, ÉL ABRE NUESTROS OJOS A LOS PERDIDOS.

Publicado en Cristianos Poéticos.

Esperamos tus comentarios en lavozdelamado@gmail.com

 

¿Cómo enfrentar los problemas como Cristo?

Pastor Jaime Batista Cortés

Los problemas no producen automáticamente los resultados que Dios quiere. Muchas personas se vuelven amargadas, en vez de mejorar, y nunca crecen. Tú tienes que responder de la manera en que Jesús lo hubiera hecho. Recuerda que el plan de Dios es bueno.

Dios sabe lo que es mejor para ti y en su corazón tiene presente tus mejores intereses. Dios le dijo a Jeremías: «Los planes que tengo para ti son planes para prosperarte y no para dañarte, planes para darte esperanza y un futuro» Jeremías 29:11.

José entendió esta verdad cuando les dijo a sus hermanos que lo habían vendido como esclavo:

«Ustedes pensaron dañarme, pero Dios lo pensó para bien» Génesis 50:20. Ezequías se hizo eco del  mismo sentimiento al referirse a su enfermedad mortal: «Fue por mi propio bien que yo pasé ese tiempo tan difícil» Isaías 38:17.

Siempre que Dios te diga no a tu pedido de alivio, recuerda: «Dios está haciendo lo mejor para nosotros, entrenándonos para vivir para Él de la mejor y más sana manera» Hebreos 12:10. Es vital que te concentres en el plan de Dios, no en tu dolor o en tu problema.

Así es como Jesús soportó el dolor de la cruz, y así  se nos insta a seguir su ejemplo: «Mantengamos fijos los ojos en Jesús que, sin importarle lo oprobioso de tal muerte, estuvo dispuesto a morir en la cruz porque sabía el gozo que tendría después» Hebreos 12:2.

Corrie ten Boom, que estuvo recluida y sufriendo en un campo de concentración nazi, explicó el poder del  pensamiento concentrado: «Si miras al mundo, te afligirás. Si miras tu interior, te deprimirás. Pero si miras a Cristo, ¡reposarás!».

Tu enfoque determina tus sentimientos. El secreto de la paciencia es recordar que tu dolor es temporal, pero tu recompensa eterna. Moisés soportó una vida de problemas «porque tenía la mirada puesta en la recompensa» Hebreos 11:26. Pablo resistió las penalidades de la misma manera. Él dijo:»Nuestros problemas presentes son bastante pequeños y no durarán mucho tiempo. ¡Sin embargo producen para nosotros una gloria inmensamente grande que durará para siempre!» 2 Corintios 4:17.

No cedas ante el pensamiento a corto plazo. Mantén tu mirada enfocada en el resultado final: «Si hemos de compartir su gloria, también debemos compartir su sufrimiento. Lo que sufrimos ahora no es nada comparado con la gloria que Él nos dará después» Romanos 8:17-18. Regocíjate y da gracias. La Biblia nos dice: «den gracias a Dios en toda situación, porque esta es la voluntad para ustedes en Cristo Jesús» 1 Tesalonicenses 5:18.  ¿Cómo es posible eso? Considera que Dios nos dice que demos gracias «en todas las circunstancias», no «por todas las circunstancias».

Dios no espera que le agradezcas por el mal, el pecado, el sufrimiento o por sus consecuencias dolorosas en el mundo. En cambio, quiere que le gradezcas porque usará tus problemas para cumplir sus propósitos. La Biblia dice: «Alégrense siempre en el Señor» Filipenses 4:4. No dice: «Alégrense por su dolor». Eso es masoquismo. Te regocijas «en el Señor». No importa qué problemas estés pasando, puedes regocijarte en el amor de Dios, su cuidado, su sabiduría, su poder y fidelidad. Jesús dijo: «Alégrense, salten de alegría, porque en el cielo obtendrán una gran recompensa» Lucas 6:23. También podemos alegrarnos al saber que Dios está con nosotros en medio del dolor.

