Escudriñando las sendas antiguas en un mundo posmoderno

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Necesidad

Reflexiones al pie de la cruz (II)

La llamada Semana Santa debe llevar al pueblo cristiano, más que al suave reposo en una playa, a una reflexión profunda acerca del significado de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Más que una descripción de los hechos por demás conocidos, hemos querido presentarles una breve selección de textos cercanos a nuestro tiempo y espacio.

Necesidad

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la información, Dios nos habría enviado a un educador.

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la tecnología, Dios nos hubiera enviado a un hombre de ciencia.

Si nuestra mayor necesidad hubiera sido el dinero, Dios nos habría enviado a un economista.

Si nuestra mayor necesidad hubiese sido tener placer, Dios nos habría enviado un animador de fiestas.

Pero nuestra mayor necesidad fue el perdón, de modo que Dios envió a un Salvador.

Marbella Caribe

Publicado en La Voz del Amado, Año I, No. 9, marzo 2008.

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Navidad es salvación

Rick Warren

“Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo,
que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés”
(Gálatas 4:4. La Biblia)

Hablar de Navidad es hablar de salvación. Si ahora hiciéramos una encuesta entre las personas que no conocen a Dios, preguntándoles qué es la salvación y de qué necesitan ser salvados, las respuestas podrían ser parecidas a estas:

  • De las deudas que tengo
  • De trabajar tantas horas y ganar poco dinero
  • De la inseguridad en el lugar donde vivo
  • De mi pasado, que me tiene atado
  • De mis enemigos

Pero la salvación es mucho más. No sólo somos salvados de algo malo, sino que somos salvados para algo bueno. Dios tiene un propósito extraordinario y un plan para bendecir tu vida. La salvación también significa que recibes la libertad y el poder para cumplir el propósito de tu vida.

El anuncio de la salvación para todo aquel que quiera aceptarlo, es la segunda declaración en el mensaje de Buenas Noticias que el ángel les da a los pastores de Belén en la primera Navidad: «Hoy les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lc.2:11 NVI).

Este Salvador es para ti. Él vino por tu bien.

Jesús es un Salvador personal. ¿Qué significa eso?

Es probable que no hayas pensado mucho en tu necesidad de un Salvador o de qué necesitas ser salvado.
Cuando la gente piensa en la salvación espiritual, con frecuencia tiene un concepto muy estrecho: piensan que la salvación sólo consiste en salvarse del infierno, o en encerrase todo el día en una iglesia.

Sin embargo, cuando Dios envió a Jesús para que fuera nuestro Salvador, tenía en mente mucho más que eso. El regalo de la verdadera salvación de Dios es la libertad, el propósito y la vida en tres dimensiones. Incluye tu pasado, tu presente y tu futuro.

Jesús te salva de algo.

Jesús te salva para algo.

Jesús te salva por algo.

Jesús vino a salvarte del pecado y de ti mismo.

¿Estás de acuerdo conmigo en que TÚ eres la causa de la mayoría de tus problemas? Incluso cuando otras personas te causan problemas, tu respuesta natural con frecuencia los empeora. Si fueras sincero contigo mismo, reconocerías que tienes hábitos que no puedes romper, pensamientos que no deseas tener, emociones que no te gustan, e inseguridades y temores que no puedes ocultar; sin mencionar los remordimientos y los resentimientos que te tienen atrapado, además de todas aquellas cosas que desearías no haber dicho jamás.

Para que se produzca un cambio, éste debe comenzar en tu corazón.

Todos nacemos con una inclinación natural de seguir nuestro propio camino, en lugar del camino de Dios. Esta tendencia a elegir de forma equivocada, en lugar de tomar las decisiones correctas, se llama pecado.

Pecado es cualquier pensamiento o acción que le niega a Dios el primer lugar en mi vida; un lugar que Dios tiene todo el derecho de ocupar. El pecado es nuestro mayor problema y es un problema universal. Tú y yo pecamos todos los días con nuestras palabras, pensamientos y acciones. La Biblia dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso”.