No servimos a un Dios distante y aislado que nos dispara frases alentadoras desde un flanco seguro. Todo lo contrario, Él entra en nuestro sufrimiento. Jesús lo hizo en la Encarnación, y su Espíritu lo hace ahora en nosotros. Dios nunca nosdejará solos. Niégate a darte por vencido. Sé paciente y persistente. La Biblia dice:»Dejen que el proceso continúe hasta que su paciencia se desarrolle totalmente, y encontrarán que se han vuelto como un hombre de carácter maduro, sin debilidades» Santiago 1:3-4. La formación del carácter es un proceso lento.

Siempre que tratemos de evitar o eludir las dificultades de la vida, hacemos corto circuito en el proceso, retardamos nuestro crecimiento y realmente terminamos sufriendo una clase de dolor que es peor: el tipo de dolor sin sentido que acompaña la negación y la evasión.

Cuando asumes las consecuencias eternas del desarrollo de tu carácter, no pronuncias tantas oraciones del tipo «Consuélame» («Ayúdame a sentirme bien»), sino que tus oraciones serán más bien «Adáptame» («Usa esto para hacerme más como tú»).

Sabrás que estás en proceso de maduración cuando empieces a ver la mano de Dios en las circunstancias más variadas, confusas y aparentemente vanas de la vida. Si estás enfrentando un problema ahora mismo, no preguntes «¿Por qué a mí?» Pregunta en cambio:»¿Qué quieres que aprenda?» Después confía en Dios y sigue haciendo lo que es correcto.»Ustedes necesitan mantenerse firmes, permaneciendo en el plan de Dios para poder estar allí cuando tenga lugar la plenitud prometida» Hebreos 10:36. No te des por vencido. ¡Madura!

Publicado en Cristianos Poéticos

Esperamos tus comentarios en lavozdelamado@gmail.com

Entre lo falso y lo auténtico

Juan Elías Vázquez

La Biblia nos habla de dos hombres que, aunque se llamaban igual, eran muy diferentes en su modo de actuar. Los dos se llamaban Demetrio. Sólo que uno amaba la verdad y el otro se enriquecía con la mentira. En primer lugar, veamos al segundo. Vivió en Éfeso, en el tiempo en que Pablo predicaba ahí el Evangelio. La verdad de este mensaje y su efecto liberador sobre la gente estaba haciendo fracasar el floreciente negocio de Demetrio (Hechos 19:24), mismo que consistía en la venta de reproducciones en pequeño del templo de Diana. Como intermediario, “el Platero” temía por sus ganancias, pero también por las de sus proveedores. Así que, contándoles del Apóstol, los azuzó en su contra provocando en la ciudad, dice el pasaje, un alboroto no pequeño; suceso del que da cuenta el resto del capítulo.

Un Demetrio distinto aparece en la tercera Carta de Juan 12. A él no se le dedican 19 versículos. Pero en breve, la Santa Palabra nos habla maravillas de este hombre. No sólo nos dice que “todos” dan buen testimonio de Demetrio, sino que incluso la verdad misma da la cara por este cristiano. También yo –dice el Apóstol– doy testimonio, “y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero”. Antes (v. 11), Juan aconseja: “No imitéis lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”.

Ambos casos nos alcanzan para mostrar el efecto que cobra en los hombres el ejercicio de la mentira y la verdad; lo negativo y lo positivo; lo auténtico y lo falso. Los polos opuestos se atraen en esta era de contradicción e, incluso, los hijos de Dios llegamos a practicar la mentira y a imitar lo malo en vez de lo bueno y agradable a nuestro Señor. No se necesita ser un Demetrio idólatra para ser presa, por un lamentable descuido, de lo negativo y lo falso. A los judíos religiosos el Señor Jesús los reprendió, diciéndoles: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo… Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn 8:44). Los mensajes de advertencia se multiplican: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad” (1ª Jn 1:6); “de palabra de mentira te alejarás” (Ex 23:7); “No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová es éste” (Jer 7:4); “El justo aborrece la mentira; mas el impío se hace odioso e infame” (Prov 13:5); “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Ef 4:25); “…porque ninguna mentira procede de la verdad” (1ª Jn 2:21).

Los textos de la Palabra de Dios nunca están de más. Leamos por último otros dos pasajes: “El labio veraz permanecerá para siempre; mas la lengua mentirosa sólo por un momento” (Prov 12:19); “No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos” (Sal 101:7).