Lo peor es que el pecado crea un hábito. Cuanto más lo hacemos, tanto más fácil nos resulta. Si alguna vez trataste de abandonar una adicción, mantenerte a dieta, o cambiar tu vida, apoyándote tan sólo en tu fuerza de voluntad, sabes lo frustrante que es eso. Consciente e inconscientemente, nuestras acciones proclaman: ¡No necesito a Dios, quiero regir mi propia vida y ser mi propio Dios!

Siempre que uno hace lo que quiere, en lugar de hacer lo que Dios le dice que haga, actúa como si fuera Dios. Esa lucha con Dios crea enormes conflictos y estrés en la mente, en el cuerpo y en las relaciones. Esta actitud de obstinación orgullosa genera que te desconectes de Dios y te sientas lejos de Él y que tus oraciones rebotan en el techo.

Si te sientes lejos de Dios, ¿adivina quién se ha distanciado?

La Biblia dice: “El problema está en que sus pecados los han separado de Dios”. Nuestra desconexión de Dios nos causa preocupación, temor, ansiedad, confusión, depresión, conflicto, desaliento y vacío interior. Nos lleva a actuar de manera que engendra culpa, vergüenza, resentimiento y pesar. Dios no te creó para que vivieras desconectado de Él, por eso, cuando esto ocurre, sufres tensión y te sientes espiritualmente vacío.

¿Quién puede salvarnos? El gobierno no puede; tampoco las empresas privadas ni los centros académicos pueden salvarnos. Estas entidades sólo pueden ocuparse de los síntomas y resultados visibles del pecado pero cualquier solución duradera debe empezar en el corazón, y sólo Dios puede transformar los corazones. Él sí puede salvarte. Él desea hacerlo. ¿Se lo permitirás?

Extracto del libro “El Propósito de Celebrar la Navidad”

(Tomado de Avanza por más)

 

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Amado hijo

Magnolia

Recuerda que:

Si nadie te ama, Mi alegría es amarte.
Si lloras, estoy deseando consolarte.
Si eres débil, te daré Mi fuerza y Mi alegría.
Si nadie te necesita, Yo te busco.
Si eres inútil, Yo no puedo prescindir de ti.
Si estas vacío, Mi ternura te colmara.
Si tienes miedo, te llevo en Mis brazos.
Si quieres caminar, iré contigo.
Si me llamas, vengo siempre.
Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte.
Si estas cansado, Soy tu descanso.
Si pecas, Soy tu perdón.
Si me hablas, trátame de tu.
Si me pides, Soy don para ti.
Si me necesitas, te digo: estoy aquí dentro de ti.
Si te resistes, no quiero que hagas nada a la fuerza.
Si está a oscuras, Soy lámpara para tus pasos.
Si tienes hambre, Soy Pan de Vida para ti.
Si eres infiel, Yo soy fiel contigo.
Si quieres hablar, Yo te escucho siempre.
Si me miras, verás la verdad en tu corazón.
Si estas en prisión , te voy a visitar y liberar.
Si te marchas, no quiero que guardes las apariencias.
Si piensas que soy tu rival, no quiero quedar por encima de ti.
Si quieres ver Mi rostro, mira una flor, una fuente, un niño.
Si estas excluido, Yo soy afiliado.
Si todos te olvidan, Mis entrañas se estremecen al recordarte.
Si eres silencio, Mi palabra habitara en tu corazón.
Si no tienes a nadie, me tienes a Mí.
Te AMO mucho. TU AMIGO, JESÚS

El sentido de pertenencia cuando somos hijos de Dios es fundamental, porque estaremos conscientes de que nos ama, nos cuida, está pendiente de nosotros en todo momento y que lo mejor es la relación que tenemos con nuestro Padre Celestial, por tanto no dejemos que ésta se enfríe, sino que cada día sea más firme, unida con esos lazos de amor con que Él nos envuelve y que no dudemos de que Él es Fiel y que si colocamos nuestra confianza en Dios, no seremos jamás avergonzados.

Los amo y bendigo en Jesucristo.