Podemos sacar entonces varias conclusiones. Que puede uno enriquecerse haciendo copias de lo falso y vendiéndolas –siempre hay compradores–; que el diablo se dedica a engañar a los necios e inconstantes, haciéndoles creer que son los verdaderos hijos del Reino; que podemos llegar al extremo de profanar con la mentira el templo de nuestro Dios; que debemos rechazar la mentira y hablar verdad siempre con nuestro hermano, porque la mentira no puede provenir nunca de la verdad. ¡Ojo!, ¡cosas muy importantes!: lo auténtico perdura, lo falso apenas sobrevive un momento; el que comete fraude no puede habitar dentro de la Casa, y jamás podrá afirmarse delante del Todopoderoso.

Ilustración: Nono

¿La imitación es moralmente reprobable? San Juan dijo: “No imitéis lo malo, sino lo bueno”. ¿Esto quiere decir que las buenas imitaciones son las mejores? ¡De ninguna manera!, nos diría san Pablo si aún viviera. ¿O que se copie (piratería) sólo lo de buena calidad? ¡Tampoco!, bien lo sabemos. En cambio, sí podemos asumir el papel de Demetrio, del hombre de la buena fama de que nos habla el apóstol Juan. En cierta forma, éste Demetrio es el original, y no la copia defectuosa.

¿Quién puede decir, como el apóstol Pablo, “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”? A semejanza de nuestro Señor y Salvador, imitando sus enseñanzas, quizá no lleguemos a ser luminarias de este mundo, ni ricos ni poderosos; pero eso sí, revestidos de un buen testimonio de propios y extraños, podremos presentarnos ante Dios como cristianos que no tienen de qué avergonzarse.

 

Publicado en La Voz del Amado, Año I, Número 7, diciembre 2007.

Esperamos tus comentarios en lavozdelamado@gmail.com

Dios, me restaura

Marbella Caribe

¿Cómo restaura Dios?

Cuando Dios restaura a alguien, sea una familia, un matrimonio, una persona, lo que Él restaura siempre se mejora, crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de “arreglado”.

Cuando Dios restaura mejora el estado anterior.

En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca. Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo.Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.” Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.

Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva. Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros… ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios.

Dice en Filipenses 1:6, que: “El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”. Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él.

La palabra dice que la perfeccionará, o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo.

Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de curar el empacho, tirar el cuerito, y a todas esas cosas que el Señor abomina.

Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos.

Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así?

Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?

El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy consciente.

Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”.

El Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas.

En una oportunidad hablé del sótano de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro,.. húmedo,. lleno de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma,…. algún monstruo.

Así es nuestro “sótano” interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos.

Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo, porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos.

Podemos ver cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal.

Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes, pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión.

Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que necesitan una curación especial por parte del Espíritu.

Algunos dicen: “Bueno, si usted sigue así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más, tiene que hacer más oraciones”. En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con orar más, tampoco alcanza.

Otros dicen: “Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene una fe muy débil”.

O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza, demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que realmente no están orando bien o que están poseídos.

Hay una enorme cantidad de personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos de los demás.

Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”.

“Yo no quería tratar a mis hijos de la misma manera que lo hicieron conmigo… Es algo que aborrezco, pero lo hago”.

“Yo no quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo”. Estas son algunas expresiones de este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.

Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente.

Pero hay Buenas Nuevas. El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia.

Tiene que llegar a su interior, tiene que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.

Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros.

Una restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción.

Hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida.

Tantas veces una muela –cuya raíz está infectada- tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no vuelva a molestar ni a contaminar al resto.

Es cierto que, por temor al “tirón” o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones momentáneas.

En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre esfuerzos o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y no entendemos”.

Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza.

Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que hacer es tratar de tapar, decir: “Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse”.

Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz.

Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es porque ahí algo pasó.

Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal, que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha pasado tal o cual cosa.

Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo.

Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: “Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los interrumpa, para que pueda ser sanado”. Esta clase de curación es la del Espíritu Santo.

Nos dice: “Llegaste a mí, con esta herida, empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando.”

Pero por lo general, todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi vida.

Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará. La Sanidad Interior va a actuar gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso.

Hay que esperar. A veces no es fácil, pero hay que esperar. Dejar que el Señor haga su obra.

Muchas personas no dejan que Dios sea Dios.