 

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De la calle al púlpito

Testimonio

Abner Chávez

Cuando Joel Salazar tenía apenas diez años probó por primera vez la bebida: los residuos de las cervezas que le sobraban a su padre. Tras de los primeros tragos entró en él un espíritu de rencor y odio contra su padre alcohólico y golpeador de su madre. El paso inmediato fue la calle. Aunque era un chiquillo retraído, solitario, vivió su adolescencia entre cervezas, supuestos amigos, un poco de trabajo y riñas.

Las calles de la colonia Virgencitas en Nezahual­cóyotl, un inmenso páramo en la década de los sesenta, fueron testigos de su juventud sin freno. La calle fue su escuela. Su alcoholismo se agravó incluso después de haberse casado a los 16 años y haber procreado a cinco hijos. Llegó a quedarse a dormir en la calle.

Cuando el alcohol ya no satisfizo a Joel, le entró a las drogas. Se drogaba de lunes a domingo. Probó de todo. Mariguana, co­caí­na, pastas, chochos, cuyo efecto lo hizo perder, primero el dinero, luego la con­cien­cia y después la vergüenza. Robaba a tran­seúntes y negocios para sostener su vicio. Las farmaco­depedencia lo hizo participar en una riña en donde perdió la vida un mu­chacho, lo cual lo llevó a la cárcel. Ahí, el alcoholismo y la drogadicción se potenciaron.

Tiempo después, en 2001, ya afuera, le me­tieron un balazo en el vientre. Una profunda cicatriz al lado derecho de su ombligo atestigua lo que entonces le dijeron a su esposa, que mejor ya no contara con él, pues iba a morir. Ahí tomó conciencia del peligro que significaban las drogas y se arrepintió. Unas primas cristianas le llevaron un caset de un tal Josmar y su testimonio y le regalaron una Biblia.

El arrepentimiento le duró un mes. Las drogas lo tenían atrapado. Incluso, algunas hojas de ese libro negro que le llevaron sus primas, de las cuales se burlaba tanto, le sirvieron para seguir drogándose. Aproxima­damente siete años estuvo preso en ese in­menso abismo. Su esposa lo dejó. Perdió a sus hijos. Se quedaba a dormir en el basu­rero del mercado de la Virgencitas. No se bañaba, no comía, deambulaba como cadá­ver viviente por las calles. Llegó un momen­to en que quiso quitarse la vida.

El encuentro

Una sobredosis lo llevó al hospital. Luego con hechiceros, brujos y grupos de ayuda. Joel quería salir de esa prisión, pero no podía. Se daba cuenta de la vida inútil que llevaba, pero la adicción era más fuerte que su voluntad. Una ocasión, cuando la noche parecía más negra, afuera de un Elektra vio un puesto de biblias. Escuchó algunos cantos que le llaman la atención. Le impacta el libro y decide comprárselo. No lee la Biblia, sino que sigue drogándose. Unos días después, un domingo que andaba por la avenida Pantitlán, afuera del Centro Familia Cristiano Genezaret, escuchó los cantos. Primero se siguió de frente. Luego regresó. Quiso entrar, pero dudó. “Yo qué hago aquí –se preguntó–, mejor me voy”. Cuenta que se fue y a una cuadra antes de la López, una fuerza sobrenatural lo hizo regresar. Y lo metió hasta las bancas de adelante.

Al escuchar las alabanzas “empiezo a sentir algo muy bonito dentro de mí”, rela­ta. A la hora del mensaje, el predicador es­tadunidense Roberto Evans expone la palabra de Dios y de pronto interrumpe el sermón y señala a Joel. “Tú, joven –me dice–. Y yo volteaba a ver a quién señala­ba. Te estoy hablando a ti. El día de tu sal­va­ción ha llegado. Ya encontraste lo que andabas buscando. Dios conoce tu vida, pero Él te quiere perdonar en este día. Y si tú quieres entregarle tu vida a Cristo, Él te va a cambiar.