Le voy a compartir algo que pasa muy frecuentemente por si a usted también le ocurre. Es muy común que los padres tengan luchas con los hijos; en la consejería pastoral le sugerimos a los padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del Señor y oren por él cada día:

“Señor, te dejo obrar en esto que yo no puedo. No puedo manejar lo que está haciendo mi hijo. Señor te lo doy. No quiero estar ansioso sobre él todo el día preguntándole qué hizo, con quién estuvo, dónde estuvo, qué pasó, por eso, te lo entrego a ti.”

Es cierto que hay hijos que están comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide.

Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo. A veces, los papás y las mamás no terminan de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo.

Hace un tiempo atrás hablaba con la madre de una joven que había estado con una depresión muy grave. Por mucho tiempo recibió tratamiento, y por supuesto, fue sanada; el cuadro grave de la depresión había pasado, pero cada vez que esta joven suspira o se entristece por algo, su mamá se pone tan ansiosa y tiene tanto miedo de que vuelva a enfermar, que quiere controlar cada gesto de su hija. Esta actitud de la madre es totalmente contraproducente para la joven, la hace sentir insegura y termina deprimiéndose.

En confianza, pude preguntarle a esta mamá, que era una fiel cristiana, cuándo le iba a entregar su hija al Espíritu Santo y cuándo iba a dejar de controlarla para que la controlara Él.

Y ella me respondió: “Tantas veces se la di”. Si tantas veces tuvo que dar a su hija al control del Espíritu Santo, quiere decir que muy convencida no lo hizo ninguna.

La cuestión aquí es si controla Él o controla usted. Él tiene el control o lo tiene usted.

Lo deja obrar a Él o usted se mete en el medio con su ansiedad, intentando hacer algo que no ha podido lograr en bastante tiempo.

Si le pidió a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él actúe. A veces nos ponemos tan ansiosos que no dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra. A veces nos ponemos en el medio y entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor.

Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que Él obrara. Jairo era un padre que tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle a Jesús nada sobre lo que pasaba.

En cambio, dejó obrar a Jesús, y su hija fue restaurada. Esta es la actitud que nos pide el Espíritu Santo. Una vez que Dios inicia la obra en su vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.

Hasta aquí cargó con esto, y no pudo solucionarlo. Ahora déjelo obrar a Dios. Deje que Él sea Dios.

Esperamos tus comentarios en lavozdelamado@gmail.com

Una persecución que fracasó

Pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo
para que sigáis sus pisadas. —1 Pedro 2:21
En el año 64 d.C., un loco le prendió fuego a Roma. Unos cuantos días más tarde, dos terceras partes de la ciudad yacían en ruinas humeantes.
Se corrió el rumor que el emperador Nerón había iniciado el incendio porque quería reconstruir la ciudad y rebautizarla con su nombre. Ya que necesitaba un chivo expiatorio para escapar, como se dice, de la guillotina, eligió echarle la culpa a una minoría indefensa e impopular —los cristianos.
Así, Nerón inició una persecución tan intensa que se le llegó a conocer como el primer Anticristo. Se cree que tanto el apóstol Pedro como el apóstol Pablo sufrieron el martirio durante esta etapa negra de la historia de la Iglesia.
Debido a que el cristianismo era algo nuevo y sus seguidores eran relativamente pocos, el tratamiento sádico con el que Nerón atacó a los creyentes, que incluía usarlos como antorchas humanas para alumbrar el jardín de su palacio, continuó con muy poca oposición.
Sin embargo, esa persecución, finalmente, fue un fracaso. Un fracaso, desde luego, desde el punto de vista humano.Porque en vez de debilitar la nueva fe, en realidad la terminó fortaleciendo.
La historia muestra que en el transcurso de unos cuantos cientos de años, el cristianismo se hizo tan influyente que el emperador Constantino lo convirtió en la religión oficial del imperio romano.
¿Qué provecho sacamos de todo esto?
Dios siempre tiene un propósito en la persecución. La usará para bien si seguimos el ejemplo de Cristo, quien, «cuando le ultrajaban, se encomendaba a aquel que juzga con justicia» (1 Pedro 2:23).
Así que no te desesperes, hermano, es mejor sufrir un poco por la causa de Cristo, que la causa de Cristo sufra por tu falta de compromiso.
Piénsalo un poco.
Publicado por linajeescogido.com