“Y cuando me hace el llamado, no me impor­tó. Pasé al frente y no me impor­tó que detrás de mí estuvieran más de mil ­per­sonas, porque el auditorio es muy grande. Llegué y le pedí perdón a Dios. Yo sentí cómo empezaron a rodar mis lá­gri­mas. Tú no lo ves, me decía, pero Él te trajo, está tra­tan­do contigo. Y cuando estoy pos­­­tra­do ahí en el altar, pidiéndole perdón y mil gentes atrás de mí, sentí cómo Dios me per­donó y quitó todo mi pecado, toda mi maldad, todos mis robos, todo lo malo que yo había hecho… Re­cuerdo que ese día recibí a Cristo como mi Salvador y mi Señor y cuando me paré me sentía muy ligero.

“Voy a ser muy honesto. Saliendo de la Iglesia quise volver a drogarme, y me vomité. Luego, en la semana, volví a drogarme, y vomitaba todo. El sábado que cobré por mi trabajo, me compré una botella de tequila que quise tomarme, pero la vomité. Al día siguiente volví a la iglesia y Dios me volvió a hablar, que Él me amaba, que quería cambiar mi vida. Y cómo sabía el predicador lo que yo andaba haciendo, las cosas malas que había hecho. Y esa fue la última dosis que me metí. Ya de ahí, gracias a Dios, hasta la fecha ya no he vuelto a drogarme.

“Yo sin saber, ahí en el altar, yo le dije a Dios: ‘Si Tú me sacas de la droga, yo te voy a servir’. Yo ni sabía lo que les estaba diciendo. Se me salió esa palabra que le dije. Y ahora veo, después de años, que Dios es un Dios de pactos, porque él me sacó de la droga y ahora yo le sirvo.

La dosis superior

“Empecé a congregarme. Iba yo martes, jueves, sábados, domingos. Los domingos, dos veces al día. Empecé a tener hambre por Dios. Así como antes tenía necesidad de la droga, como que me empecé a inyectar una dosis superior, que es Cristo. Empecé a tener sed de Dios. Él es la dosis superior que me inyecté, me fumé, inhalé. Porque no hay mejor droga que esa, que Cristo”.

“Yo llegaba a las cinco de la tarde y me quedaba afuera de la Iglesia, pues la abrían hasta las siete. Y asistir a la Iglesia fue algo consecutivo. Me le acerqué al pastor y le dije: ‘Pastor, yo ven­go de esto y de lo otro, y él me dijo ‘Síguete con­gregando’. Y empiezo a predicar el Evangelio a mi propia familia. A mis hijos, que no vivían conmigo. A mi esposa, muy católica. Me la encontré en la calle y me dice: ‘Oye, te veo muy cam­biado, qué tienes”. Le digo; ‘Conocí a Cristo y Él cambió mi vida’. ‘Y a dónde vas’, me dice. ‘Pues a una iglesia cristiana’. ‘Te puedo acompañar’, me preguntó. Y ese mismo día se convirtió mi esposa. Cuando regresamos, me dijo: ‘Ahorita regreso, voy por los niños, porque queremos estar contigo’.

Fue por mis hijos, les pedí perdón. Ese día recuperé mi familia. Dios me devolvió mi familia. Y fue lo primero que me devolvió. Luego me da un trabajo, donde gano muy bien. Me dio una casa y hasta una Iglesia, donde ahora pastoreo. Me dio un ministerio donde se rescatan a jóvenes que andan como yo anduve, que es la Casa cristiana de recuperación y apoyo contra las adicciones, que está ahí en Virgen de los Remedios # 101, en la colonia Virgencitas.

“Me he dedicado mucho a lo que es los niños de la calle. Ir a predicarles, a compartirles, hay mucha necesidad. Aquí mismo yo los reunía. Incluso los dejaba yo quedar aquí. Sin miedo, porque un drogadicto sabe amar, sabe respetar. “Mi trabajo ahí es espiritual. Yo les comparto todos los días a los internos. Yo les comparto la Palabra. Todos los días se les da enseñanza, discipulado, se ora por ellos, alabanza, adoración. Estás tres meses internados y se les da casa y alimento. Los llevamos de la mano a un cambio de vida.

“La gente, los amigos, a veces se burlaban de mí. Que el hermanito, el pastorcito, el aleluya. La gente de aquí de la colonia sabe muy bien quién fui y quién soy. Pero yo los bendigo y les comparto el Evangelio”.

Publicado en La Voz del Amado, Año I, Número 4, agosto 2007.

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Aspectos médicos de la crucifixión de Jesús ( I )

Marbella Caribe

Jueves Santo: (1ra Parte)

Honrando y Celebrando al Rey de Reyes en esta Semana Mayor.

A través de la historia se han hecho películas, dramas y se han escrito numerosos libros que tratan con el tema de la crucifixión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Cuando leemos los relatos hechos por los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) vemos un recuento de lo acontecido a Cristo durante su arresto, interrogación, condenación y crucifixión, pero no se describe en detalles sus padecimientos.  El propósito de los evangelios era dar a conocer lo acontecido sin dar muchos detalles del proceso.  En aquel tiempo se conocía muy bien lo que era una crucifixión y los escritores de los evangelios sabían que sus lectores estarían familiarizados con los sufrimientos de un crucificado.

Lo maravilloso de la Palabra de Dios es que aunque el relato de los Evangelios no nos da muchos detalles, el profeta Isaías ya había profetizado cientos de años atrás que el Mesías sería llevado al matadero y sería desfigurado hasta el punto de ser irreconocible.  No solamente Cristo sufrió en su cuerpo, sino que también llevó los pecados, las enfermedades, las rebeliones y los dolores de toda la humanidad. En una de sus últimas palabras en la cruz, Jesús dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has desamparado?.” En ese momento era como si Dios el Padre volviera su rostro para no ver el pecado que fué depositado en su Hijo.  Por primera vez en su vida, Cristo se sintió alejado del Padre y sin su estrecha comunión con Él.  Es nuestro propósito en este estudio describir desde un punto de vista médico y teológico los padecimientos de nuestro Señor.

Desde el momento de su oración en el huerto de Getsemaní veremos cómo los padecimientos de Cristo se van incrementando hasta el punto de su muerte. Veremos cómo con cada golpe, con cada bofetada, con cada latigazo, Jesús cumplía la Palabra de Dios.  Es mi oración al Señor que al estudiar este tema podamos amar más intensamente a nuestro Jesús, que sufrió por nosotros y aprendamos a agradecer más su precioso sacrificio en el Calvario.

I.  SUDOR DE SANGRE
El primer tormento o expresión de intenso dolor en la Pasión señalado por los evangelios es la agonía en el Huerto de Getsemaní horas antes de ser entregado a los enemigos.  La lucha era aterradora y un ángel se presentó para confortarlo: “…Y se le apareció un angel del cielo para fortalecerle.  Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra…” (Lucas 22:43-44).

Es interesante notar que el único evangelista que relata este hecho fué un médico, Lucas.  Esta condición es conocida en la medicina como “hematohidrosis” (sudor de sangre).  Este fenómeno es muy raro, pero perfectamente documentado y que ocurre en condiciones excepcionales.  El Dr. LeBec escribe:  “Es un agotamiento físico acompañado de un trastorno moral, consecuencia de una emoción profunda, de un miedo atroz.” (Le supplice de la Croix, Paris, 1925).  Se describe como una dilatación y ruptura de los vasos capilares subcutáneos en su punto de contacto con la base de los millones de glándulas sudoríparas.  La sangre se mezcla con el sudor y se coagula sobre la piel después de la exudación.  Es esta mezcla de sudor y coágulos la que se va juntando hasta correr por encima de la piel de todo el cuerpo en cantidad suficiente como para caer al suelo. Esta hemorragia microscópica tiene lugar en toda la piel, la cual queda, por esta causa lesionada, dolorida y muy sensible a los golpes.

II.  LA BOFETADA
Aquí se encontraba Jesús frente al sumo sacerdote y al contestar a una pregunta fué abofeteado por un alguacil (Juan 18:22).  Algunos comentaristas dicen que aquí la palabra usada por Juan no significaba bofeteda sino un bastonazo.  El Dr. Judica Cordiglia dice:  “Es una lesión del cartílago de la nariz y la posible desviación de la misma debido a un golpe con un palo corto, cilíndrico y de 4 a 5 cm de diámetro.” Un golpe a la nariz que fue capaz de desviarla de su plano normal y de lesionar el cartílago. Aquí debió haber salido abundante sangre.

III.  MALOS TRATOS
Recordemos que Jesús fue arrestado de noche y llevado a una corte ilegal a ser condenado.  Las leyes judaicas no permitían que ningún reo fuese condenado antes de la Pascua y que un juicio fuese llevado a cabo de noche.  También fueron traídos testigos falsos que el final no se pudieron usar porque sus historias no coincidían. Jesús fue llevado ante al sumo sacerdote y después de horas de debates e interrogación da la declaración que hace enfurecer al sumo sacerdote:  “…Y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”  Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:  “¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aqui ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?.” Y respondiendo ellos, dijeron:  “¡Es reo de muerte!” (Mateo 26:64-66).

Recordemos que la piel de Jesús ya estaba sensible al sudar sangre y ahora aquí dice Mateo en el verso 67:  “…Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban…” Aquí, aunque los evangelios no lo relatan, el profeta Isaías incluye que los pelos de su barba eran arrancados:  “…di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos.”  (Isaías 50:6).

IV.  FLAGELACIÓN
Después de que Jesús se presentó a Pilato, el cual dijo que no encontraba nada mal en él, Jesús fue azotado.  La intención de Pilato era azotar a Jesús y luego soltarlo, pero la insistencia del pueblo con sus gritos:  “¡crucifícale! ¡crucifícale!” pudo más. Dice Mateo 27:26: “entonces les solto a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús le entregó para ser crucificado.”  Más de 120 golpes con el flagelo, dados por dos fuertes verdugos, uno más alto que el otro, diestros en su oficio, los cuales, puesto uno a cada lado del reo le cubrieron metódicamente con sus golpes toda la superficie del cuerpo (tórax, abdomen, brazos y piernas, a excepción de la parte del pecho correspondiente al corazón), sin dejar espacios.

El azote con el que le flagelaron fue el horrible “flagellum taxillatum”, compuesto básicamente de un bastón con tiras de cuero.  Cada punta de cada tira se encontraba llena de pedazos de hueso y de plomo.  Al flagelar a Jesús en su ya sensible piel, cada latigazo arrancaba literalmente los pedazos de su piel exponiendo la carne viva y brotando abundante sangre.  Así aparece Jesús: herido y sangrante conforme a lo que había predicho el profeta Isaias:  “Como se asombraron de tí muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer…” (Isaias 52:14).  También Isaías 53: 3 dice:  “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto…”

Después del azotamiento, Jesús se desplomaría y quedaría sentado sobre el charco de su propia sangre.  Estaba casi completamente desnudo, y parece que en ese momento le alcanzaron sus vestidos para que se cubriera. “Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata…” (Mateo 27:27-28).

(Primera de dos partes)

Publicado en Cristianos Poéticos

Soberano Señor

Pastor Jaime Batista Cortés

Dios les Bendiga

Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. Hechos 4:24.

Mirad a mí, y sed salvos… porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:22.

Sea que los científicos se inclinen sobre sus microscopios para examinar lo infinitamente pequeño, o miren por sus gigantescos telescopios para estudiar los astros, es lógico que siempre se asombren. Como quieren conocer el origen de esas maravillas no se cansan de buscar y formular hipótesis.

Solamente la Palabra de Dios da la clave del misterio: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19:1). Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste (Salmo 89:11). El Señor con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia (Proverbios 3:19).

¿Por qué los hombres no quieren reconocer en la creación la obra del Creador? Algunos pretenden creer que el universo fue formado por una gigantesca explosión (el big bang) o por un proceso químico o biológico, o simplemente por casualidad. Así, al creer que se trata simplemente de una fuerza invisible y desconocida, no sienten ninguna responsabilidad. Pero Dios no acepta estos razonamientos de incrédulos y declara que los hombres no tienen excusa, porque no quieren reconocer “lo que de Dios se conoce” en la creación, es decir, su poder y su sabiduría divina (Romanos 1:19-20).

Pero Dios también se manifiesta como el Dios Salvador, porque “cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:4-5).

Publicado en Cristianos Poéticos.